Vivir mejor, y durante más tiempo, sigue siendo hoy en día una de las grandes incógnitas de la medicina. A pesar de que muchos aspiran a llegar a los 100 años (o más), la realidad es que los que superan ese número mágico son la excepción y no la norma.
A pesar de ello, el ser humano sigue siendo uno de los mamíferos que más años vive, superando los 80 de media en gran parte del planeta. Otros, como los ratones, apenas llegan a los 5 años de edad, y los perros como máximo llegan a los 20. Ahora, un grupo internacional de investigadores ha querido analizar por qué.
El nuevo trabajo, llevado a cabo por casi 200 investigadores de todo el mundo dirigidos por Steve Horvath, de la Universidad de California en Los Ángeles, se ha publicado recientemente en la revista Science.
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Sabemos que hay diversos factores externos que pueden ayudarnos a vivir más o menos, pero la genética sigue teniendo un gran peso en nuestra esperanza de vida. Centrándose en este último aspecto, Horvath ya propuso hace diez años una forma de medir la edad biológica de un ser humano analizando el conocido como proceso de metilación del ADN: marcas químicas que cambian la expresión de los genes, y que a su vez dan lugar a cambios que producirán el envejecimiento.
Ahora, en su nuevo estudio, Horvath y sus colaboradores usaron este método del reloj epigenético en más de 15.000 muestras de tejido de 348 especies de mamíferos diferentes. El objetivo era saber por qué cada especie vive más que otra, y si había procesos del envejecimiento compartidos y diferenciales entre ellas.
Como ya se sabía, los animales más grandes son los que tienden a vivir más tiempo; y de la misma forma, aquellos cuya gestación dura más (como los 9 meses de los humanos), también suelen tener una esperanza de vida más prolongada. Esto, a nivel genético, se expresaría mediante marcas de "picos y valles" según Horvath.
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Existen situaciones o factores externos que pueden acelerar el envejecimiento; pero también puede revertirse. Como ya comentamos en EL ESPAÑOL, se habría demostrado que el estrés es capaz de acelerar el envejecimiento; sin embargo, lograr evitar dicho estrés o mejorar la situación que lo origina también daría lugar a una recuperación de la edad biológica previa.
En este caso, el nuevo trabajo confirmaría que los relojes epigenéticos, o relojes de metilación, sí son capaces de estimar el envejecimiento en diversos tipos de especies (mamíferos, en este caso), pero también sería un método útil para analizar el riesgo de mortalidad y colaborar en la conservación de las especies animales en peligro de extinción.
Los perros pequeños viven más
Como dato paradójico, en los perros en especial, los perros pequeños tienden a vivir más que los grandes. Pero esto tendría explicación: las metilaciones de estos animales influyen también en sus mayores niveles de grasa, en este caso en los perros grandes, para los cuales esto supondría un perjuicio y por tanto una menor esperanza de vida.
Por su parte, Horvath y sus colegas refutarían la idea de que el envejecimiento tan solo es una acumulación de daño celular durante un periodo de tiempo. Sí, los llamados factores epigenéticos o factores externos que potencian el envejecimiento existen: una mala dieta, fumar, consumir tóxicos como el alcohol u otras drogas, y el mencionado estrés.
Pero estos seguirían un programa prederminado. Aún así, por el momento, los investigadores no saben con seguridad si los procesos de metilación de cada especie, y por tanto su envejecimiento, estarían totalmente programados en el ADN igual que otros rasgos como el color del cabello o la piel por ejemplo.
Para finalizar, aunque ya ha habido casos donde se ha demostrado que es posible alargar la vida más allá de esta "programación" previa dictada en el ADN, como también explicamos en EL ESPAÑOL respecto al hambre como fuente de larga vida, de momento no ha sido posible demostrar que estas técnicas eficaces en animales (sobre todo ratones) también lo sean en humanos. Cabrá, como siempre, seguir investigando.