El presidente de la Comisión Europea, Jean Claude-Juncker, ha propuesto a los Gobiernos de la Unión anular el cambio de hora, una práctica que desde 1981 obliga a adelantar una hora los relojes el último domingo de marzo y retrasarla de nuevo el último domingo de octubre. Se trata de una medida que, en palabras de Juncker, había sido demandada desde distintos sectores de la sociedad y por varios países, entre ellos España, y que lleva años generando un intenso debate.
El Gobierno de Pedro Sánchez se mostraba este viernes partidario no sólo de poner fin al cambio de hora estacional que propone la Comisión Europea, sino también de realizar un cambio del huso horario por el que actualmente se rige España, impuesto en 1940. Sánchez anunciaba ayer en Costa Rica que creará una comisión de expertos para analizar las ventajas e inconvenientes de una medida que "trasciende la política" y cuya repercusión podría tener un gran impacto en distintos sectores económicos de nuestro país. La gran pregunta es: ¿qué es más conveniente para nuestro país?
Lo primero que conviene señalar es que, para cualquier Estado, lo ideal es vivir con el sol. Es decir, levantarse cuando amanece y acostarse cuando anochece. Esto que parece tan sencillo, es complejo puesto que las horas de luz solar varían a lo largo del año (hay más horas de sol en verano y menos en invierno). En España, el sol suele brillar alrededor de nueve horas en invierno y 16 en verano. Sin embargo, en cada país de la Unión Europea es diferente. La variación disminuye cuanto más cerca estamos del Ecuador. En cambio, si nos alejamos y nos vamos más al norte, la variación aumenta. A ello hay que añadir que cada uno de los 28 países de la Unión Europea tiene una temperatura distinta.
La España peninsular tiene actualmente una hora oficial (GMT+1) que se encuentra una hora por encima de la que realmente le correspondería por su situación geográfica (GMT+0), llegando a ser ese desfase de dos horas en el caso de la comunidad autónoma de Galicia. Canarias posee una hora oficial (GMT+0), también una hora más de la que le correspondería (GMT-1). Así, al no coincidir la hora oficial con la solar, en la mayor parte de España amanece más tarde y anochece también más tarde que en los países de nuestro entorno europeo. Con el cambio de la hora de verano, la hora oficial es GMT+2, siendo ese desfase de tres horas en Galicia.
¿Qué es lo que pide la Comisión Europea? El organismo solicita a los países miembros que decidan tres cosas: si quieren dejar fija la hora que tienen, si prefieren dejar fija la hora de invierno o verano, y si quieren cambiar su huso horario con independencia de lo anterior. No cambiar los horarios beneficiaría a España siempre que nos quedásemos todo el año en el horario GMT+1, con el uso horario de de Reino Unido, Irlanda y Portugal. El cambio a GMT+2 alejaría aún más nuestra hora solar a la oficial.
Estas son las cuatro opciones (con pros y contras) que debe valorar el Ejecutivo de Sánchez, según un acertado estudio del laboratorio de Cronobiología de la Universidad de Murcia:
Mantener la hora actual con el cambio de horario en verano (GMT+1, GMT+2)
España se quedaría tal y como está, algo que ya ha descartado el Ejecutivo de Sánchez. Esto implica una hora de adelanto durante el horario de invierno y dos horas de adelanto en el horario de verano con respecto a la que nos corresponde según el meridiano de Greenwich. Se trata del horario al que la sociedad española está habituada, no habría que realizar ningún tipo de modificación legislativa y las horas de luz durante la tarde quedan alargadas entre una y dos horas con respecto al horario solar.
Sin embargo, este horario tiene grandes inconvenientes repetidos una y mil veces: provoca un retraso en los horarios tanto de alimentación como de sueño, reduce de manera significativa el tiempo disponible para dormir y nos vemos obligados a cambiar la hora dos veces al año, con el consiguiente proceso de adaptación que ello conlleva.
Realizar el cambio horario al que nos correspondería según nuestro meridiano (GMT 0, GMT+1)
Este cambio implicaría volver a tener el mismo horario que Reino Unido, Portugal o Islas Canarias, manteniendo el cambio estacional que se realiza. De esta forma, el sol saldría aproximadamente una hora antes, con lo que el despertar se realizaría de una manera más natural. Los españoles también llevarían un horario más acorde con la hora solar natural y se adelantarían los horarios tanto de comidas como de descanso. Además, esto también permitiría aumentar el tiempo de sueño y descanso.
Sin embargo, la puesta de sol se adelantaría en una hora durante todo el año y también requeriría un cambio en los hábitos de vida, además del proceso de adaptación en los cambios de hora dos veces al año.
Mantener el horario de invierno (GMT+1) durante todo el año
Sería lo ideal para nuestro país. Este cambio supondría eliminar el cambio de hora estacional y permitiría que existiese durante todo el año tan solo una diferencia de una hora entre el horario establecido y el horario que correspondería según el meridiano de Greenwich. Además, sería más sencillo para todos nosotros pues sólo se tendrían siete meses al año distintos con respecto al horario actual.
Con esta modificación, el sol saldría una hora antes desde final de marzo hasta final de octubre facilitando un despertar más natural, se acercarían los horarios a la hora solar que le corresponde a España y se adelantarían los horarios de alimentación y sueño. Además, nos permitiría dormir durante más tiempo y se evitaría la necesidad de adaptarse dos veces al año a los cambios de hora.
Pero, ¿cuáles serían los inconvenientes? Se perdería una hora de sol en las tardes, aunque sólo desde final de marzo hasta final de octubre y también implicaría una modificación en los hábitos de vida.
Mantener el horario de verano (GMT+2) durante todo el año
Esta decisión supondría eliminar el cambio horario estacional y adoptar el horario actual de verano, manteniendo la hora del meridiano que pasa por Berlín. De esta forma podríamos emplear el mismo horario durante todo el año, se alargaría en una hora la luz que recibimos durante la tarde y se evitaría la necesidad de adaptarse a los cambios de hora.
Sin embargo, esta modificación también traería grandes desventajas: se retrasaría el horario de salida del sol desde final de marzo hasta final de octubre, en algunas regiones de la Península el sol saldría a las 10 de la mañana durante los meses de invierno y aumentaría de manera significativa el retraso de horarios de alimentación y sueño. Además, se favorecería una mayor reducción en el tiempo de sueño.
José María Fernández-Crehuet es profesor de Economía e Innovación en la Universidad Politécnica de Madrid.