El trabajo de un científico es descubrir cosas nuevas, pero pocos tienen la oportunidad de aprender algo importante sobre sí mismos y es casi seguro que nadie ha tenido nunca una revelación personal tan terrible como la que experimentó James Fallon una tarde de 2005.
Este profesor de neurología de la Universidad de California en Irving estudió durante años la base genética del comportamiento. A petición de un colega, comenzó a examinar algo más concreto: cerebros de psicópatas. A través de las imágenes de tomografía del cerebro, los científicos saben que este tipo de personas presenta una baja actividad en ciertas áreas de los lóbulos temporal y frontal, que son los que están relacionados con la empatía y con aspectos vinculados con la vida en sociedad, como los valores morales y el autocontrol.
A la vez que analizaba las imágenes de colores que mostraban los cerebros de asesinos psicópatas, a James Fallon se le había ocurrido estudiar los de su propia familia, así que el día en cuestión le llevaron los resultados hasta su mesa de trabajo. Tras echar un primer vistazo, confiesa que se sintió aliviado, no venían con nombres, pero todas eran tomografías muy normales, con predominio de los colores rojos y amarillos que indicaban una importante actividad cerebral en las zonas relacionadas con la empatía.
Todas menos una. Uno de los escáneres mostraba un cerebro con muchas zonas en tonos azules, calcado a los de los peores psicópatas que estaba estudiando. Por eso, pensó que el técnico las había mezclado, pero tras realizar las comprobaciones pertinentes descubrió no sólo que pertenecía a su familia, sino que estaba ante la imagen de su propio cerebro.
Antecedentes familiares
Al principio se lo tomó con buen humor. "No me sorprende", dice que afirmó su mujer al conocer la noticia. Más tarde siguió indagando y se sometió a análisis genéticos y descubrió que tenía las variantes del gen MAO-A que predisponen a un comportamiento más agresivo. Es más, al parecer en su familia había casos de violencia fuera de lo común, incluido un matricidio ocurrido varias generaciones antes.
Sin embargo, "yo no maté, ni violé, ni hice nada parecido", ha llegado a declarar. "Los genes cargan el arma y hacen que alguien sea vulnerable para convertirse en un psicópata", pero "la biología no te sentencia".
Fallon ha llegado a desarrollar una teoría muy concreta: para que se expresen los genes violentos hay que sufrir un episodio traumático en la niñez y así lo explica en sus conferencias.
"Psicópata pro social"
Como no es su caso, se autocalifica como "psicópata pro social", de manera que, aunque carece de la empatía que tienen la mayoría de las personas, es capaz de seguir las normas y tener relaciones sociales normales, pues se casó con su amor del instituto y tiene tres hijos y muchos amigos.
En su libro The Psychopath Inside (El Psicópata Interior) explica toda esta historia y la fascinación que le produce la complejidad del ser humano, tan marcado por sus genes como moldeable por su ambiente.