Diez cosas sobre el espacio que te enseñaron mal
A pesar de los avances en el conocimiento del espacio, aún existen múltiples mitos sobre lo que ocurre realmente más allá de la atmósfera de la Tierra.
16 agosto, 2017 02:30Noticias relacionadas
Desde niños dibujamos el Sol como un gran círculo amarillo o pensamos que la Luna tiene un lado oscuro al que nunca le da la luz. Ninguna de estas creencias es cierta. Se trata de leyendas sobre el espacio que, a pesar de haber sido desmentidas por la ciencia, aún nos acompañan. Muchos de estos mitos son fruto de la industria cinematográfica, que nos ha hecho creer que nos congelaremos al salir al espacio o que viajar entre asteroides es una auténtica odisea. Te desvelamos la realidad de las falacias espaciales como estas.
Ni amarillo ni naranja; el astro rey es blanco
Aunque los astrónomos califican al Sol de enana amarilla, lo cierto es que la luz que emite es técnicamente blanca. Sin embargo, la atmósfera, compuesta por gases y partículas microscópicas en suspensión, actúa como un gran filtro que modifica la luz.
Así, el efecto conocido como dispersión de Rayleigh es el responsable de que veamos al astro de color amarillo. También de que las tonalidades azules y violetas se transformen a nuestros ojos en el celeste tan característico del cielo y de que los atardeceres se tiñan de brillantes rojos, naranjas y rosas.
No siempre hace frío en el espacio
La temperatura en el espacio dependerá del lugar donde nos encontremos, como bien explican desde la NASA. Si estuviéramos en una zona de oscuridad total, la temperatura sí podría descender hasta los -156 ºC, mientras que, si recibiéramos de pleno la luz del Sol, nos tostaríamos a 121 ºC. Estas fuertes variaciones son una de las razones de que las naves espaciales incorporen sistemas térmicos y de que los trajes de los astronautas sean blancos y reflectantes.
No se ve la Gran Muralla China
Que la Gran Muralla China sea visible o no desde el espacio depende del punto donde consideremos que comienza éste por encima de la atmósfera. Si bien es cierto que desde la Estación Espacial Internacional, a 250 kilómetros de altura, se puede ver la Gran Muralla y otras muchas estructuras artificiales, más allá es imposible apreciar ninguna construcción. El propio Neil Armstrong lo confirmó cuando llegó a la Luna. Desde allí se podían distinguir algunos elementos como los continentes o los lagos, pero nada que fuera obra del hombre.
La Luna no tiene un lado oscuro
Existe una parte de la Luna que nunca vemos, pero eso no significa que esté oscura. De hecho, cada una de sus caras experimenta dos semanas de luz y dos de oscuridad. Esto se debe a que durante el periodo de traslación de la Tierra alrededor del Sol, nuestro satélite nos acompaña y recibe casi la misma cantidad de luz solar en toda su superficie. Eso sí, su lado oculto a los terrícolas presenta un terreno más accidentado que su cara visible.
Sí, hay gravedad
Acostumbrados a ver imágenes de astronautas flotando a la deriva por el espacio, es normal que pensemos que en el espacio no hay gravedad. Pero no es así. Dicha fuerza ha dado lugar a las órbitas planetarias, el Sistema Solar y las galaxias. Por ejemplo, la fuerza de gravedad del Sol afecta a todo el sistema planetario y la de la Tierra mantiene la Luna y los satélites artificiales orbitando a su alrededor. No obstante, se trata de una microgravedad que disminuye según nos alejamos del objeto que la produce.
El cinturón de asteroides es una zona tranquila
Adentrarse en esta región del Sistema Solar a bordo de una nave espacial nada tiene que ver con esquivar grandes rocas a toda velocidad. El cinturón de asteroides, entre las órbitas de Marte y Júpiter, es más bien un lugar bastante desolado. Aunque existen miles de millones de asteroides, estos están dispersos en un espacio de 50 billones de billones de kilómetros cúbicos. Por tanto, la probabilidad de que choquen entre ellos o con una posible nave es ínfima: una entre un mil millones.
¡Tranquilo! Tu teléfono no manda señales a satélites
Cuando hacemos una llamada telefónica, el proceso de comunicación tiene lugar en la Tierra. Los teléfonos móviles transmiten señales de radio inalámbricas que constantemente van desde unas torres a otras. Así, cuando haces una llamada, la torre más cercana te conecta a otro teléfono a través de una extensa red de conexiones de torre a torre y cables enterrados.
Solo los militares y, si acaso, los emisores de alguna llamada internacional utilizan los satélites para conectarse. Aún así, el 99% de los datos mundiales de comunicaciones viajan a través de cables submarinos.
La luz no es lo más rápido del espacio
Sin obstáculos, la luz puede viajar en el vacío a más de 300 millones de metros por segundo. Ahora bien, cuando circula a través de diferentes sustancias se ralentiza. Por ejemplo, la luz se mueve un 25% más lenta en el agua y un 59% a través de un diamante.
Por tanto, partículas como los electrones, los neutrones o los neutrinos pueden superar a los fotones de la luz en estos materiales.
En el espacio, los físicos aseguran que el vacío entre galaxias se llegó a expandir más rápido que la luz durante el Big Bang.
El Sol no está más cerca en verano
Lejos de aproximarse al astro, la Tierra está más alejada del Sol durante la temporada estival. La razón de una mayor incidencia de los rayos solares se debe a la inclinación de nuestro planeta. Cuando en el hemisferio norte es verano, el eje terrestre hace que sea esa mitad superior del globo la que esté más expuesta al Sol y, por tanto, los rayos del astro rey inciden más perpendicularmente sobre la Tierra.
La Tierra no es redonda
La extendida afirmación de que la Tierra es redonda es fruto de una simplificación. La verdadera forma de nuestro planeta es la de un esferoide oblato, es decir, está achatada en los polos y abultada en el ecuador. De hecho, el diámetro en el ecuador mide 43 kilómetros más que en los polos y podría aumentar. Según los científicos, el cambio climático y el derretimiento de los glaciares están provocando que la Tierra se incremente su volumen en el centro; aunque debería disminuir, ya que la rotación de nuestro planeta se ralentiza en una fracción de segundo cada año.