Hallan en Ciudad Real los restos más completos del primer animal que habitó la Tierra
Pequeñas estructuras de esponjas de hace más de 500 millones de años se han encontrado, por primera vez, unidas unas junto a otras.
27 octubre, 2021 01:29Noticias relacionadas
En los Montes de Toledo, al noroeste de la provincia de Ciudad Real, se encuentra un tesoro de más de 500 millones de años. En Fontanarejo, un pueblo epítome de la España vaciada con poco más de 200 habitantes, se han hallado los restos más completos del ser que ha dado lugar a todos los animales que conocemos actualmente, desde insectos, lagartos y aves hasta, por supuesto, el ser humano.
Claro que aquella zona no era exactamente como en la actualidad. Primero, porque estaba debajo del agua. "Formaba parte de una cuenca oceánica", explica Pablo Suárez González, investigador del Departamento de Geodinámica, Estratigrafía y Paleontología de la Universidad Complutense de Madrid, y uno de los autores del estudio que da a conocer los resultados, publicado en la revista científica Geological Magazine. "Los sedimentos de zonas más someras se depositaban allí".
Durante el periodo Fortuniense, el mar bullía de vida, al contrario que tierra firme, a donde ni un solo ser vivo se había atrevido a salir todavía. Y entre las numerosas especies que allí proliferaban se encontraban las esponjas, consideradas los primeros representantes del reino Animalia, que incluye a todo lo que no es organismo unicelular, hongo, alga o planta.
También llamadas poríferos, su historia es muy anterior. Un estudio publicado este verano en Nature la remontaba hasta hace 890 millones de años, en el llamado periodo Neoproterozoico, gracias al hallazgo de estructuras tubulares microscópicas fosilizadas en las montañas de Canadá. Sin embargo, no toda la comunidad científica parece estar de acuerdo con que esas estructuras las hayan creado esponjas.
El 'santo grial' de los paleontólogos
La extraordinaria sencillez de su cuerpo hace que estos seres sean considerados los primeros moradores del reino Animalia. "De hecho, sus células o coanocitos son capaces de sobrevivir de forma aislada, cuando se les separa del cuerpo; en el resto de animales, la especialización de los tejidos hace que, si separamos una de sus céulas, ésta muere", comenta a EL ESPAÑOL José Javier Álvaro, investigador del Instituto de Geociencias del CSIC y la Universidad Complutense, que no ha participado en el estudio.
Para el reconocimiento de poríferos tan antiguos se utilizan dos métodos: "Biomarcadores (moléculas características del grupo sintetizadas en la actualidad) o por su forma/morfología". El problema es que los biomarcadores identificados también son sintetizados por algunas algas y, en el segundo caso, que muchos microbios, entre otros seres vivos no animales, pueden crear mallas similares a las identificadas como parte de las esponjas.
La forma unívoca para detectar esponjas es la presencia de espículas, "el Santo Grial de los paleontólogos, el eslabón perdido", en palabras de Pablo Suárez. Se trata del elemento mínimo del que están formados los poríferos, tanto los actuales como los que habitaban hace eones: unidades esqueléticas microscópicas –pueden tener una forma de radio o de varillas– que conforman su característica estructura de, eso es, una esponja de ducha.
Esta evidencia fósil (al ser silíceas o calcáreas) se ha hallado, también recientemente, tanto en el norte de Irán como en China, con restos datados en hace unos 530 millones de años. Sin embargo, el equipo de Pablo Suárez tiene algo que faltaba en esos dos yacimientos: espículas articuladas, "enlazadas unas a otras, con lo que puedes clasificarlas mejor, saber qué tipo de esponjas eran y ver su árbol evolutivo".
Suárez es el único español del grupo. Conoció a Joachim Reitner haciendo el postdoctorado en el Departamento de Geobiología de la Universidad de Göttingen (Alemania). Éste le habló de sus visitas habituales a España y de una zona en especial, cercana al pueblo de Fontanarejo, al noroeste de Ciudad Real, donde se habían hecho prospecciones en busca de fosfatos (mineral utilizado como fertilizante en la industria alimentaria) hace 50 años y donde se pensaba que había presencia de microorganismos prehistóricos.
Reitner ya había estado allí hace unos 20 años, donde recogió algunas muestras, y regresó con Suárez en 2019, donde tomaron más de 200 ejemplares de rocas, que luego fueron minuciosamente analizados bajo todo tipo de técnicas microscópicas. Para ello contaron con la ayuda de Cui Luo, del Instituto Geológico de Nanjing (China), especialista en esponjas fósiles, y de Jan-Peter Duda, de la Universidad alemana de Tübingen, especialista en geobioquímica. "Había más fósiles de lo que parecía", comenta el español.
La clave, un molusco
Entre ellos, encontraron dos tipos de poríferos, las demosponjas, queratosas (y por tanto sin posibilidad de mineralizar espículas), y los hexactinélidos, con numerosas espículas de un tamaño de hasta medio milímetro que, al estar unidas entre sí, alcanzan tamaños macroscópicos, de varios centímetros. "Las espículas del Cámbrico no son muy diferentes de las de hoy en día".
La clave para datar la fecha de estos fósiles estaba en un pequeño molusco hallado junto a ellos, Anabarella. "Se sabe que han aparecido en rocas de una sola edad, que se han podido datar por métodos directos radiogénicos, utilizando isótopos inestables de elementos, que en estas rocas no se pueden aplicar". Y esa edad es de unos 530 millones de años, lo que hace de los pequeños hexactinélidos de Ciudad Real los fósiles más completos del animal que, más de 300 millones de años antes, estaba evolucionando para dar lugar a los seres que conquistarían el planeta.
¿Por qué Fontanarejo y no otro lugar del mundo? Junto a estos fósiles se han encontrado multitud de restos de comunidades de microbios submarinos, cuyos procesos metabólicos han generado los fosfatos del lugar. Estas esponjas, probablemente asociadas a las colonias microbianas, habrían quedado enterradas en los fosfatos, lo que ha facilitado la preservación de sus espículas.
Así lo cree José Javier Álvaro, investigador del Instituto de Geociencias. "Eran probablemente carbonatadas, por lo que su consiguiente fosfatización ha favorecido su preservación y reconocimiento". En la Península Ibérica hay otros yacimientos con espículas, pero no tan antiguos.
"Es destacable el hecho de que, entre los primeros organismos esqueléticos capaces de soportar la acción del oleaje cuando se asociaban a comunidades microbianas", formando arrecifes, como el coral, "destacan los arqueociatos, considerados como esponjas masivas sin espículas", añade.
Pablo Suárez indica que el descubrimiento de Ciudad Real permitirá avanzar en la taxonomía y la evolución de la esponja, el primer animal en pisar el planeta y, por tanto, el más misterioso. De momento, una pequeña parte de ese camino se ha iluminado gracias a unos fosfatos depositados en lo que sería, millones de años después, parte de la España vaciada.