La España de los jóvenes infelices: por qué están mucho más tristes que sus padres con su misma edad
Los expertos advierten de que la insatisfacción vital ya no aparece con la llegada de los 50, sino que ocurre mucho antes.
2 junio, 2024 01:37Los jóvenes están tristes. Esta afirmación puede parecer categórica pero así lo establecen expertos e investigaciones. David Blanchflower, profesor de Economía en la Universidad de Darmouth (Estados Unidos), y Alex Bryson, profesora de Ciencias Sociales Cuantitativas en el University College de Londres (Reino Unido) hablan de una crisis de salud mental entre los jóvenes. Según la literatura científica, el gráfico de la felicidad tiene una forma de U, siendo la mediana edad (sobre 50 años) el momento de mayor insatisfacción vital. Lo que se ha observado en los últimos años es que esa representación ha desaparecido por completo y ahora son las generaciones millennial (nacidos entre 1981 y 1993) y Z (entre 1994 y 2010) los más insatisfechos.
Las ansiedad, la depresión y otros trastornos relacionados con la mala salud mental están aumentando entre los jóvenes. Ahora son ellos los menos felices y esta situación se va revirtiendo conforme cumplen años. Parece que esa crisis de la mediana edad se ha adelantado. Ahora empieza en la juventud, continúa a lo largo de la vida y son las personas mayores las más felices, expone Gregorio Montero, psiquiatra y director de Growfulness, plataforma de divulgación en salud mental infantil.
Guillermo Fouce, doctor en psicología y profesor de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), se muestra más reticente con estas afirmaciones y expone que es difícil establecer la felicidad de una población. Depende de cómo se mida y del momento en el que se haga, agrega. "La felicidad es momentánea y está muy atravesada por los momentos vitales".
[Esta es la edad en la que las personas alcanzan la felicidad, según un estudio de Harvard]
Las encuestas Healthy Minds, realizadas por la Asociación Americana de Psiquiatría, registraron un aumento de la depresión entre 2007 y 2022. En la pregunta sobre sentirse triste, deprimido o desesperado, los chicos que contestaban afirmativamente pasaron del 12% al 30%. Las chicas cuentan con un índice más alto y su progresión fue del 14% al 28%.
Montero cuenta que los casos más comunes entre los jóvenes que van al psiquiatra o al psicólogo presentan síntomas depresivos, tristeza, insatisfacción, sensación de vacío de desesperanza, ansiedad y soledad, entre otras. "Una sensación de que la vida es demasiado pesada y dura como para, a veces, seguir adelante". La ansiedad, por otra parte, también disminuye conforme se cumplen años, según Blanchflower y Bryson.
El director de Growfulness expone varios motivos que han podido llevar a esta situación. El primero es que ambas generaciones han visto rotas sus expectativas. Han crecido con una idea muy elevada durante la infancia de la vida que tendrían que no se han podido cumplir en la adultez. Los padres de estos jóvenes han podido vivir mejor que sus abuelos, pero ellos serán los primeros en vivir peor que sus antecesores.
A esta situación se suman las inseguridades y la ansiedad que pueden crear las redes sociales. Se han convertido en un escaparate y en amplificador del exceso de expectativas para adolescentes y jóvenes adultos. Muchas veces, indica Montero, se consume contenido que muestra la vida llena de éxito y lujos de influencers y otras personas (más o menos de su rango de edad) a través de fotos retocadas. Esto puede generar sensación de culpa e incluso que se cuestionen a sí mismos sobre los pasos que dan y las decisiones que toman en la vida.
Enganchados a las benzodiazepinas
Para ambos expertos es "preocupante" el consumo de benzodiazepinas en estos grupos de edad. España se convirtió en 2023 en el país del mundo en el que más diazepam se tomaba. El Ministerio de Sanidad notificó en 2023 un incremento del 110% en su consumo. Los jóvenes no están fuera de este riesgo. Montero cuenta que cada vez se recetan más ansiolíticos y antidepresivos, ya no solo a los adultos, también a los adolescentes, sobre todo a las chicas. Esto para el psiquiatra es un problema porque "la solución en muchos casos no está en el fármaco".
Para atajarlo, defiende el psiquiatra, lo ideal sería cambiar ciertas situaciones de los integrantes de las generaciones millennial y Z como las condiciones de vida, de trabajo y la precariedad que sufren muchos de ellos. "Existe el riesgo de que tratemos de poner un parche y que no solucionemos la situación de origen", añade.
Sin poder emanciparse
Esa precariedad a la que se ven sometidos los jóvenes adultos se traduce en síntomas de ansiedad y depresión. Sumada a la inestabilidad laboral, son el cóctel perfecto para bloquear su emancipación. Muchos de ellos están abocados a seguir viviendo con sus padres, a pesar de superar los 20 años o rozar los 30, porque no pueden permitirse algo tan básico como independizarse. Con el elevado precio de los alquileres y el nivel de vida y unos sueldos que no crecen, muchos ni siquiera contemplan esta opción porque no se la pueden permitir. “Ahora, tener trabajo no significa poder tener autonomía y poder ser funcional y esto rompe de alguna manera muchas cosas”, dice Fouce, de la UCM.
Montero expone que esta situación merma la satisfacción e impide que las personas hagan los rituales que tradicionalmente se han entendido como rituales de paso, por ejemplo comprarse una vivienda. Esto era algo que se podía entender como un paso más de la vida adulta, la transición de los 20 a los 30 años, continúa el psiquiatra. Al final los jóvenes quedan abocados a vivir de alquiler, lo que se asocia también a la inseguridad en el trabajo.
Fouce critica que exista "una especie de dictadura de la felicidad". El psicólogo afirma que vivimos unos momentos de bienestar obligatorio y de creer que querer es poder. Esto puede generar en los jóvenes la impresión de son culpables de todo lo que les ocurre, pero no se puede dejar fuera todo el contexto. "Sin duda la precariedad, la vulnerabilidad son una sobrecarga". El profesor de la UCM concluye que hay que tener en cuenta todo lo que afecta: los bajos sueldos, la inestabilidad, pertenecer a un colectivo minoritario y, por supuesto, la pobreza o una peor situación económica y social.