Es el Santo Grial de la Física y un joven investigador nacido en Sri Lanka afirma haberlo logrado. ¿El problema? Que es mentira. Ranga P. Dias ha pasado de ser una de las 100 mayores promesas mundiales de la innovación para la revista Time en 2021 a enterrar su carrera tras un demoledor informe de su propia universidad, que le acusa de haber engañado deliberadamente a todo el mundo, compañeros de laboratorio incluidos, en el mayor fraude científico del siglo XXI.
En una serie de trabajos, Dias mostraba cómo había logrado la superconductividad a temperatura ambiente, una panacea que los físicos llevan décadas buscando. El último de ellos, publicado en Nature hace un año, puso en vilo a la comunidad científica, que observaba con asombro el hallazgo.
Pero, rápidamente, el castillo construido por el joven y ambicioso científico —incluida una start-up que había recibido más de 16 millones de dólares en inversiones— comenzó a desmoronarse delante de sus propios ojos.
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Ahora, la Universidad de Rochester (Nueva York), donde ejerce de profesor de ingeniería mecánica y física, está planteando despedirle antes de que finalice su contrato el próximo año.
"La persona que consiga la superconductividad a temperatura ambiente será Premio Nobel en un plazo muy corto", afirma con contundencia Jorge Mira, catedrático de la Facultad de Física de la Universidad de Santiago de Compostela. "Pero es que, si registra y patenta ese material, se hará millonario. Pero eso no es nada comparado con la gloria eterna en la ciencia".
Mira sabe de lo que habla. Era un estudiante de Física cuando Johannes Georg Bednorz logró el Premio Nobel de 1987 por el descubrimiento de los superconductores de alta temperatura crítica un año antes.
"Fue la mayor fiebre del oro de la Física en el último siglo", recuerda. "Invadió muchísimos sectores de la ciencia de materiales, de la química, de la física, la ingeniería... Siempre ha habido shocks en la ciencia pero, con un impacto tan masivo, en tantas áreas y con tanta gente trabajando al mismo tiempo no se ha visto nada igual".
Los superconductores son materiales capaces de transmitir la energía eléctrica sin resistencia ni pérdidas de ningún tipo. Eso les permite, además, generar electroimanes muy potentes como los que se usan en las máquinas de resonancia magnética.
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"Esto les hace tener una propiedad muy curiosa: al aplicar un campo magnético, lo expulsa, provocando que el superconductor flote por encima del imán", completa el físico.
El problema es que las propiedades superconductoras solo se consiguen con temperaturas cercanas al cero absoluto, algo muy difícil —y caro— de conseguir. Bednorz logró la superconductividad a temperaturas por encima del punto de ebullición del nitrógeno (77 grados Kelvin o, lo que es lo mismo, -196 grados Celsius) y desató una locura. Solo hay que imaginar qué pasaría de lograrlo a temperaturas ambientales.
"Tendrías cables que transmitirían la corriente por todo el mundo sin coste alguno, crearías campos magnéticos elevadísimos sin problemas técnicos, resolverías una gran parte de los problemas de los circuitos actuales, que es la disipación del calor, e incluso podrías crear trenes que se movieran flotando en el aire".
Una joven promesa
Esto fue lo que presentó Dias el 8 de marzo de 2023. En un artículo publicado en Nature, Dias, junto a otros 10 autores de las universidades de Rochester y Nevada en Las Vegas, explicaba cómo al añadir nitrógeno al hidruro de lutecio y aplicar una presión equivalente a unas 10.000 atmósferas, el material cambiaba de color, pasando de azulado a rojizo, y adquiría propiedades superconductoras a una temperatura de unos 20 grados Celsius.
Se trataba del hallazgo del siglo, un descubrimiento que valía millones. El joven esrilanqués lo sabía y ya había puesto en marcha, junto a uno de los coautores del trabajo, Ashkan Salamat, de la Universidad de Nevada, una start-up que había captado más de 16 millones de dólares para el desarrollo de materiales.
Dias no era un desconocido. Graduado en Física por la Universidad de Colombo (Sri Lanka) y doctorado por la de Washington, fue contratado primero en Harvard para recalar, desde 2017, en la de Rochester.
Su obsesión por los superconductores ya lo había hecho destacar y la revista Time lo nombró una de las 100 personas más prometedoras del mundo de la innovación en 2021. Pero ya en aquellos momentos el suelo se movía bajo sus pies.
Nada más publicarse el estudio, la comunidad científica internacional comenzó a desmenuzarlo y muchos se lanzaron a replicar sus hallazgos. Más que una decepción, los físicos que lo intentaron arquearon la ceja: muchos ya habían comenzado a sospechar que algo olía raro en el Laboratorio de Energética Láser de Rochester, al que Dias pertenecía.
