Los gatos tienen fama de ser animales menos sociables. Van 'a su bola' y normalmente no te prestan atención cuando se la reclamas. Pero, ¿realmente es así o es un mito que se ha ido traspasando de generación en generación? Un nuevo estudio ha demostrado que, aunque no tanto como los perros, los felinos también están dispuestos a jugar.
Para llegar a esta conclusión, el trabajo recopiló los datos de más de 80.000 encuestas realizadas a dueños de gatos y perros entre 2015 y 2023. En ella se les preguntaba acerca de cómo se comportaban estos animales cuando se les lanzaba un objeto. El 78% de los encuestados reconoció que los perros recuperaban el juguete que se le lanzaba "a veces, con frecuencia o siempre".
El porcentaje fue menor en el caso de los gatos, con un 41%. Aun así, el resultado obtenido ha sorprendido incluso a los propios autores. "Sin duda alguna la cifra es más alta de la que esperábamos", asegura a EL ESPAÑOL Mikel M. Delgado, investigadora de la Universidad de Purdue (Indiana, Estados Unidos) y autora principal del estudio publicado recientemente en la revista PLOS ONE.
Las razas más juguetonas
Los investigadores descubrieron que los gatos son más propensos a buscar los objetos lanzados cuando viven dentro de la casa. En este sentido, un estudio publicado el pasado año en Scientific Reports demostró que los gatos establecen sus "propias reglas"; esto es, decidían qué objetos recogían y a quién llevárselo.
En todas las razas encontraron este comportamiento, pero en algunas de ellas es más frecuente: birmanos, siameses y tonkineses. "No estamos seguros de por qué es más frecuente que estas razas recuperen objetos", afirma Delgado, "sobre todo porque los gatos, a diferencia de los perros, nunca han sido criados específicamente para un comportamiento como el de recuperar objetos".
Cree que es necesario "seguir investigando", aunque sospecha que tal vez se deba a su interés por los humanos. También influye que estas razas proceden de gatos que fueron criados en el lejano Oriente, por lo que podrían ser genéticamente distintas a las demás.
En los perros, al igual que con los gatos, también hay razas en las que es más común que acudan a buscar el objeto: labrador, golden retriever, border collie y cocker spaniel inglés. En este caso sí que existe una mayor evidencia, pues se trata de razas que suelen pastorear ganado y ser compañeros de caza.
Según el estudio, que es el primero que analiza qué tan frecuente es este comportamiento, la interacción se reducía en hembras, en animales mayores y en aquellos que tenían problemas de salud. Los autores consideran que pese a que este comportamiento tiene mucho en común con la caza, el vínculo está más relacionado con el juego que con la depredación. "Deberíamos jugar con nuestros gatos todos los días", recomienda Delgado.
Cómo expresan sus sentimientos
Aunque el estudio sugiere que tanto perros como gatos comparten este comportamiento, la investigadora de la Universidad de Purdue entiende que la domesticación de ambos animales ha sido diferente: "Los perros participan de forma activa en muchos momentos de nuestra vida, mientras que a los gatos se les ha dejado ser quienes son". Por este motivo, hay "más personas" que empatizan más con los primeros.
Algunos expertos, de hecho, creen que el estereotipo de que los gatos no quieren hacer lo que nosotros queremos y hacen lo que ellos quieren en todo momento "es cierto". Por el contrario, "los perros nos gustan porque hacen lo que les decimos", opina Delgado, "establecen mucho contacto visual y nos atienden rápidamente a las órdenes que les damos".
Esta mayor afinidad no debería llevar a engaño: "Los gatos no son perros, tenemos que tratarlos como lo que son". Por ejemplo, si un gato está en un lugar en el que su dueño no quiere que esté y éste acude a reprenderlo, lo más probable es que vuelva a hacerlo una y otra vez porque entenderá que le estás prestando atención. Delgado defiende, eso sí, que en algunos casos, al igual que un perro, "pueden disfrutar paseando con arnés y correa". Aunque no todos lo harán, y preferirán permanecer en la seguridad de su territorio.
Y es que los gatos suelen controlar un poco sus interacciones sociales. Por ello es útil dejar que se acerquen a la persona para aprender su lenguaje corporal y entender cómo se sienten, pues los gatos también expresan sus sentimientos a través de su lenguaje corporal: "Si un gato echa las orejas hacia atrás o se agacha es porque está sufriendo ansiedad".
Además de consultar al veterinario, Delgado recomienda tener en casa espacios en los que el gato pueda esconderse, ya que les podría ayudar a calmarse. Un reciente estudio demostró que en aquellos hogares donde existían este tipo de entornos se reducían los arañazos. Aunque si está demasiado tiempo escondido, puede que también sea una señal de estrés. "Aún queda mucho por investigar sobre su comportamiento", concluye Delgado.