Podría llegar en forma de señal de radio recibida por un radiotelescopio, lo que se conoce como señal SETI (siglas en inglés de Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre). Podría llegar por la detección de una firma biológica inequívoca en la luz de algún lejano planeta, como los recién descubiertos en la estrella TRAPPIST-1. Podría llegar por un hallazgo en el suelo marciano o en alguna de las grandes lunas del Sistema Solar. Incluso podría llegar, aunque difícilmente ningún científico se apuntaría a esta idea, con la clásica visita que tantas veces hemos visto en la pantalla, pero que en la vida real lleva haciéndose esperar casi 70 años desde el nacimiento del fenómeno ovni.
A caballo entre la ficción, la leyenda urbana, la pseudociencia y la ciencia real, la posibilidad de la vida extraterrestre lleva siglos espoleando la imaginación del ser humano. Y aunque hoy aún no tenemos demostración alguna de su existencia, lo cierto es que nadie puede descartar que estas pruebas acaben llegando un día u otro. Y si ocurriera, posiblemente un grupo de científicos se encontraría de repente en poder de la noticia más importante de la historia de la humanidad. ¿Qué hacer entonces?
Naturalmente, en una eventualidad semejante los científicos no deberían actuar por su cuenta y riesgo. "En el caso de que nuestra división de astrofísica en NASA deseara hacer un comunicado de estas proporciones, esto sería canalizado por los medios de comunicación internos", cuenta a EL ESPAÑOL Mario R. Pérez, científico de tecnologías ópticas y ultravioleta en la sede central de la agencia espacial estadounidense. Así pues, quedaría en manos de los máximos reponsables de la NASA divulgar la noticia al mundo. La pregunta es: ¿dispone esta organización de un protocolo para un caso así?
Y la respuesta es no; pero hay una razón para ello. Según explica a EL ESPAÑOL el astrónomo, astrobiólogo, historiador de la ciencia y escritor Steven J. Dick, exhistoriador jefe de la NASA, esta agencia dispone de protocolos de protección planetaria para evitar la contaminación de posibles ecosistemas extraterrestres con nuestros microbios; o al contrario, para impedir que algún organismo alienígena pudiera llegar a nuestro planeta como polizón oculto en muestras recogidas. Algo lógico, teniendo en cuenta que el envío de sondas al espacio es una de las principales competencias de la NASA. Pero lo que no hace la agencia estadounidense es buscar hombrecitos verdes. "La NASA ha estado fuera de los asuntos SETI desde 1993", precisa Dick.
La NASA no busca vida inteligente
La NASA estuvo activamente implicada en los proyectos SETI en los años 70. Sin embargo, la ausencia de resultados positivos comenzó a suscitar las críticas políticas a finales de aquella década. Finalmente, en 1993 el Congreso de EEUU canceló, hasta hoy, la búsqueda de inteligencia extraterrestre con fondos públicos. Los proyectos SETI continúan muy activos, pero sostenidos exclusivamente con financiación privada. Un ejemplo es el Instituto SETI, en California, en el que Dick participa como miembro del panel científico asesor. El astrónomo ha defendido ante el Congreso de su país el retorno de la NASA a los proyectos SETI, pero hasta ahora sin éxito.
Por todo ello, no resulta raro que la NASA carezca de un protocolo propio en caso de confirmación de vida extraterrestre. Pero no es la única: ni la Organización de Naciones Unidas (ONU) ni los gobiernos en general poseen un procedimiento establecido. Dick explica que el Comité para Usos Pacíficos del Espacio Exterior de Naciones Unidas (COPUOS, por sus siglas en inglés) discutió brevemente el asunto en 1977, pero "no se emprendió ninguna acción". "Al contrario de lo referente a protección planetaria, el Tratado de Naciones Unidas sobre el Espacio Ultraterrestre no contiene ninguna referencia al descubrimiento de inteligencia extraterrestre", señala.
