Un equipo internacional de científicos ha analizado las capas de sedimentos oceánicos bajo la Corriente Circumpolar Antártica, que rodea el continente helado, y ha observado que su flujo se ha acelerado un 40% en los últimos 40 años, lo que puede contribuir al deshielo de la Antártida y aumentar el nivel del mar hasta 58 metros.
Esta corriente es la más grande del mundo. Rodea el continente girando en sentido de las agujas del reloj a una velocidad de 4 kilómetros por hora, mide unos 2.000 kilómetros de largo y acarrea entre 165 y 182 millones de litros de agua cada segundo.
Entre mayo y julio de 2019, unos 40 científicos procedentes de una docena de países se acercaron hasta el Punto Nemo, un enclave al suroeste del océano Pacífico que es el punto más alejado de tierra firme que existe: las islas más cercanas, las Pitcairn, están a 2.600 kilómetros.
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Allí hicieron descender un taladro hasta los 3.600 metros de profundidad, alcanzando el lecho oceánico, y tomaron muestras de las capas de sedimento acumuladas durante millones de años para trazar la velocidad de la corriente en los últimos 5,3 millones de años.
El objetivo era comprobar si los periodos de aceleración y deceleración se relacionaban con el clima planetario. Cuando la corriente toma velocidad se depositan las partículas más grandes; al ralentizarse cobraban protagonismo las más pequeñas.
No fue tarea fácil: se encontraban en pleno invierno austral, con apenas unas horas de luz al día y un oleaje salvaje que podía alcanzar los 20 metros de altura.
Analizando las muestras con rayos X, trazaron su historia. La corriente comenzó a tomar forma hace 12 millones de años, cuando la Antártida se descolgó del resto de masas continentales y migró al sur.
Este historial de velocidades se correlacionaba con los periodos cálidos y fríos del planeta. En el Plioceno, finalizado hace 2,4 millones de años, se alcanzaron las mayores temperaturas del periodo de tiempo observado.
Mientras tanto, en el Pleistoceno, en periodo que vino después, las velocidades correlacionaban con los vaivenes provocado por las sucesivas edades de hielo.
Incertidumbre futura
Los autores, comandados por Gisela Winckler, geoquímica del Observatorio de la Tierra Lamont-Doherty de la Universidad de Columbia (EEUU), han publicado sus hallazgos en la revista Nature.
"Estos hallazgos proporcionan evidencia geológica en apoyo de un mayor incremento del flujo de la corriente con un calentamiento global continuado", explican. "De ser cierto, un aumento futuro en el flujo con un clima más templado podría marcar la continuación de un patrón observado en los registros instrumentales, con consecuencias probablemente negativas".
A lo largo de las últimas décadas, la Corriente Circumpolar Antártica, que transporta 100 veces más agua que todos los ríos del mundo juntos, ha ido incrementando su velocidad, pero no se sabía si esto estaba ligado a las variaciones en el clima.
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Al confirmar esta relación, los científicos se han preguntado qué consecuencias podía tener esa aceleración y la respuesta no les gustó, pues es más probable que el deshielo de la Antártida también se acelere.
Cuando la corriente toma velocidad, mueve agua más templada, procedente de latitudes más altas, y la insufla en las plataformas de hielo antártico.
Esto sería más peligroso que un aumento de la temperatura atmosférica. Winckler hace una comparación. "Si dejas un cubo de hielo al aire, tarda un buen rato en deshacerse. Si lo pones en contacto con el agua, lo hace rápidamente".
Frank Lamy, del Instituto Alfred Wegener de Alemania y otro de los autores del artículo, explica que la "pérdida de hielo puede ser atribuible al aumento del transporte de calor hacia el sur. Una corriente circumpolar antártica más fuerte implica que más agua templada alcanza las plataformas de hielo de la Antártida".
Los investigadores creen que un flujo mayor de agua cálida pone en peligro la capa de hielo de la Antártida Occidental, una gran masa de agua congelada. De llegar a deshacerse por completo, subiría nada menos que 58 metros el nivel del mar en todo el mundo.
No es el único problema que atribuyen los científicos a esta aceleración la corriente oceánica. Las aguas antárticas absorben un 40% de todo el carbono que los seres humanos introducen en la atmósfera.
Aunque no está claro que la aceleración de las aguas antárticas impacte en esta capacidad de absorción, algunos investigadores creen que puede verse comprometida, agravando el calentamiento global producido por el hombre.