Una de las cosas más horribles que le pueden pasar a una mujer es llevar en su interior durante nueve meses a su bebé para verlo con vida después de nacer durante no más de unos minutos. Es una tortura horrible, que ni siquiera es exclusiva del ser humano. De hecho, es precisamente lo que le ha ocurrido a la orca J35, aunque en su caso el embarazo duró un poco más, ya que estos animales tienen un tiempo de gestación de entre 15 y 18 meses.
La ballena, que vive junto a otras 74 orcas en aguas del Pacífico Norte, dio a luz a una hembra el martes 24 de julio cerca de las costas de Victoria, en la Columbia británica. El nacimiento no sólo fue motivo de alegría para la madre, sino también para los investigadores, ya que era la primera cría que nacía en los últimos tres años.
Lamentablemente, la alegría duró poco, pues la recién nacida ni siquiera llegó a cumplir una hora de vida. Después de su muerte, J35 se sumió en tal nostalgia que cargó con la cría fallecida sobre su cabeza, vagando con ella por el océano durante tres días.
Una madre rota
A veces tendemos a pensar que las fases del luto son algo meramente humano, que queda reservado para otras especies animales. Sin embargo, no somos ni mucho menos los únicos que lo padecemos después de la muerte de un ser querido. El comportamiento de J35 es habitual de otros mamíferos marinos, como los cachalotes y algunos delfines. En tierra también se ha visto a algunas hembras de chimpancé cargar con sus crías muertas durante días.
En este caso la orca no aceptaba la pérdida de su pequeña, por lo que cargó con su cuerpo, de 180 kilogramos, hasta el jueves 26 por la tarde, recorriendo una media de 100 kilómetros diarios.
Según declaraciones a The Washington Post de la bióloga Deborah Giles, del Centro para la Biología de la Conservación de la Universidad de Washington, esta actitud requiere un sobresfuerzo, ya que el animal no sólo tiene que evitar que la cría se hunda, sino que, además, tiene que hacerlo mientras sube a la superficie regularmente para coger el aire suficiente para su propia supervivencia. Incluso podría ser que hubiese descuidado su alimentación, ya de por sí bastante pobre.
Una población en peligro
La cría de J35 podría haber sido la salvación de este grupo de orcas, que han reducido su número desde los 98 ejemplares registrados en 1998 a los 75 que son hoy. Pero lo peor es que en los últimos tres años no ha nacido ningún animal que haya permanecido con vida, por lo que las pocas hembras que quedan en edad reproductiva, de 25 años aproximadamente para esta especie, se van haciendo mayores para concebir y la población se va mermando poco a poco.
Este declive de las orcas se debe principalmente al tráfico marítimo, la presencia de sustancias contaminantes en el agua, y la falta de alimento, especialmente por la extinción paralela del salmón de Chinook, muy codiciado por los pescadores.
En el caso de J35 se cree que fue precisamente su mala nutrición la que llevó a la muerte de su cría. Por eso, si no se hace nada para frenar los factores que perturban a la especie, escenas tan escalofriantes como la de esta ballena cargando apenada durante días con el cuerpo de su hija muerta, podría convertirse en algo terriblemente habitual.