¿Serías capaz de poner el móvil sin sonido cuando llegas a casa por la noche y no volver a mirarlo hasta la mañana siguiente? Tal y como están las cosas en este mundo en el que nos hemos sometido a las señales que emiten nuestros teléfonos, el desafío parece mayúsculo. Sin embargo, los 2.000 millones de usuarios de móviles que existen en el planeta deberían tenerlo en cuenta si quieren evitar los problemas cada vez más frecuentes que se encuentran relacionados con el uso excesivo del móvil.
El último estudio en dar la voz de alarma acaba de ser publicado en la revista The Lancet Psychiatry y confirma que aquellas personas que interrumpen o alteran el normal devenir de los ritmos circadianos (de nuestro reloj biológico, vaya) tienen más posibilidades de llegar a padecer inestabilidad emocional, ansiedad o trastorno bipolar. Además, estas personas se califican a sí mismas como menos felices y más solitarias. La dependencia del móvil, de las redes sociales o la necesidad de contestar a horas intempestivas a correos electrónicos de trabajo podrían contribuir a que se den este tipo de alteraciones.
El asunto no es baladí. Francia ha sido uno de los primeros países en dar un paso al frente para tratar de garantizar el derecho a desconectar de los trabajadores. El pasado 1 de enero entraba en vigor una ley que obliga a las empresas con más de 50 trabajadores a entablar negociaciones con los empleados para que la dependencia del teléfono fuera del horario laboral. Así, algunas compañías como Volkswagen o Daimler ya llevan a cabo iniciativas para limitar las horas de mensajería sobre asuntos de trabajo fuera de horas de trabajo con el objetivo de evitar que los trabajadores se sientan esclavos del trabajo.
Lo cierto es que no es la primera vez que los investigadores alertan sobre los problemas que acarrean un uso excesivo de los smartphones. La propia revista The Lancet publicó en 2014 el caso de una madre primeriza que el día después del parto sufrió daños en las muñecas y en los pulgares -Whatsappitis bautizaron el asunto- después de haber estado contestando más de seis horas seguidas a mensajes de Whatsapp de amigos y familiares. Así, en 2016, la revista JAMA Pediatrics publicó otro trabajo en el que se señalaba que los niños que utilizan dispositivos móviles antes de acostarse tienen más del doble de riesgo de dormir mal y tener somnolencia diurna, afectando esto a su rendimiento, a su alimentación y hasta a su salud mental.
La cosa no acaba aquí. Un trabajo realizado por investigadores del Hospital Brigham and Women’s de Boston (Estados Unidos), que acaba de ver la luz, apunta que echar un simple vistazo al móvil antes de dormir y someterse durante dos minutos al fogonazo de luz provocado por el smartphone puede llegar a alterar nuestro ritmo biológico y provocar un efecto similar al del jet lag. Así, estudios previos también han relacionado el trabajo por turnos con distintos problemas de salud relacionados con la alteración de nuestro ritmo biológico.
Lo que no se había realizado hasta la fecha es un trabajo como el que ahora se publica, con una muestra tan grande (91.000 personas de mediana edad) y un análisis minucioso del reloj biológico de los sujetos de estudio a través de pulseras de actividad. Los resultados son realmente sorprendentes y sugieren que la disrupción del ritmo circadiano puede estar detrás de una menor sensación de bienestar, una mayor neurosis y una creciente inestabilidad en el estado de ánimo.
Los sujetos que desarrollan estos trastornos suelen ser "personas que tienen una higiene del sueño muy pobre, que consultan sus teléfonos móviles a medianoche, visitan Facebook o se levantan a preparar una taza de té", asegura Daniel Smith, autor principal del artículo, en declaraciones al diario británico The Times.
Según los resultados de este estudio, estas personas tienen un 6% más de posibilidades de sufrir depresión, un 11% más de padecer trastorno bipolar y obtuvieron un 9% menos de felicidad que el resto. Sin embargo, apagar el móvil a las 10 de la noche daría a los adultos la posibilidad de relajarse antes de apagar las luces e irse a la cama a descansar. "No se trata sólo de lo que haces por la noche, sino también de lo que haces durante el día, intentando estar activo e inactivo en la oscuridad. Especialmente durante el invierno, salir por la mañana al aire libre es tan importante como dormir bien por la noche, como si no existiera el móvil", afirma.
Si bien es cierto que el riesgo de padecer estos trastornos no son demasiado altos, Smith apunta que puede llegar a convertirse en un problema de salud importante porque muchas personas viven con ritmos interrumpidos. "Es poco probable que la forma en la que se establece la sociedad actualmente sea buena para tu salud. Muchas personas viven en entornos urbanos inundados de luz 24 horas durante los siete días de la semana".
La paradoja de la sociedad en la que vivimos es que tampoco está claro que desconectar del todo, tal y como están las cosas, sea bueno para nosotros. Algunos estudios han señalado ya que la imposibilidad de utilizar nuestros dispositivos móviles genera un nivel de ansiedad e inquietud en algunos individuos que puede llegar a convertirse en un problema grave. En 2014, un estudio realizado por la Universidad de McMaster (Ontario) alumbraba este fenómeno y apuntaba que la pérdida del smartphone genera altos niveles de estrés y ansiedad.
Pero la cosa no queda aquí. Otro trabajo publicado en 2015 en la revista Journal of Computer-Mediated Communication demostró que la ansiedad por no poder consultar o responder al móvil cuando vibra o suena mientras hacemos otras cosas provoca que nuestro cociente intelectual se reduzca. En realidad, nuestra inteligencia permanece igual. Sin embargo, la ansiedad que genera la dependencia del móvil hace que perdamos nuestra capacidad de concentración y nos distraigamos.