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Ciencia

El CNIO, tras la salida de María Blasco: cómo atraer talento, recuperar prestigio y sanear las cuentas

Las dificultades económicas y la caída de la producción científica hacen el centro poco atractivo para los grandes nombres que el patronato busca.

Más información: El patronato del CNIO destituye a María Blasco como directora científica y al gerente Juan Arroyo tras los escándalos

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El 30 de septiembre de 2009, Mariano Barbacid anunciaba su dimisión como director del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), que él lideraba desde su fundación en 1998. El 22 de junio de 2011, esto es, 629 días después, María Blasco era nombrada nueva directora, después de la renuncia de varios candidatos y tener que acudir a una empresa de cazatalentos.

No parece que el proceso para elegir al tercer director del CNIO en sus 26 años de historia vaya a ser más fácil.

Tampoco va a ser sencillo recuperar el prestigio perdido tras unas cuentas lastradas y un liderazgo cuestionado por denuncias de acoso, abuso de poder e intentos de extralimitar sus funciones.

Este miércoles, el patronato del centro descabezaba la institución al destituir tanto a Blasco como a Juan Arroyo, que se ocupaba de la gestión económica desde el año 2002 (aunque no fue hasta 2009 que fue nombrado director gerente).

Por unanimidad, sus 14 miembros decidían "responder a la necesidad de iniciar una nueva etapa en el CNIO, ya que entiende que en estos momentos existe un clima de trabajo incompatible con el que debe darse en un centro de referencia y excelencia como es el CNIO", explicaba en un comunicado del Ministerio de Ciencia.

Por unanimidad, al tiempo que cesaban a Blasco y Arroyo, nombraban a Fernando Peláez, que lleva en el centro desde 2008 y hasta ahora era director del Programa de Biotecnología, como director interino en sustitución de Blasco.

También decidían encargar a la Comisión Delegada del patronato, presidida por el Instituto de Salud Carlos III (del que depende el propio CNIO), la gestión administrativa y contable de forma interina.

Al mismo tiempo, acordaban iniciar un proceso de apertura de un concurso público internacional para la búsqueda de una nueva dirección científica, como venía demandado la mitad de la cúpula investigadora del centro.

Fuentes del propio centro consultadas por EL ESPAÑOL apuntan que no va a ser nada fácil fichar a un investigador de renombre para dirigirlo.

Entre otras cosas, señalan que el Real Decreto 451/2012, aprobado en plena crisis económica y que regula el régimen retributivo de los directivos del sector público empresarial y otras entidades, fija un salario máximo de 150.000 euros anuales.

Se trata de una retribución mayor que la del presidente del Gobierno (unos 90.000 euros al año) y que la de cualquier presidente autonómico, pero insuficiente para atraer nombres de prestigio internacional que puedan dar un nuevo impulso al centro.

Este hándicap también afectaría al reclutamiento de otros grandes nombres para dirigir grupos de investigación. Lo más importante: sin la llegada de grandes nombres, la posibilidad de optar a grandes proyectos internacionales de investigación (como los financiados con fondos europeos) queda lastrada.

El currículum de estos investigadores de primera línea es el que atrae nuevos recursos. De hecho, ha sido la salida de grandes investigadores (Manuel Serrano, Erwin Wagner, Alfonso Valencia), lo que ha mermado no solo la producción científica del centro sino también su capacidad económica, al estar congelada su asignación en los Presupuestos Generales del Estado.

Es la pescadilla que se muerde la cola: sin grandes nombres, no hay financiación, y sin financiación, no hay grandes nombres.

Con los Presupuestos Generales del Estado congelados, por otro lado, no puede aumentarse la subvención nominativa que recibe el centro y con la que se pagan los salarios de sus empleados fijos.

Un centro poco atractivo

En un requiebro de mala 'suerte' que apuntala el descalabro económico del centro, para poder optar a fondos europeos el CNIO tuvo que estabilizar a 120 trabajadores (que cobraban su nómina gracias a los proyectos competitivos), lo que generó un déficit acumulado de 3,8 millones de euros.

Por otro lado, la actualización de los salarios de muchos trabajadores, técnicos y ayudantes postdoctorales que llevaban hasta 15 años en el centro, aumentó el déficit en un millón más. Y son muchos los empleados que todavía no han visto esa actualización.

El problema no es solo de personal. Las dificultades económicas han impedido la adquisición de equipos de primera línea que estén a la altura del talento humano del centro. El CNIO trabaja con un único microscopio confocal cuando deberían tener cuatro, han denunciado los jefes de grupo durante estas semanas.

La situación del centro es todo menos atractiva para animar a las grandes figuras de la investigación oncológica internacional a relevar a Blasco.

El CNIO no es ajeno a procesos de selección complicados. Mariano Barbacid presentó su renuncia en septiembre de 2009, dirigiendo el centro de forma interina hasta que llegara su sustituto. Entre tanto, se vio envuelto en una polémica con el Ministerio de Ciencia porque este se negó a la creación de una agrupación de interés económico para investigar dianas terapéuticas en el cáncer de pulmón.

El departamento que entonces dirigía Cristina Garmendia se opuso: si el plan salía mal, el centro tendría que responder con todo su patrimonio, lo que ponía en entredicho su continuidad.

Entre tanto, los primeros nombres propuestos para liderar el centro rechazaron el ofrecimiento. Esto hizo que se acudiera a una empresa de cazatalentos, Russell Reynolds, que elaboró una lista de 10 nombres, incluyendo a los entonces vicedirectores Erwin Wagner y María Blasco en las posiciones octava y novena.

Los otros aspirantes eran nombres internacionales, entre los que se incluían Pier Paolo Pandolfi, de la Universidad de Harvard, y Carlos Caldas, de la de Cambridge. Finalmente, sería alguien de la casa quien asumiera el puesto, mientras Barbacid y Garmendia continuaban su pulso.

Nada hace suponer que el nuevo proceso de selección sea menos accidentado que el anterior.