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Y es que tres trabajos suyos anteriores acababan de ser retractados, es decir, que se habían retirado de las revistas donde fueron publicados —uno de ellos, en Nature— por dudas sobre su fiabilidad.
De hecho, casi al mismo tiempo que se publicaba el último estudio, la National Science Foundation, que había concedido una beca de 790.000 dólares a Dias en 2021, había demandado una investigación sobre uno de los trabajos y volvería a hacerlo sobre este.
Un par de físicos conocedores del área enviaron sus dudas a Nature y la revista decidió consultar a varios expertos en el campo. Al pedir a Dias los datos brutos este, o no los ofrecía, o los mandaba 'cocinados'.
Sus compañeros, contra él
A lo largo del verano de 2023 la presión no hizo más que aumentar. Cada vez más físicos de todas partes del mundo refutaban los hallazgos de Dias y el 1 de septiembre Nature puso una nota en el estudio que alertaba de que "la fiabilidad de los datos presentados en el manuscrito está siendo cuestionada actualmente".
Solo una semana después, ocho de los coautores del trabajo enviaron una carta a Tobias Rödel, editor senior de la revista, pidiendo la retirada del artículo. "El doctor Dias no ha actuado de buena fe en relación a la preparación y envío del manuscrito", afirmaban.
Alegaban que Ranga Dias había rechazado darles cualquier tipo de explicación sobre las dudas que suscitaba el trabajo e incluso varios de ellos, que habían trabajado con el físico mientras estudiaban la carrera, habían recibido instrucciones de no investigar más a fondo el asunto.
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Entre los firmantes de la carta también estaba Ashkan Salamat, la mano derecha de Dias y presidente de Unearthly Materials, la start-up puesta en marcha por ambos para aprovechar sus descubrimientos.
Un portavoz de Dias respondió a The New York Times ese mismo mes que Salamat ya no trabajaba en la empresa, aunque seguía siendo accionista.
El escándalo era tal que Nature acabaría retirando el estudio el pasado 7 de noviembre. La Universidad de Rochester, a instancias de la National Science Foundation, llevaba ya meses intentando desentrañar qué había pasado, si se trataba de simples errores o había algo más detrás. Porque, como explica Jorge Mira, los experimentos de este tipo son muy complejos "y meter la pata es fácil".
Sin embargo, el pasado febrero la comisión de investigación de la universidad había llegado a una conclusión clara tras diez meses de pesquisas.
La propia revista Nature ha revelado hace unos días el resultado de la investigación exhaustiva: hay una "alta probabilidad" de que Dias haya cometido mala praxis y engañado deliberadamente a sus coautores, a los editores de las revistas y a toda la comunidad científica.
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Había una alta sospecha de que los datos brutos que proporcionaba el físico habían sido fabricados previamente e incluso para algunos de los gráficos que ilustraban el texto había copiado datos de su tesis doctoral, que había presentado en 2013 pero versaba sobre otro material completamente distinto.
Para colmo, incluso esta tesis estaba puesta en duda, pues se sospecha que entre el 20% y el 30% de la misma es un plagio.
La comisión de la Universidad de Rochester desgranaba, en un informe de más de 100 páginas, cómo el propio equipo de Dias había sido engañado: cuando alguien de Rochester preguntaba sobre el origen de ciertos datos, éste decía que habían sido tomados en Las Vegas. Cuando quien preguntaba era de Las Vegas, le contestaba que procedían de Rochester.
Antes de publicar sus conclusiones, la comisión envió un borrador al propio Dias. Según Nature, este atacó la integridad de los investigadores y acusó a algunos de sus coautores de poner al resto contra él.
El informe no halla evidencia de mala praxis en los colaboradores de Dias y carga toda la culpa en la joven promesa caída. "La evidencia descubierta por esta investigación muestra que no se puede confiar en Dias", señala, y recomienda no permitirle que dé clase ni que realice investigaciones con fondos públicos o privados.
El catedrático de Física de la Universidad de Santiago de Compostela Jorge Mira señala que es "la máxima sanción que puede tener en el mundo académico", no permitir que continúe con su carrera y condenarlo al ostracismo.
Con todo, extrae una conclusión positiva del escándalo. "Esto demuestra que la ciencia funciona y que tiene sus mecanismos de control. Si haces una cosa y mientes, te van a pillar fijo".
"Si fuera un tema más escondido, a lo mejor podría pensar que nadie se fijaría en lo que hace", cavila el experto. "Pero este es un tema estrella, es el Santo Grial de la Física". Pero Dias no estaba destinado a beber de él.