Las estrellas y el amor siempre han estado estrechamente relacionados. En el cine son innumerables las escenas de parejas que se besan, por primera o última vez, bajo un cielo iluminado por esos puntitos brillantes. Quizá inspiren intimidad o sea la atracción por encontrar una explicación a lo desconocido, pero suelen ser un tema de interés para mucha gente, con o sin formación científica. Para Ana Escorza y Michael Abdul-Masih, las estrellas son, además de su trabajo, lo que les unió. Este matrimonio de astrónomos, de 34 y 31 años respectivamente, lleva siete años de relación y cuatro trabajando juntos.
Escorza, española, y Abdul-Masih, estadounidense, se conocieron en 2017 mientras hacían el doctorado en Lovaina (Bélgica) y desde entonces no se han separado. En 2020 cruzaron el charco y se instalaron en Chile gracias a una beca del Observatorio Europeo Austral para trabajar en el Observatorio Paranal, una de las mecas de la astronomía. “Fue una experiencia inolvidable y se la recomiendo a todos los estudiantes de doctorado de astronomía”, dice la investigadora.
Casi cuatro años después se han instalado en Tenerife. En esta ocasión con una beca de la Fundación La Caixa, que los ha llevado hasta el Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) para desarrollar su trabajo y sus proyectos. Los dos reconocen que tienen “mucha suerte” porque, hasta ahora, han podido estar juntos en cada destino.
Esto tiene parte de fortuna, pero también de estrategia. Además de pedir siempre los mismos destinos, se aseguran de que la institución que financia la investigación conceda al menos dos plazas en el mismo centro. Cuando hacen la solicitud lo hacen de forma independiente y en las entrevistas no mencionan que son pareja. “No queremos que nos contraten por hacernos el favor, por la situación familiar”, argumenta Escorza. De hecho, aseguran que la Fundación La Caixa no se enteró de que estaban casados hasta que empezaron a organizar el viaje a España.
Aunque están destinados en los mismos centros, cada uno ha desarrollado proyectos independientes. El motivo principal es tener más posibilidades para seguir consiguiendo becas de investigación como la que disfrutan ahora. “Cada uno tenemos nuestra especialidad y preguntas diferentes porque aumenta las posibilidades de poder encontrar trabajo en el mismo sitio”, afirma la astrónoma.
Aunque investigan por separado, a veces colaboran y aprovechan las habilidades del otro para ayudarse en sus trabajos. “Hay códigos o programas que uno conoce mucho mejor que el otro y nos podemos ayudar”, añade Abdul-Masih y reconoce que, en general, la ciencia que hace cada uno es diferente.
Proyectos complementarios
Comenzaron a hacer trabajos juntos en 2021, con la pandemia de covid-19. Con el teletrabajo su casa se convirtió también en su oficina y, trabajando uno al lado del otro, se les ocurrió colaborar. Los astrónomos reconocen que, aunque estudian conceptos diferentes, sus proyectos se pueden complementar.
También le dan importancia a equilibrar la balanza y ser equitativos a la hora de plantear las investigaciones en común. “Ahora estamos trabajando en un estudio que es del ámbito de Ana y en 2021 nos centramos en uno más del mío”, explica el astrónomo. La pareja afirma que no han tenido ningún problema al trabajar juntos, aunque no siempre ha sido fácil porque son “muy diferentes”.
Una de las cosas que han tenido que aprender es a separar el tiempo personal del laboral. Cuando trabajas y convives con tu pareja es muy fácil que esa línea se traspase y se acaben comentando las tareas o preguntas pendientes. Por eso, es muy importante saber decir “pregúntame mañana a las nueve de la mañana”, cuenta Escorza. Si hay un desacuerdo científico, continúan, es importante no llevarlo a casa y dejarlo en la oficina. “La ciencia avanza a base de desacuerdos, pero hay que separarlo de la vida en pareja”, afirma Abdul-Masih.
El matrimonio le da mucha importancia al espacio de cada uno y por eso destacan que, aunque comparten oficina con otras seis personas, hay días que prácticamente no se ven hasta la vuelta a casa. “Si uno de los dos tiene reuniones es muy probable que ocurra”, cuenta Escorza. Eso también es gracias al tamaño del IAC y a que cada uno tiene su propio equipo de colaboradores.
Como todo en la vida, compartir profesión con el amor de tu vida tiene sus luces y sus sombras. Abdul-Masih lo tiene claro: lo mejor es poder compartir su pasión con su pareja. Escorza, en la misma línea, cree que es algo muy “enriquecedor” poder compartir la vida con alguien que entiende de verdad lo que hace y con quien poder hablar en profundidad sobre las preguntas que intenta responder.
Las mismas becas
La parte mala es sentir que compiten entre ellos. “Al final la astronomía no es un campo tan grande y pedimos las mismas becas”, detalla el investigador. Para Escorza lo peor es la dificultad que supone poder encontrar dos plazas de investigación en los mismos centros para no tener que separarse. Esto hace que tengan que vivir en una especie de “contrarreloj” continuo. Si un investigador postdoctoral tiene que pensar el siguiente movimiento tras una beca unos seis meses antes de acabarla, ellos tienen que ir casi dos años por delante.
La pareja se instaló en Tenerife el pasado diciembre para comenzar sus labores en el ICA y en enero ya habían comenzado la solicitud de una beca Ramón y Cajal (concedidas por el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades) para poder quedarse en España tras la finalización de su colaboración con Fundación La Caixa. Además, también quieren solicitar otras ayudas para investigar dentro de Europa por si les rechazan en España. “Queríamos estar cerca de una de nuestras familias y, al menos, estamos más cerca de la de Ana”, apunta el astrónomo.
Los dos astrónomos recomiendan a los futuros investigadores postdoctorales que valoren la importancia de la movilidad. Para ellos, salir fuera del país de origen para desarrollar proyectos es una buena forma de tener interacciones con otras personas de la comunidad y de abrirse puertas en el mundo laboral. También aconsejan aprender a gestionar la frustración. “Cada beca concedida ha estado acompañada por el rechazo en otras tantas”, cuenta Escorza y hace hincapié en la importancia de jugar con varias posibilidades y solicitar más de una beca. “Nosotros nunca pensamos que podríamos trabajar juntos en Chile y a Tenerife y aquí estamos”.
Lo que más le gusta a Abdul-Masih de su profesión es la oportunidad de poder dedicarse a su pasión. La astronomía es su hobby más antiguo: “Poder investigar lo que me interesa es un sueño”. Escorza reconoce que es una suerte que les paguen por hacer lo que les gusta y cree que la suya es una disciplina científica que despierta fácilmente la curiosidad de las personas. “Es la sensación de que enseñas algo a la gente”.