¿Por qué en algunos lugares del mundo surgen unos círculos perfectos donde la vegetación no crece? ¿Es obra de extraterrestres, son señales destinadas a los dioses realizadas por moradores milenarios de esas tierras? A decir verdad, los científicos barajaban opciones menos atractivas que éstas, pero el misterio merecía algo de dedicación y a ello se puso un grupo de investigadores que ahora publica en Nature -que le dedica su portada- la solución más factible a este prolongado enigma.
Este estudio analizó una serie de calvas que pueden encontrarse sobre el terreno en el desierto de Namibia, llamadas popularmente círculos mágicos. El fenómeno, sin embargo, se repite en otros lugares del planeta: en Brasil los llaman murundus y en Sudáfrica heuweltjies, pero son esencialmente el mismo fenómeno
misterioso.
En febrero del año pasado, se localizaron nuevos círculos en un remoto desierto australiano y un equipo de científicos dirigidos por Ehud Meron, investigador de la Ben-Gurion University, se animó a publicar en la revista PNAS una nueva hipótesis sobre su origen, que afirmaba que estos -como los de Namibia- se debía a una especie de retroalimentación de la vegetación y el agua presentes en la zona, que generaría unos patrones geométricos determinados.
La tesis contradecía la otra gran hipótesis racional imperante: la demostrada tres años antes por un investigador de la Universidad de Hamburgo que publicó sus conclusiones en Science y que sostenía que era la oculta labor de las termitas Psammotermes allocerus, que retiraban la vegetación de vida corta que aparecía tras la lluvia y formaban así las características calvas de los círculos mágicos namibios.
La nueva hipótesis, formulada por la investigadora de la Universidad de Princeton Corina Tarnita es un ni para ti ni para mí y reconcilia ambas perspectivas competitivas integrándolas en simulaciones de modelos, que luego validan con datos de campo de cuatro continentes.
Demuestran que, en lugar de una u otra, una combinación de las colonias subterráneas de insectos sociales de la misma especie y la retroalimentación entre las plantas y el agua puede explicar los patrones de vegetación regulares auto-organizados.
Los autores concluyen que se deben considerar múltiples mecanismos de autoorganización ecológica cuando se trata de explicar estas características del paisaje y descartan así optar por una u otra hipótesis. ¿Sera ésta la última vez que se expliquen los círculos mágicos de Namibia?