Regresa a los cines King Kong, el monstruo clásico que no nació de una antigua leyenda o en las páginas de la literatura, sino que fue creado directamente para la pantalla. La idea del aviador, aventurero y cineasta Merian C. Cooper, director de la mítica primera versión para la RKO en 1933, fue sobredimensionar el animal real, aderezándolo con ciertos rasgos añadidos para inspirar terror. El gorila gigante inauguró así un género cinematográfico que desde entonces no ha dejado de prodigarse. Pero en Kong: La isla calavera, el animal ha crecido desde anteriores versiones hasta una altura superior a los 30 metros. ¿Por qué, para nuestro alivio, no existen animales como Kong u otros monstruos semejantes? La ciencia tiene algunas respuestas.
King Kong
Tal vez Cooper no lo sabía, pero realmente existe un fenómeno llamado gigantismo insular. Cuando las especies continentales se establecen en islas, tienden a aumentar de tamaño si son pequeñas, o a menguar si son grandes (enanismo insular). La menor competición por la supervivencia en las islas elimina ciertos corsés biológicos: los depredadores pueden tener un cuerpo más pequeño y económico sin perder poderío, y las presas pueden crecer sin peligro de llamar demasiado la atención. Se conocen muchos ejemplos de estos fenómenos: durante el Pleistoceno, en la isla de Tenerife vivió una rata de más de un metro, hoy extinguida.
De hecho, los mamíferos han alcanzado en el pasado tamaños mucho mayores que los actuales. El trabajo de un equipo de científicos de la Universidad de Nuevo México ha determinado que el tamaño de estos animales comenzó a dispararse rápidamente después de la extinción de los dinosaurios, hace 66 millones de años, y continuó haciéndolo durante los 40 millones de años posteriores. Según los investigadores, dirigidos por la bióloga Felisa Smith, la razón de este crecimiento fue la diversificación para rellenar los huecos ecológicos que habían dejado los grandes reptiles.
Pero hay importantes limitaciones. "La temperatura ambiental y la superficie de tierra pueden haber restringido el tamaño máximo", apuntan Smith y sus colaboradores. Los mamíferos gigantes prosperaron en climas más fríos que los actuales, ya que un cuerpo de mayor tamaño se calienta más. Y la superficie de tierra determina el acceso al alimento. Un gorila de 1,8 metros y 200 kilos consume unos 18 kilos de materia vegetal al día. King Kong pesaría más de 900 toneladas y necesitaría más de 80 toneladas de alimento al día. En resumen, ¿podría existir King Kong? "La respuesta corta es no", resume Smith a EL ESPAÑOL. En la vida real, el mayor primate en la historia de la Tierra, el Gigantopithecus, sólo doblaba o triplicaba al gorila.
Godzilla y los dinosaurios
Los reyes del gigantismo terrestre en la historia del planeta han sido sin duda los dinosaurios, de los que el mítico Godzilla es una especie de pariente mutante extremo. Pero aunque el mito diera origen a la creencia de que fue el gran tamaño de aquellos reptiles lo que llevó a su extinción (de ahí la expresión "ser un dinosaurio"), hoy sabemos que no es así. De hecho, los dinosaurios contaban con astutas estrategias evolutivas: los sacos aéreos, presentes hoy en las aves, eran bolsas de aire que les permitían reducir su masa y volumen, ayudando también a la disipación del calor corporal.
Otra limitación es la mecánica. Según Smith, "la masa de los animales aumenta con el cubo de la longitud, pero la fuerza de los huesos aumenta con el área de la sección transversal del miembro, es decir, el cuadrado". Lo cual implica que, a medida que los animales crecen, van necesitando miembros desproporcionadamente más grandes. Se ha estimado que el límite para animales terrestres está en unas 120 o 140 toneladas. Este es el rango que alcanzó el mayor de los dinosaurios conocidos, el Amphicoelias; evidentemente, muy por debajo de las 90.000 toneladas y los más de 100 metros de la última versión de Godzilla (2014).
