En uno de los relatos de su libro Pecado, la escritora colombiana Laura Restrepo ficcionaliza su encuentro en la cárcel con una reclusa que asesinó y descuartizó a su marido. Esta le pregunta si tiene coche y cuando le contesta que sí, señala: "Bueno, mija, a mí me tocaba en bus. ¿Entendés? ¿Qué hacés si te toca trastear al difunto en bus? Pues te deshacés de él por pedazos, uno en cada viaje, ¿sí o qué?"
Esta es la banalidad que se esconde detrás de un crimen tan macabro como el descuartizamiento de un cuerpo, un tabú muy fuerte en nuestra cultura y en casi todas, explica el catedrático de Criminología de la Universidad de Valencia Vicente Garrido Genovés.
El asesinato y desmembramiento de Edwin Arrieta cometido presuntamente por Daniel Sancho no obedecería a rasgos psicopáticos sino a la necesidad de no ser descubierto, apunta el especialista, que conoce bien el lado oscuro del ser humano: es autor de ensayos como El monstruo y el asesino en serie y Asesinos múltiples y otros depredadores sociales, pero también de novelas como Crímenes exquisitos (junto a Nieves Abarca), donde profundiza en su viaje hacia el crimen con los instrumentos de la ficción.
[La policía tailandesa encuentra una amenaza de muerte de Edwin Arrieta en el móvil de Daniel Sancho]
El psicólogo y criminólogo apunta además un hecho inquietante. Los métodos para investigar homicidios han mejorado notablemente en los últimos 25 años, lo que ha motivado a su vez un aumento de los casos de asesinato con desmembramiento. La necesidad de no dejar huella es cada vez mayor.
¿Por qué nos fascina tanto un caso como el de Daniel Sancho?
Por la misma razón que seguimos leyendo a Sherlock Holmes y a Poirot: son casos criminales con un enigma, aunque aquí no sea quién lo hizo sino el porqué. Todo el mundo se interesa por los crímenes, está en nuestra naturaleza. El periodismo, desde sus inicios, ha sabido que nada vende tanto como un 'buen asesinato'.
¿Se ha encontrado con algún caso similar en su carrera? ¿Se puede acostumbrar uno a sucesos tan macabros?
Son casos excepcionales, pero aparecen de vez en cuando. En realidad es un comportamiento que, generalmente, con excepción de sicarios y asesinos seriales (cuando forma parte de su fantasía, como ocurrió con Jeffrey Dahmer) nace de la necesidad de evitar la captura.
El asesino de Marta Calvo y de otras mujeres, Jorge Palma, troceó su cadáver por esa misma razón; a las otras víctimas no se vio en la necesidad de hacerlo.
[Así es el perfil de los asesinos que descuartizan a sus víctimas como el joven Daniel Sancho]
En su declaración a la policía, Daniel Sancho explica que fue chantajeado por su víctima. ¿Puede un suceso así transformar tan radicalmente a una persona hasta ser alguien capaz de descuartizar fríamente?
No es que Sancho se transformase, es que siguió el plan que tenía cuando ideó el homicidio; sabía que no podía dejar el cuerpo expuesto para que lo encontraran y lo vincularan con él, así que pensó que lo mejor era que no lo encontraran, lo que era un comportamiento lógico, por muy atroz que nos resulte.
La necesidad de escapar a una larga condena de prisión puede hacer que se supere el tabú de no profanar el cuerpo, que existe en nuestra cultura (y en otras muchas) desde siempre.
El presunto asesino ha hablado con la prensa diciendo que va a colaborar y que la víctima lo tenía prisionero. ¿Hasta qué punto es creíble el relato de una persona en su situación?
Veamos: ¿cuál es el móvil? Si descartamos el dinero (matarle para robarle) y otras motivaciones que aquí no existen (complicidad en crimen organizado, etc.), lo que queda es el relato de Sancho, a saber, que la relación de ambos le resultaba tan odiosa y dolorosa para que este que justificara el homicidio.
