Ocho mamuts quedaron atrapados en la isla de Wrangel, a unos 140 kilómetros al norte de Siberia, cuando el nivel del mar se elevó y el puente que unía a esta con tierra firme quedó sumergido. Paradojas del destino, fueron los animales que se quedaron al otro lado del estrecho los que se extinguieron, mientras que los isleños sobrevivieron 6.000 años más.
Y hubieran seguido hasta nuestros días de no ser por algún evento que se los llevó por delante: pese a ser pocos y estar aislados, superaron los peligros de la endogamia.
"Con toda confianza, podemos rechazar la idea de que la población era demasiado pequeña y que estaban condenados a extinguirse por razones genéticas", explica Love Dalén, experto en genética evolutiva del Centro de Paleogenética de la Universidad de Estocolmo y el Museo de Historia Natural de la capital sueca.
El equipo de Dalén acaba de publicar en la revista Cell el mayor análisis genético de los mamuts de la isla de Wrangel y compararlo con sus compañeros de tierra firme, concluyendo que esos ocho individuos (como máximo) se expandieron hasta dar una población de entre 200 y 300 animales a lo largo de 20 generaciones sin sucumbir a la endogamia.
Tener un par de cromosomas de cada tipo es altamente beneficioso para nosotros y nuestros parientes mamíferos. Es como tener una copia de seguridad de los genes: el de uno de los cromosomas puede ser defectuoso que, si el otro es funcional, es muy probable que nuestra salud no se resienta.
El problema es que en poblaciones aisladas –bien a nivel físico como a nivel social, como le ocurría a la nobleza– la probabilidad de que un individuo acabe teniendo dos copias del mismo gen defectuoso aumenta conforme pasan las generaciones.
Incluso, si no hubiera genes defectuosos en un principio, puede ser que una mutación perjudicial se acabara propagando con el tiempo a todos los descendientes. Esa falta de diversidad genética acabaría siendo una rémora e impidiendo la supervivencia del grupo.
"En estudios de genética de la conservación se extendió la regla del 500/50, basada en teoría y que promulga que una población requiere 50 individuos (reproductores) para evitar la endogamia y 500 por deriva genética", explica David Díez del Molino, investigador del equipo de Love Darén que ha participado en el estudio.
"Pero esta regla siempre ha sido polémica, con muchos estudios argumentando que esos números son muy pequeños y que dependen de cada especie".
Aislados durante 6.000 años
Díez del Molino y sus compañeros recogieron muestras de 14 mamuts lanudos de la isla de Wrangel y 7 de tierra firme, abarcando un periodo de unos 50.000 años.
El puente que unía Wrangel con la Siberia continental se sumergió bajo las aguas hace unos 10.000 años. La isla, con una longitud de 150 kilómetros y una anchura máxima de 125, proporcionaba suficiente alimento pese a su clima polar.
Mientras los mamuts de tierra firme se acabaron extinguiendo, los de Wrangel sobrevivieron hasta hace 4.000 años.
Análisis genéticos previos de especímenes de Wrangel concluyeron que estos mamuts tenían muy baja diversidad genética, lo que condujo a su extinción, pero este nuevo estudio rebate esta idea.
"El primer estudio en mamtus con genomas completos", explica Díez del Molino a EL ESPAÑOL, "se dedicó a comparar los genomas de un mamut de la isla de Wrangel, de hace 4.300 años, y otro de cuando las poblaciones de mamut eran muy grandes, hace 48.000 años".
"En este estudio, junto con otros dos que se publicaron después usando los mismos datos", continúa, "la conclusión era que los 6.000 años de aislamiento en la isla habían causado a la última población de mamuts tener muy baja diversidad genética, alta endogamia y una acumulación de mutaciones malignas".
En el nuevo trabajo, al contar con 14 genomas "distribuidos de forma homogénea durante esos 6.000 años" de aislamiento, "podemos probar que la reducción de la diversidad y el aumento de la endogamia se deben al cuello de botella de hace 10.000 años y no al aislamiento posterior. Y, en cuanto a las mutaciones malignas, de hecho se reducen durante los 6.000 años de aislamiento de los mamuts en la isla, seguramente obedeciendo a un proceso de purga genética".
Es decir, la baja diversidad y la endogamia ya existían desde el principio del aislamiento y no varió sustancialmente desde entonces, por lo que no se le puede achacar el destino final de los mamuts lanudos de Wrangel (y de toda la especie).
"Se sabe poco de los procesos genéticos asociados a un tamaño poblacional pequeño durante mucho tiempo", reconoce el investigador español. "El patrón teórico predice que una población pequeña perderá diversidad genética y acumulará endogamia de forma gradual hasta la extinción".
Sin embargo, en el caso de los mamuts aislados, "observamos que tanto la diversidad genética como la endogamia son estables y no cambian casi nada desde el cuello de botella de hace 10.000 años hasta el último mamut secuenciado que data de hace 4.300 años".
Más allá de revelar los secretos de los últimos mamuts, el nuevo estudio ofrece pistas clave sobre la conservación de especies en la actualidad.
Marianne Dehasque, investigadora del Centro de Paleogenética y primera autora del trabajo, señala que "los mamuts son un excelente sistema para entender el actual crisis de biodiversidad y lo que pasa, desde el punto de vista genético, cuando una especie atraviesa un cuello de botella porque ellos son el reflejo del destino de muchas poblaciones actuales".