Son las 13:15 del 10 de diciembre de 2021. Se acerca la Navidad. Los niños, sin embargo, tienen todavía colegio. Un grupo de alumnos del Hastings School, ubicado en el madrileño barrio de Chamartín, termina la clase de Educación Física y vuelve al centro. Tienen entre seis y siete años, por lo que van juntitos, haciendo una fila para que no se pierda nadie. Sin esperarlo y de repente, un hombre se abalanza sobre el último de la hilera. Le tira al sueño y le hiere en el cuello con un arma blanca. Cuando llega la policía, el niño dice: "Un villano me ha clavado su espada".
Lo de resolver crímenes en laboratorios no es sólo cosa de las películas. La labor científica en este caso fue esencial para atrapar al culpable. Así lo cuenta a EL ESPAÑOL José Antonio Rodríguez, jefe de la Brigada Provincial de la Policía Científica de Madrid. De hecho, reconoce que es uno de los casos que más le ha marcado. Este miércoles, 13 de marzo, se sabe por fin que ese villano pasará largo tiempo en prisión.
La Audiencia Provincial de Madrid ha condenado a diez años de cárcel al hombre responsable del suceso. El mismo que detuvo la Policía doce días después del suceso. "Aquí el trabajo de la Policía Científica fue fundamental, porque la única prueba que había era un cuchillo con ADN", explica el comisario.
Las cámaras de seguridad de la zona habían captado al agresor en la escena y en su posterior huida. Sin embargo, las técnicas forenses de imagen todavía no estaban muy perfeccionadas. Desde mayo de 2023, la brigada Científica de Madrid trabaja en un área de identificación facial. No obstante, por aquel entonces, no era la prueba más fiable.
Una búsqueda contrarreloj
Lo que sí pudieron decir las cámaras fue dónde arrojó el hombre el arma del crimen. El niño había sido apuñalado con un cuchillo de cocina de unos 32,5 centímetros. Le provocó una herida profunda en la zona, con daños en la musculatura y venas musculares. No era baladí. En el cuello pasan numerosos vasos sanguíneos. Es un área vital, pero sobrevivió.
Las imágenes también sirvieron para descartar que fuera alguien del entorno del menor. Eso ponía la investigación en un punto todavía más comprometido. Como dice el policía, el ataque había sido aleatorio y no sabían a qué atenerse.
A diferencia de lo que aparece en CSI o similares, trabajar con ADN no es rápido ni fácil. Sin embargo, en un tiempo contrarreloj, apenas diez días, la Científica logró extraer una muestra del cuchillo y cotejarlo con las muestras de criminales fichados en España y en el extranjero. Esto último es muy importante.
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En 2005, se firmó en Prüm (Alemania) el conocido como Tratado de Prüm. Su finalidad es luchar contra el terrorismo y la delincuencia transfronteriza mediante en intercambio entre países de perfiles de ADN y datos dactiloscópicos, entre otros.
Como indican desde la Policía Científica, esto es fundamental para su trabajo. Lo demuestra el caso de Rocío Wanninkhof. Asesinada en 1999, en la escena del crimen se encontró una colilla con ADN del verdadero culpable, Tony Alexander King. Si se hubiera cotejado con las bases de Reino Unido, donde estaba fichado, habría sido detenido y se habrían evitado todas las desgracias posteriores.
"El ADN sí tenía nombre", recuerda Rodríguez. Era el de un hombre originario de Kosovo, pero con nacionalidad británica. Allí estaba fichado. "Se le localizó en una pensión en Madrid. Ya se había comprado otro cuchillo", prosigue. Afortunadamente, nunca se sabrá qué habría podido pasar. Dadas las circunstancias, podría haber vuelto a atacar a otro inocente.
Psiquiátrico penitenciario
Durante el proceso sí salieron a relucir otros datos. Al parecer, el hombre sufre de esquizofrenia paranoide. Por ello, se le ha aplicado la eximente de alteración psíquica. Esta resolución implica que deberá cumplir su condena en un psiquiátrico penitenciario.
La administración penitenciaria española (a excepción de las partes con competencias transferidas) dispone de dos: uno en Alicante y otro más en Sevilla. En ellos cumplen su pena todo aquel que sea considerado en situación de inimputabilidad por enfermedad mental, como ocurrió con Noelia de Mingo.
Se trata de establecimientos sanitarios, aunque como contó a EL ESPAÑOL José Joaquín Antón, presidente de la Sociedad Española de Sanidad Penitenciaria (SESP), tienen medidas de contención y vigilancia similares a las de los centros penitenciarios ordinarios.