Otra cuestión es que los dinosaurios pudieran hacer lo que hacen en el cine; por ejemplo, cazar humanos a la carrera. En 2016, un estudio estimó la velocidad de un tiranosaurio entre los 4 y los 8 km/h, bastante por debajo de la marcha normal en la carrera humana, que oscila entre 10 y 14 km/h. Los personajes de Parque Jurásico no tenían más que apretar un poco el paso para dejar atrás al temible T-rex.
Insectos gigantes
Los insectos monstruosos han sido también un recurso clásico del cine para provocar terror a los espectadores. Pero ¿es posible la existencia de hormigas gigantes como las que acorralaban a Joan Collins en la película de 1977, o de arañas como la que acosaba a Frodo y Sam durante su viaje a Mordor en El señor de los anillos?
En el pasado han existido insectos mucho mayores que los actuales. La libélula Meganeuropsis, que vivió hace unos 290 millones de años, era todo un dron: medía más de 40 centímetros de longitud y unos 70 de extremo a extremo de las alas. Pero las condiciones de entonces permitieron a los insectos alcanzar tallas hoy impensables: en aquella época el nivel de oxígeno en la atmósfera ascendía al 30%, frente al 21% actual. Los insectos no tienen pulmones, sino una red de tubos llamados tráqueas que llevan el oxígeno a los tejidos. Según los expertos, una mayor abundancia de oxígeno facilitaba un tamaño más grande, pero aquellos monstruos hoy no podrían respirar.
Los insectos tienen además otras restricciones. Según la bióloga Donna Bozzone, del Saint Michael’s College (EEUU), "si el cuerpo [de los insectos] con su exoesqueleto se escalara al tamaño humano, sería tan pesado que incluso patas y músculos apropiadamente dimensionados no podrían sostenerlo; no podría moverse". Otro problema es su sistema circulatorio, que tampoco podría llegar a todas las células para suministrar nutrientes y evacuar los productos de desecho. "Con un cuerpo tan grande, sería imposible", concluye Bozzone.
Monstruos marinos
Todo lo anterior cambia en el agua, donde es posible lograr tamaños mucho mayores que en tierra, ya que el obstáculo de la gravedad se ve aliviado por la flotación. De hecho, el mayor animal que jamás ha existido en este planeta continúa vivo hoy: la ballena azul, con sus 30 metros y sus más de 170 toneladas. Aunque no sabemos hasta cuándo lo estará; hoy su población suma de 10.000 a 25.000 ejemplares, entre un 3% y un 11% que hace un siglo. También los artrópodos, el grupo que incluye a los insectos, pueden dispararse en tamaño: si hubiéramos estado aquí hace 390 millones de años, un baño casual podría habernos enfrentado con el Jaekelopterus, un temible monstruo de 2,5 metros y un aspecto a medio camino entre gamba y escorpión.
Siendo así, ¿qué hay del tiburón blanco más famoso del cine, creado por Steven Spielberg en su clásico de 1975? Su longitud calculada por uno de los personajes, 25 pies, o 7,6 metros, era algo extrema, pero no imposible. Existe un registro histórico de un tiburón blanco de esa talla, y no en un lugar tan lejano como la costa de Nueva Inglaterra, sino mucho más cerca de nosotros: en 1969 se capturó en Mallorca un ejemplar para el que se registró una longitud de ocho metros, aunque posiblemente su tamaño real era algo menor.
Sin embargo, otros obstáculos como la cantidad de alimento necesaria son tan válidos como en tierra. En 2015, un estudio dirigido por el investigador de la Universidad de Duke (EEUU) Craig McClain indagó en los tamaños máximos que pueden alcanzar los animales marinos. La respuesta es "difícil y compleja", escribían, pero basten los ejemplos: "esponjas de barril gigantes de 2,5 metros de diámetro, la medusa de Nomura que pesa 200 kilos, cangrejos araña japoneses con 3,7 metros de pata, caracoles trompeta australianos con conchas de 0,722 metros, tiburones ballena de 18,8 metros, tiburones blancos de 7,13 metros, peces remo de 8 metros, morsas de 1.883 kilos, y por supuesto ballenas azules que alcanzan longitudes de más de 30 metros". "El océano está poblado por monstruos", concluía McClain.