María Pérez Ortiz tiene un premio extraordinario de doctorado otorgado a los 24 años por la Universidad de Córdoba, uno de los primeros seis Premios de Investigación de la Sociedad Científica Informática de España y la Fundación BBVA, más de 60 trabajos publicados y una estancia como investigadora en Cambridge. También una vívida facilidad para la sonrisa que desaparece cuando recuerda la asignatura que le tocó impartir a alumnos de su misma edad. Uno de ellos, de hecho, había sido compañero de licenciatura.
"No gustó. Lo he sabido manejar, pero los chicos no llevan bien que les dé clase. Pero qué se le va hacer" - se repone con la misma y rápida determinación. "Hace falta que a las mujeres nos vean en la ingeniería, especialmente en la informática. Algo está cambiando, pero en EEUU por ejemplo hay ahora mismo muchas más mujeres estudiando informática. Hay trabajo por hacer desde las escuelas y los institutos, demostrando que es una carrera divertida y creativa con un amplio abanico de salidas, del diseño web a los videojuegos, o la inteligencia artificial...".
Los videojuegos fueron precisamente lo que atrajeron a María en un primer momento a la informática. "Después quería hacer matemáticas. No sabía que la investigación fuese una vía, la carrera no la planteaba. Las asignaturas teóricas, como las físicas o la estadística, son las que se les suelen quedar a los estudiantes de informática. Creen que no sirven para nada". Pero en segundo empezó a cursar las bases del machine learning, el aprendizaje automatizado. "Me encantó. Combinaba las matemáticas con la estadística, y pensé que era un área a la que me podía dedicar".
El salto de gigante llegó al buscar un director para el proyecto de fin de carrera. Descubrió al equipo de los profesores César Hervás-Martínez y Pedro Antonio Gutiérrez Peña, y ellos la introdujeron en el proyecto en el que llevaban trabajando desde 2010 junto al Hospital Reina Sofía de Córdoba y la Sociedad Española de Trasplante Hepático. Su objetivo: desarrollar un modelo matemático que mejore la supervivencia de los receptores de un trasplante de hígado.
Hacia el trasplante sin riesgo de rechazo
¿Qué ocurre si usted acude a la Sanidad porque necesita recibir un hígado? Se le colocará en determinada posición dentro de la lista de espera atendiendo a criterios médicos tales como la gravedad de su dolencia. Pero no existe un modelo predictivo que calcule las posibilidades de que su cuerpo rechace el órgano donado. El trabajo teórico de María Pérez ha logrado resolver esta incertidumbre en un 80% de los casos.
"Consiste en introducir información sobre el donante, el receptor y el tipo de cirugía a realizar" - explica. "A partir de ahí se extrae el grado de compatibilidad con el paciente. Podemos saber si el trasplante va a ser rechazado, y en ese caso, cuánto va a durar el hígado funcionando: quince días, un año...". Ahora, médicos coordinados por la Organización Nacional de Trasplantes están introduciendo datos reales a través de una app para cotejar en vivo su efectividad.
Si bien este es un proyecto bandera, no es ni mucho menos el único: María ha desarrollado desde modelos para el análisis paleoclimático que ha aplicado la ESA a redes de drones aplicadas a la agricultura para detectar malas hierbas. La multidisciplinariedad, explica, es motivadora. "Un experto viene, te explica su investigación y te plantea las carencias que percibe. En la ciencia de datos, el reto del ingeniero es seleccionar el modelo apropiado. Y a partir de ahí, ajustarlo, analizar los datos, limpiarlos e interpretarlos para obtener resultados".
En ello consiste, en definitiva, el aprendizaje automático a partir de redes neuronales que investiga. Y hay pocos ámbitos, sino ninguno, en los que no resulte útil. Si el modelo para el trasplante hepático termina validado, el siguiente desarrollo abordaría los de pulmón. "Eso es lo que me gusta a mi realmente" - confiesa. "No se trata solo de crear modelos teóricos. Cada proyecto abre mundos nuevos que tienes que empezar a estudiar desde cero".
"Sé que me voy. No sé si podré volver"
Hay algo que la joven investigadora insiste en dejar claro en la entrevista: "Yo me fui porque quise. España me daba oportunidades. Tuve incluso que rechazar varias. Sé que no es una realidad para el resto, pero yo llevo contratada para investigar desde los 20". Cambridge, sin embargo, ha revolucionado su universo con un caleidoscopio de puertas abiertas. "En lugar de ponerte piedras en el camino, te dan facilidades para meterte en los proyectos que quieras. Sobre todo en cuanto a la financiación".
Una de las diferencias que le ha sorprendido es la integración de las empresas tecnológicas en la investigación académica. Actualmente aplica su trabajo sobre redes neuronales a la visión computerizada, desarrollando para Apple las pantallas del futuro. "A partir de experimentos psicofísicos, entrenamos un modelo de machine learning que simule el ojo humano tal y cómo percibe la imagen. Las pantallas actuales reproducen una ínfima cantidad de colores con respecto a los que percibimos. Nosotros trabajamos con todos ellos".
Con la edad, perdemos capacidad para ver el azul; una aplicación de su trabajo podrá ser una pantalla que se sature automáticamente de este color para un usuario talludito. Otra, la de generar una percepción de la noche fotorrealista para entornos virtuales para videojuegos que en breve serán indistinguibles de la experiencia real. "Si tú desarrollas proyectos de éxito, sabes que vas a tener tu lugar" - reflexiona sobre el mundo académico anglosajón. "Ahí ven tu proyección, tu valía, la velocidad a la que has logrado las cosas y tu potencial".
"Y eso es algo que no valoran aquí" - lamenta. "Ser joven te perjudica, porque al competir por una plaza no puedes haber sumado un currículum comparable al de alguien de mayor edad". La perspectiva de verse abocada al sector privado no termina de convencerla: "Creo que perdería mi libertad. Pero no sé si podré volver a la universidad en España. Dentro de lo que cabe, tienes que conocer gente aquí. Y no es un sistema lo suficientemente limpio como para saber que basta con echar el currículum para que en algún momento te cojan".
Junto a María Pérez Ortiz (Universidad de Córdoba), los ganadores de los Premios de Investigación Sociedad Científica Informática de España-Fundación BBVA son Cristóbal Camarero (Universidad de Cantabria); Josué Feliu Pérez (Universidad Politécnica de Valencia); Petar Jovanovic (Universidad Politécnica de Cataluña); Elena Garcés (Universidad de Zaragoza); y Alejandro Ramos Soto (Universidad de Santiago de Compostela).