El tupper, ese "recipiente de plástico con cierre hermético que se usa para llevar y guardar alimentos", tal y como lo define la RAE, se presentó al mundo en 1947. Desde entonces, la fiambrera ha servido para hacer la vida un poco más fácil al currito medio que cocina en casa y se lleva la comida al trabajo. Sin embargo, alrededor de este práctico utensilio se han gestado bulos de lo más variopinto: desde que provoca cáncer si lo calentamos en el microondas hasta que su plástico puede ser nocivo. Y no es verdad.
"La fabricación de los envases alimentarios y cualquier elemento en contacto con los alimentos está totalmente regulado", asegura Beatriz Buitrón, tecnóloga de los alimentos y especialista en seguridad alimentaria. "La legislación europea exige que los materiales que vayan a entrar en contacto con los alimentos deben ser inertes. Es decir, no pueden transmitir sustancias nocivas al alimento y así velan por ello las autoridades competentes", añade la experta, que confirma que estos materiales también son sometidos a un "análisis de migración" en el que simulan condiciones de temperatura, entre otras variables.
Para la elaboración de estos envases suelen utilizarse distintos compuestos sintéticos. Uno de los más habituales es el bisfenol A, un material que puede ser sometido a altas temperaturas y que mantiene su forma. Es cierto que este compuesto puede tener efectos tóxicos en nuestro organismo, pero para que esto ocurra se requieren altas cantidades transferidas a los alimentos. "La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) ha evaluado y reevaluado el riesgo de bisfenol A y ha determinado que en dosis muy altas (más de 100 veces la ingesta diaria tolerable) podría causar daños en el hígado, en el riñón y en las glándulas mamarias. Pero esta relación se ha apreciado en roedores, no en humanos", confirma Buitrón.
Tal y como explica la experta, el organismo europeo no ha podido demostrar que este compuesto sintético tenga efectos adversos sobre el sistema nervioso, inmunológico, reproductivo, cardiovascular o sobre el desarrollo del cáncer. "La EFSA ha concluido, tras diversos estudios, que el bisfenol A no plantea riesgos para la salud humana ya que la cantidad a la que estamos expuestos está entre tres y cinco veces por debajo de la ingesta diaria tolerable".
Fijarse en los símbolos
Pese a que los tupper es que podemos adquirir actualmente en el mercado son perfectamente seguros, conviene fijarse muy bien en qué tipo de recipientes adquirimos. De hecho, todas las fiambreras que son seguras y pueden entrar en contacto con los alimentos sin ningún problema llevan un símbolo de un tenedor y una copa. Conviene evitar, por tanto, aquellos envases que no tienen estos dibujos.
De la misma forma, no todas las tarteras pueden calentarse en el microondas ni lavarse en el lavavajillas. Sólo aquellas que lleven un símbolo de estos electrodomésticos garantizan la seguridad de los mismos. "Esos símbolos nos indican el uso adecuado que debe hacerse de los tupper. Si se meten en el microondas cuando el fabricante indica que no son aptos para ello, podría existir una migración de sustancias al alimento. O no. Depende del compuesto, el tiempo, la temperatura…", asegura Buitrón.
Por último, conviene también tener en cuenta que estos recipientes de plástico tienen fecha de caducidad y hay señales que nos indican que debemos jubilarlo. "Siempre que la superficie del tupper presente grietas, cortes o notemos que su superficie interna está rugosa, debemos desechar el tupper puesto que esas zonas van a ser más susceptibles del crecimiento de microorganismos ya que en ellas pueden quedar restos de alimentos", confirma la especialista. "Cuando el tupper presenta manchas de comida que no se pueden eliminar, por mucho que se limpie, también deberíamos desecharlo", finaliza.
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