Antonio Fernández acababa de llegar de trabajar de Chile cuando recibió el aviso. En la orilla de la Playa de Nogales, un destino predilecto entre los surfistas de La Palma, había aparecido un cachalote muerto. Macho, de unos 13 metros de longitud y con más de 15 toneladas de peso, el cadáver varado en la orilla presentaba un gran desafío. Justo en los días anteriores, se había anunciado la realización de nuevas maniobras militares en el sur de las islas, lo que causó bastante controversia por posibles daños en la comunidad cetácea. ¿Había sido mano humana o había fallecido de causas naturales? El caso bien necesitaba de una labor pericial.
Nadie mejor que el protagonista de esta historia para dirimirlo. Casi a distancia pudo descartar la acción humana. "En los vídeos que me mandaron no se apreciaban daños superficiales", explica desde su despacho. Catedrático de Patología Veterinaria Forense del Instituto Universitario de Sanidad Animal, centro adjunto a la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), figura en la lista de la Universidad de Stanford como uno de los mejores investigadores del mundo. Sobre el campo, acumula a sus espaldas más de 1.000 autopsias a cetáceos.
Fernández reunió a un equipo de diez veterinarios y manos a la necropsia. El tamaño del cadáver y las corrientes de la playa -bastante peligrosas- pusieron las cosas complicadas. Lo primero se solucionó; pidieron una escalera. Contra lo segundo era complicado luchar, así que la persona de seguridad designada por el Cabildo ordenó la retirada. Así cumplieron todos, menos él. "Yo soy muy cabezón y quería llegar hasta el final".
Y vaya si lo hizo. La tozudez tuvo premio: una gran pieza de ámbar gris escondida dentro del colon del animal. Según cuenta, cuando sacó la piedra de las entrañas del cetáceo, se montó un auténtico jolgorio entre los presentes, que veían la escena desde la distancia: "Todos lo empezaron a celebrar como si nos hubiera tocado la lotería". El equipo lo que festejaba era haber dado con el quid de la cuestión, pero bien podría haber sido lo primero. Se estima que sólo uno de cada 100 cachalotes es capaz de fabricar ámbar gris, lo que confiere a este producto un halo de extremada rareza y desorbita su valor en el mercado. A ésta, de nueve kilos y medio de peso y 60 centímetros de diámetro, se la valora en unos 500.000 euros.
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La principal utilidad del ámbar gris se centra en la perfumería. Principalmente, para fijar y exaltar fragancias más delicadas y muy volátiles. Cada vez es más complicado encontrarlo y, desde la década de 1990, es muy difícil que se incluya en algún perfume. A menudo, se utiliza ambroxan, un sustituto sintético, pero que no consigue igualar su poder.
La burla de Melville
"Yo había leído algo del ámbar gris y, cuando me puse a investigarlo, encontré todo el sentido del mundo a una cita de Herman Melville en Moby Dick", cuenta el patólogo. La frase es la siguiente: "¿A quién podría ocurrírsele, pues, que damas y caballeros exquisitos se deleiten con una esencia surgida de las tristes entrañas de una ballena enferma? Y sin embargo es así". El escritor se burlaba de la pura realidad. Dicho mal y pronto, esta piedra tan valiosa es lo que comenta Fernández con gracia: "caca de cachalote".
En el informe preliminar que elaboró el experto junto a su equipo, la explicación se extiende mucho más: "Como hacen muchas aves, reptiles y mamíferos depredadores con los restos duros indigeribles de sus presas, lo que hacen los cachalotes con los picos córneos de los calamares que comen es regurgitarlos enteros. Esto provoca un gran problema intestinal, por lo que su organismo intenta paliar el daño de estas partes duras recubriéndolas de una secreción grasa, la cual cementa el conglomerado córneo. Por suerte para los cetáceos –y gozo de quienes tienen la fortuna de encontrarlo–, el ámbar gris lo produce uno de cada cien cachalotes y no todos lo expulsan por el recto: los más desdichados mueren enfermos de indigestión".
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No obstante, este no fue el destino real de este cachalote. Así lo explica el veterinario: "Lo que mata al cachalote no es la piedra en sí misma, sino una septicemia hemorrágica originada por bacterias que salieron del intestino después de que esta piedra le provocara una obstrucción". "Caso resuelto", expresa con satisfacción. Esto es lo único que le importa, haber averiguado por qué falleció el desdichado animal. "La piedra al fin y al cabo es residuo de cachalote", dice con guasa.
Fernández se define a sí mismo como un friki de la profesión. Cuando habla de ella, su discurso rezuma verdadera pasión. Así, entre la historia del cachalote y recuerdos varios, comenta que aquellos que le conocieron de pequeño le evocan siempre corriendo y haciendo alguna que otra disección a lagartos. "Parece que ya desde pequeño apuntaba maneras". Si bien no todo el mundo comprende qué valor le confiere un sanitario a la muerte, él lo explica muy bien: "Los forenses lo que hacemos es reescribir la vida, conocer la muerte para que esto pueda ayudar a la vida".
Su trabajo de 2003 publicado en la revista Nature lo ejemplifica muy bien. Gracias a él muchos zifios han salvado la vida. En septiembre de 2002, 14 de estos animales vararon en el sur de Fuerteventura. Aparecieron en la costa justo pocas horas después de la utilización de sonares de frecuencia media durante las maniobras navales Neotapón 2002. 11, desgraciadamente, fallecieron.
Victoria para los zifios
Hechos similares habían tenido lugar anteriormente en las islas, así como en Grecia o Bahamas, pero nunca se había encontrado una explicación. El patólogo estableció entonces la hipótesis de que estos mamíferos marinos podían estar sufriendo lesiones similares al síndrome de descompresión de los buceadores, fruto de los sonares de frecuencia. "Cuando lo publicamos, el mundo se nos cayó encima. Tuve que ir incluso a la comisión Marina de Estados Unidos para hacer entender lo que estaba diciendo", recuerda. El esfuerzo, sin embargo, dio sus frutos y Canarias implantó la moratoria antisónar en zonas habitadas por cetáceos.
Fernández recuerda aquel caso como igual de mediático que la historia del cachalote. El efecto llamada del valor de la piedra ha sido brutal, al punto de que prensa internacional se ha hecho eco del caso. "Compañeros alemanes e italianos se han vuelto locos", apunta. Actualmente, el ámbar gris se encuentra en la universidad, que ha iniciado los trámites para ver su calidad y valor.
-¿Qué se hará con la piedra?
-Mira, igual que pienso que es un residuo de animal, también pienso ¿qué hubiera pasado si el cachalote hubiera muerto en el mar? Vino a La Palma por algo y creo que lo justo es que se quede en La Palma. ¿Qué hará la administración con ella? Mi recomendación es que un uso social puede ser perfecto, ayudar a la gente que lo necesite. También puede ser un impulsor cultural e histórico, ser parte del patrimonio de la isla.