Poco a poco, la población comienza a concienciarse sobre los peligros de la liberación a los ríos y los mares de residuos como el plástico, las latas y otros desechos de uso común. Sin embargo, pocos saben de la contaminación que causan otras sustancias menos frecuentes, pero si cabe aún más peligrosas.
Este es el caso, por ejemplo, de la cocaína. Está claro que no es un residuo habitual en los hogares, pero también es cierto que muchas personas la consumen con frecuencia. Ni que decir tiene que el primer perjudicado es el que la toma, pero también salen gravemente afectados los organismos acuáticos, que ven cómo su hábitat natural se ve alterado por los vertidos de esta peligrosa sustancia.
Un ejemplo de ello son las anguilas europeas. Según un estudio publicado recientemente en Science of Total Environment por investigadores de la Universidad Federico II de Nápoles, la presencia de cocaína en los ríos está contribuyendo notablemente a su declive.
Cocainómanas a la fuerza
Ya en 2009, un estudio publicado en Environmental Pollution demostraba la presencia de cocaína en los ríos belgas y aguas residuales. También analizaron la concentración de su principal metabolito, la benzoilecgonina, que resultó llegar hasta los 2.258 nanogramos por litro. Pero la cosa no quedaba restringida sólo a las aguas belgas. También se encontraron resultados similares en otros ríos de Europa.
En 2012, otro estudio, esta vez publicado en Water, Air and Soil Pollution, demostraba que la exposición de las anguilas europeas a concentraciones de 20 nanogramos por litro durante un mes dejaba un pernicioso rastro en sus tejidos, contribuyendo claramente a su deterioro.
Todo esto ha provocado la realización de este nuevo estudio, para el cual el equipo de la bióloga Anna Capaldo ha ampliado el periodo de exposición, administrando a un grupo de anguilas 20 nanogramos por litro de cocaína disuelta en etanol durante 50 días. Pasado este tiempo, las anguilas que habían sido drogadas se mostraban mucho más hiperactivas que las que no habían sido expuestas a la cocaína.
Pero eso no fue lo peor, ya que también se comprobó que la droga se había acumulado en regiones de su cuerpo, tales como las branquias, el cerebro o los tejidos musculares. Los síntomas más graves se hallaron en el músculo, que poco a poco había comenzado a deteriorase, dificultando la movilidad de los animales.
Las anguilas europeas pasan buena parte de su vida alrededor de los cursos fluviales de Europa, pero finalmente viajan hasta el océano, para reproducirse y, finalmente, morir. Para llegar hasta allí a menudo tienen que recorrer grandes distancias, que pueden alcanzar los 6.000 kilómetros, por lo que un músculo deteriorado dificultaría el viaje, impidiendo que se reproduzcan y conduciéndolas a la extinción.
Está claro que es un problema bastante grave, pero para solucionarlo a bote pronto sería necesario concienciar a un sector de la población muy concreto que, si no se preocupa por su salud, podría importarle poco la de las anguilas.
Por eso, la solución estaría en mejorar las infraestructuras de tratamiento de aguas, para que se tenga en cuenta la eliminación de este tipo de drogas, que tanto daño le hacen a los ecosistemas acuáticos.