En los últimos tiempos, el análisis de los restos neandertales del yacimiento de El Sidrón, en el concejo asturiano de Piloña, nos ha permitido conocer aspectos tan relevantes como que esta especie humana practicaba el canibalismo, que llegó a tener sus propias aspirinas o que algunos de sus miembros eran pelirrojos. Sin embargo, la especie Homo más cercana a nosotros, desaparecida de la faz de la Tierra hace 40.000 años, esconde aún un buen puñado de incógnitas claves para entender la evolución.
Ahora, un equipo dirigido por Antonio Rosas, investigador del grupo de Paleoantropología MNCN-CSIC del Museo Nacional de Ciencias Naturales, ha conseguido reconstruir el patrón de crecimiento de un neandertal a partir del esqueleto de los restos de un niño del yacimiento asturiano bautizado como El Sidrón J1. La investigación, que acaba de ser publicada en la revista Science, apunta que el ritmo de crecimiento de los neandertales es muy parecido al del Homo sapiens -nuestros parientes más cercanos-, aunque los primeros tenían un desarrollo del cerebro y de algunas vértebras más lento.
Para llegar a esta conclusión, lo primero que hizo el equipo de Rosas fue determinar la edad del esqueleto infantil. El estudio anatómico y de las piezas dentarias de este neandertal asturiano arrojó que se trataba de un niño varón que murió con 7,7 años de edad, pesaba 26 kilos y medía 111 centímetros. A partir de aquí, compararon la maduración de los distintos sistemas anatómicos con "sapiens en un estado de formación idéntico" y comprobaron que "la manera de crecer de los neandertales era esencialmente similar a la nuestra", apunta Rosas.
Sin embargo, también encontraron dos diferencias sustanciales entre ambas especies. La primera de ellas es que la maduración de la columna del neandertal de El Sidrón se correspondería con la de un niño actual de entre cinco y seis años, por lo que estaría retrasada en el tiempo. La segunda tiene que ver con el cerebro: mientras que un niño ha terminado de desarrollar toda su actividad craneal a los siete años, a esa edad el cerebro de este neandertal aún no se había completado, alcanzando un 87,5% del volumen total antes de morir (unos 1.330 centímetros cúbicos).
Estas diferencias, sin embargo, no esconden que el crecimiento y desarrollo de los neandertales se ajusta a las características típicas de la ontogenia humana. Es decir, que compartimos un mismo modelo. "El organismo necesita invertir mucha energía para que nuestro cerebro se desarrolle. Nuestra estrategia vital es acoplar la demanda energética del cerebro con la del resto del organismo. De esta forma, conseguimos que lo que primero se desarrolle sea el cerebro y luego el resto del cuerpo", explica el investigador de CSIC. "Cuando el cerebro ha terminado su crecimiento, deja espacio para que el resto del cuerpo adquiera el tamaño adulto", añade. Según el investigador, que el desarrollo del neandertal no se hubiese completado podría deberse al "ahorro energético" de su organismo.
La siguiente pregunta sería: ¿por qué los neandertales y los humanos modernos compartimos este modelo de crecimiento? El investigador señala que lo más probable es que lo heredásemos de un antepasado común. “Los humanos modernos y los neandertales surgieron de un ancestro común reciente, por lo que podemos pensar que este modelo de crecimiento habría aparecido en una especie que se encontraba en un periodo posterior al Homo ergaster y anterior al Homo antecesor”, explica Rosas.
La cueva de El Sidrón, descubierta en 1994, ha proporcionado a los investigadores la mejor colección de neandertales que existe en la Península Ibérica, con un total de 13 individuos (siete adultos, tres adolescentes y tres niños) y alrededor de 2.500 restos óseos. "La idea es seguir avanzando en el estudio de un segundo juvenil y el resto de adolescentes, en los que hay un gran foco de interés", apunta el científico. En este puñado de huesos neandertales asturianos podría estar la respuesta a muchas de las incógnitas que aún existen sobre la evolución de la especie humana.