En la misma década, el diplomático estadounidense Michael Michaud promovió un intento de implicar a las instituciones en el asunto; pero según escribe Dick en un libro que publicará próximamente bajo el título (aún provisional) de Cosmic Encounters with Alien Life, la conclusión a la que llegó Michaud fue que "ni el Departamento de Estado [de EEUU] ni los ministerios de exteriores de otros países mostraron ningún interés institucional en la cuestión".
Sin embargo, la iniciativa de Michaud no caería en saco roto. En los años 80 sus estudios fueron recogidos por el entonces director del programa SETI de la NASA, John Billingham. Fruto de estos esfuerzos fue la elaboración del único protocolo vigente ampliamente aceptado, publicado en 1989 por la Academia Internacional de Astronáutica (IAA), de la que Dick es miembro.
Contarlo a todo el mundo
La llamada Declaración de principios relativos a las actividades subsiguientes a la detección de inteligencia extraterrestre, revisada en 2010, ha sido adoptada por los proyectos SETI y por organizaciones como el Instituto Internacional de Ley Espacial, el Comité de Investigación Espacial (COSPAR), la Unión Astronómica Internacional (IAU) y la Unión Radiocientífica Internacional (URSI). Pero no por la ONU. Según Dick, la IAA presentó el documento al COPUOS en 2000, pero no se tomó ninguna decisión al respecto. "Por tanto, los protocolos no forman parte de ningún tratado de Naciones Unidas y no son legalmente exigibles".
En cuanto al contenido del protocolo, el exhistoriador jefe de la NASA lo resume de la forma más sencilla: "el protocolo es confirmar cualquier señal y después contarlo a todo el mundo; en otras palabras, no mantenerlo en secreto". De hecho, añade, hoy en día sería imposible ocultar una noticia semejante. Dick duda incluso de que cualquier protocolo llegara a respetarse. Muy al contrario de lo que sostiene la cantinela conspiranoica, actualmente la relación entre científicos y medios es continua y fluida. "Si un periodista contacta con un astrónomo, éste no va a mentirle, sino que le dirá que se ha detectado una señal anómala aún sin confirmar".
Lo anterior ya ha quedado patente en varias ocasiones; no sólo con señales SETI sospechosas, sino también con otros indicios: Dick recuerda el caso del posible –y nunca confirmado– hallazgo en 1996 de fósiles bacterianos en un meteorito marciano, cuando una filtración a los medios obligó a la NASA a convocar de urgencia una rueda de prensa con la participación del entonces presidente de EEUU, Bill Clinton.
Si nos saludan, ¿es mejor callar?
El episodio del meteorito marciano ejemplifica un caso diferente aún más complicado: que el hallazgo de vida alienígena no llegara por una señal SETI, sino por otro tipo de pruebas, como signos biológicos. Y el caso es más complicado porque el protocolo de la IAA no está diseñado para tales situaciones y no sería de aplicación. "Michaud y otros han tratado de actualizarlo para incluir escenarios como el descubrimiento de artefactos alienígenas, pero la IAA no ha respaldado esta extensión", dice Dick.
Existe otra laguna aún más acuciante en el protocolo de la IAA. Supongamos que recibimos una señal SETI de procedencia inequívocamente extraterrestre e inteligente. Siguiendo lo establecido, se anuncia a la población mundial. Y después, ¿qué? El siguiente paso se define con otro acrónimo: METI, con M de messaging; en una palabra, responder.
Sobre esto no existe ninguna directriz. Según Dick, Michaud intentó en su día introducir un protocolo de respuesta, pero nunca fue aprobado. "Es un asunto candente y muy controvertido", apunta el astrónomo. Entre las voces opuestas se cuenta una muy influyente, la de Stephen Hawking. El físico considera que revelar nuestra presencia nos convertiría en objetivo de destrucción a manos de una civilización alienígena tecnológicamente superior. Lo único cierto hoy es que no hay nada cierto. Y aunque siempre nos han enseñado que no responder a un saludo es de mala educación, el riesgo de extinción de la raza humana podría ser una excepción aceptable.