Antes de tener aplicaciones en el móvil, la página de Aemet y los meteorólogos de la tele, ya había predicciones meteorológicas aunque no fueran muy científicas. Las cabañuelas del centro y el sur de España –en el norte hay un sistema similar, las témporas– eran el método más popular y aún perviven hoy en día.

El procedimiento consiste en realizar observaciones entre el 1 y el 12 de agosto, ya que cada día representa los siguientes 12 meses. Así, el día 1 sirve para pronosticar el tiempo de agosto; el día 2, el de septiembre; el 3, el de octubre; y así sucesivamente. Otras versiones indican que el 1 de agosto representa enero siguiente y realizan la previsión del próximo año.

Del 13 al 24 de agosto son las cabañuelas de retorno, en las que se vuelve a hacer lo mismo para precisar un poco más la previsión. Para algunos, los primeros días indican el tiempo que hará la primera quincena de cada mes y los últimos, la segunda. También se utiliza el mes de enero con el mismo fin, sobre todo en países latinoamericanos que heredaron esta tradición española. 

¿Y qué tipo de observación realizan los expertos en cabañuelas? No se trata de que tenga que llover el 9 de agosto para predecir que el mes de abril de 2019 será lluvioso, sino de un conjunto de señales mucho más sofisticado. Por ejemplo, se tienen en cuenta la forma de las nubes, la dirección del viento o si hay rocío por las mañanas, así como características del Sol, la Luna y las estrellas.

Interpretaciones diversas

El comportamiento de los animales es otra de las claves: que los gallos canten de día, que los gatos salten o que aparezcan hormigas aladas tienen diversas interpretaciones en este método. Incluso otros signos, como el crujir de muebles o el hollín que cae de la chimenea tienen sus correspondientes interpretaciones.

Al final existen muchas interpretaciones diferentes y la predicción siempre tiene un carácter local. Las cabañuelas se entienden dentro un contexto rural, de agricultores y pastores cuyas vidas estaban muy marcadas por la meteorología. Lo curioso es que en la actualidad aún se sigue practicando y los medios de comunicación no dejan de hacerse eco del curioso sistema, dándole mayor o menor credibilidad.

Lo mismo ocurre con el famoso Calendario Zaragozano, que sin base científica alguna, se sigue publicando desde mediados del siglo XIX, en su caso, se supone que basado en observaciones que buscan patrones atmosféricos como en las posiciones de los astros.

2018 iba a ser de 'extrema sequía'

La cuestión es si las cabañuelas aciertan. La respuesta más sencilla es que no y la mejor prueba es acudir a lo que dijeron ahora un año: "Las cabañuelas vaticinan que 2018 será un año de extrema sequía", difundía la Agencia EFE el 26 de agosto de 2017. Sin embargo, los vaticinios acostumbran a plasmarse en afirmaciones muy generales y difusas, de manera que suele ser difícil argumentar que han fallado.

Hoy en día la ciencia meteorológica, con todos sus sofisticados métodos y satélites, no alcanza a realizar predicciones realmente fiables para más de 10 días, aunque los datos permiten elaborar modelos con ideas muy genéricas sobre previsiones de lluvias y temperaturas a más largo plazo.

Es evidente que las cabañuelas son una superstición que no ofrece tales informaciones, pero sí son un elemento de la cultura popular que muestra el ansia del ser humano por saber qué tiempo hará, bien sea a través de una marmota, de los refranes o por cualquier otra vía.