Lo que aprendemos del eclipse: la NASA lanza tres cohetes para saber mejor cómo nos afecta el Sol
La agencia espacial de Estados Unidos ha realizado varios experimentos con los que recopilar datos sobre la repentina desaparición de la luz solar.
9 abril, 2024 02:17Y llegó el día. Miles de ciudadanos en Canadá, Estados Unidos y México detuvieron (literalmente) por unos minutos sus vidas para observar el eclipse solar total que tuvo lugar este lunes 8 de abril. La expectación no era para menos, ya que en la mayoría de estados de EE. UU. no se podrá presenciar un evento igual hasta dentro de 20 años. Entre la comunidad científica también ha generado un gran interés por el nuevo conocimiento que se podrá extraer tanto del Sol como de la Tierra.
La NASA era consciente de esta nueva oportunidad, por lo que financió varios proyectos, que se cristalizaron durante el fenómeno astronómico que tuvo lugar este lunes, para saber mejor cómo afecta la repentina desaparición del Sol a la Tierra. En uno de ellos lanzó tres cohetes de sondeo científico hacia la Luna desde las instalaciones de vuelo que tiene la agencia espacial en el estado de Virgina.
El objetivo de esta misión es conocer cómo influye que se bloquee la luz solar por completo sobre la ionosfera. "Al interponerse la Luna al Sol, podemos tener mejor información acerca de la influencia que tiene la caída de la luz solar en las capas altas de la atmósfera", explica Juan Ángel Vaquerizo, astrofísico y divulgador científico, a EL ESPAÑOL.
The second of three sounding rockets for NASA’s APEP mission lifted off from Wallops Monday, April 8, at 3:25 p.m. EDT. pic.twitter.com/Diktcr4tZR
— NASA Wallops (@NASAWallops) April 8, 2024
Tal y como explicaron desde la NASA, cada cohete ha desplegado cuatro instrumentos secundarios del tamaño de una botella de refresco de dos litros que miden los mismos datos que los propios cohetes: "Será similar a los resultados de 15 cohetes". Estos sensores sirven para medir los cambios en los campos eléctricos y magnéticos, así como la densidad y la temperatura que afecta a la Tierra durante el eclipse.
Los lanzamientos, que alcanzaron unos 420 kilómetros de altitud, se produjeron en tres momentos distintos: 45 minutos antes, durante el propio eclipse y 45 después del acontecimiento. Estos intervalos eran importantes para recopilar datos sobre cómo la repentina desaparición del Sol afecta a la ionosfera, "creando perturbaciones que tienen el potencial de interferir con nuestras comunicaciones".
Además, la NASA ha puesto en funcionamiento dos WB-57. Estos aviones a reacción vuelan mucho más alto que los aviones comerciales. Al hacerlo por encima de las nubes, no había posibilidad de perderse el eclipse debido al mal tiempo. La altitud que alcanzan los WB-57 hace posible la toma de imágenes mucho más nítidas, capturando longitudes de onda, como la luz infrarroja, que sería imposible desde el suelo.
También han servido para ampliar el tiempo de observación, ya que viajan a unos 740 kilómetros por hora. Aunque el eclipse no ha durado más de cuatro minutos y medio en cualquier punto de la Tierra, con los aviones se ha podido observar durante más de seis minutos y 22 segundos.
La enigmática corona solar
"Parece que como lo tenemos ahí todos los días, lo podemos observar sin ningún problema. Pero no es así, con un eclipse total tenemos la oportunidad de ver zonas del Sol que de otra forma no se pueden ver", comenta Vaquerizo. "Desde el punto de vista astronómico, el principal interés que tiene este eclipse solar es que nos ha permitido ver la corona solar", añade José María Madiedo, investigador del Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC), en conversación con este periódico.
La capa exterior de la atmósfera del Sol sólo se puede observar desde la Tierra cuando se produce un eclipse solar total. "Por ello es una oportunidad única para llevar a cabo un estudio de este tipo". Sus altísimas temperaturas son una de las incógnitas que guarda esta misteriosa región del Sol.
Imagínese que se encuentra frente a una hoguera y se va alejando, lo más probable es que cada vez tenga más frío. Con la corona, al ser una capa externa, debería ser igual. Pero no es así, sucede justo lo contrario: "No entendemos por qué si la superficie del Sol tiene unos 5.500 ºC, en la corona, que es la zona más externa, sube la temperatura a millones de grados. Es una zona bastante enigmática", subraya Irene Puerto, investigadora en el Instituto de Astrofísica de Canarias.
Un equipo científico internacional, con participación española, ofreció recientemente una posible respuesta a esta paradoja. En el estudio, publicado en la revista Nature Astronomy, se afirmaba que las ondas magnéticas descubiertas en las manchas solares mostraban un flujo de energía tan elevado que podría explicar por qué las capas externas del Sol están más calientes que su superficie, pese a estar más lejos de la fuente de calor.
Sin embargo, la mejor forma para conocer la corona solar es un eclipse solar total. Sobre todo, si coincide con el máximo de actividad solar, como ha sido en este caso. Supone una gran coincidencia porque los periodos de máxima actividad solar ocurren cada 11 años. "Ahora, como estamos en el periodo de máxima actividad, la corona solar tiende a ser mucho más uniforme a lo largo de toda la esfera", explica Madiedo.
Predecir futuros impactos terrestres
Desde la comunidad científica de EE. UU. también se ha prestado especial atención a la cromosfera. Esta capa, que se ve roja durante los eclipses por la presencia de átomos de hidrógeno que emiten luz en una longitud de onda determinada, contiene prominencias que pueden romperse para formar una eyección de masa coronal.
"En esos momentos, una gran cantidad de energía es emitida hacia el exterior desde el Sol", explica Vaquerizo. "Este tipo de eyecciones pueden llegar a impactar con la Tierra, y podría ser muy peligroso". Al coincidir con el máximo de actividad solar, hay grandes posibilidades de que se produzca una eyección de masa coronal.
Un acontecimiento que no sólo es interesante para los espectadores, sino también para los científicos, pues pueden conocer cómo coexisten e interactúan los miles de millones de toneladas de plasma solar que se expulsan durante estos eventos. También servirá para mejorar las previsiones exactas sobre cuándo se podrían producir estas grandes explosiones. Y es que, como indica Puerto, todavía no es posible llevar a cabo este tipo de predicciones: "Es uno de los grandes asuntos pendientes de la física solar".
Los astrofísicos consultados por este periódico anhelan con que el eclipse solar de este 8 de abril no sólo sirva para capturas imágenes que quedarán para la historia, sino para ayudar a conocer un poco más acerca de esta estrella enorme que nos ilumina a diario: "Esperemos, al menos, que nos permita tener más información sobre la corona", concluye Madiedo.