Él tendrá que explicarse al respecto con más detenimiento del que ha mostrado hasta ahora, porque está claro que su relato es el único que tenemos, salvo que la policía tailandesa se moleste en profundizar más en la vida de la víctima, cosa que dudo.
La policía tailandesa ha encontrado una amenaza de muerte en el móvil de Daniel Sancho. ¿Crees que esto cambia la interpretación del crimen o la refuerza?
Claramente refuerza la explicación. La relación con la víctima le suponía una amenaza intolerable hasta tal punto que vio en el homicidio el modo de resolver ese problema
¿Cualquiera de nosotros podría cometer un crimen como este? ¿Qué rasgos de personalidad lo favorecen y cuáles lo desfavorecen?
No; cualquiera puede matar en defensa propia o de los allegados, pero asesinar (homicidio ilegítimo) está al alcance de unos pocos; miremos las estadísticas, es un delito muy escaso en los países donde hay un Estado de derecho.
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Dicho esto, aquellos que no sienten empatía y tienen una autoestima inflada, así como los que desean vivir 'a lo grande', tienen más facilidad para cometer un homicidio.
Alguien capaz de descuartizar fríamente, ¿es más proclive a cualquier otro crimen de sangre?
En psicópatas, asesinos en serie y sicarios, sí, porque hay un hábito que puede integrarse en la psicología del asesino y formar parte de su ritual, pero en los otros casos no lo creo; será un acto excepcional que puede que le obsesione para siempre, si es que queda impune (en los desmembramientos para subsistir, como el episodio de los Andes, vemos claramente la fuerza del tabú de no profanar los cadáveres, y su consumición claramente lo es; los supervivientes tuvieron que luchar consigo mismos para poder realizarlo).
¿Podemos hablar de psicopatía en casos como el de Daniel Sancho?
No, no hay nada que nos indique esto; es un modo de ser, requiere de una trayectoria, y no parece que se ajuste en absoluto al protagonista de esta historia.
¿Cómo de habitual es este tipo de crimen? Hemos visto muchas películas así, pero en la vida real no son precisamente frecuentes esta conjunción de elementos: chantaje, premeditación, sangre fría para hacer desaparecer los restos…
Son muy infrecuentes, por varias razones. Las principales son dos: el coste psicológico que exige a quien lo realiza (hay una comunicación sensorial entre cuerpo y troceador que ejerce una gran repugnancia) y la complejidad que requiere una limpieza absoluta del espacio y posteriormente hacer desaparecer los restos.
Esa es la razón por la que los sicarios del crimen organizado la practican con tanta frecuencia: tienen ya el hábito de hacerlo, y apenas les importa que la policía descubra los restos, cuando no lo prefieren porque supone una marca de su poder y un aviso a otros competidores.
Un estudio español señalaba que entre 1990 y 2016 hubo 35 casos de homicidio con desmembramiento, pero casi todos fueron a partir de los 2000. ¿Es casualidad o están aumentando los crímenes macabros?
Creo que se relaciona con el progreso de la ciencia forense de los últimos veinticinco años: mi hipótesis es que los autores intentaron que no apareciera el cadáver porque sabían que este es el principal recurso para la investigación del homicidio; si no aparece, no se puede examinar, lo que dificulta la identificación del culpable.
Usted no solo es autor de ensayos sino que se ha pasado a la ficción. ¿Lo vio necesario para explicar la mente de un asesino?
La ficción que escribimos Nieves Abarca y yo en Crímenes Exquisitos (nuestra novela más conocida) mostraba la psicología de un asesino en serie único; cuando escribes ficción reflejas los conocimientos que tienes sobre el ámbito, pero no necesariamente has de ser realista en todos los extremos, ya que la literatura no tiene por qué reflejar el detalle si va en contra de la impresión global que pretende transmitir.
Además, la literatura precisa del suspense y de la creación de una atmósfera emocional que la fría realidad pocas veces proporciona.