Es difícil ver en Olga Levitskaya a una bióloga y estudiante de neurociencia cuando se pone sus ajustados trajes. Vistiéndolos, esta moscovita de 25 años parecería que ha venido desde un mundo donde, gracias a la tecnología, es posible vivir con cuerpo de sirena y donde la humanidad ha superado a la muerte. Éste último constituye, de hecho, uno de los últimos objetivos que siguen los adeptos al transhumanismo. Esta filosofía futurista, que empezó a echar raíces en el siglo XVIII - aunque hay quien quiere ver sus orígenes allá en los tiempos de la civilización sumeria - inspira a Olga. Ella misma se define como transhumana.
"Soy una transhumana y las ideas transhumanas son las principales ideas de mi proyecto. Mi objetivo es alcanzar la posibilidad de no morir", dice Olga a EL ESPAÑOL desde Moscú. Allí se encuentran las oficinas de su empresa CyberMyonics. Con esa firma, Olga está presentando esos trajes dignos de película de ciencia-ficción. Se llaman Cyber-Suits – o 'cibertrajes' – y, para esta joven, el día de mañana pueden ser clave para la mejora de la humanidad.
El autor estadounidense-iraní Fereidoun M. Esfandiary, transhumanista conocido entre los adeptos de esta filosofía de inspiración futurista que se hacía llamar FM-2030, definió en su día al transhumano como un "humano en transición". A saber, "alguien que, gracias a su uso de la tecnología, valores culturales y estilo de vida, constituye un vínculo con la era de la post-humanidad", según ha explicado Nick Bostrom, profesor de filosofía de la prestigiosa Universidad de Oxford. Tecnología y estilo de vida son clave en los 'cibertrajes' de Olga.
Para ella, esos ajustados modelos dotados con luces y con capacidad para electroestimular partes del cuerpo pueden ser una herramienta con la que "la gente alcance el máximo de sus capacidades, físicas y mentales, porque permiten tener un cuerpo más sano". "El Cyber-Suit estimula tus músculos. Seis horas con el traje puesto equivalen a una hora de deporte, pero tu cuerpo se ejercita sin darse cuenta", explica Olga. "El traje hace la vida más cómoda y fácil. Y te sientes más feliz porque te hace segregar las hormonas de la felicidad que el cuerpo segrega cuando estás haciendo deporte", añade esta joven científica.
Sin embargo, ella ve en ese proyecto mucho más, muchísimo más. "Los Cyber-Suits son una gran investigación. Y espero poder alcanzar avances como poder leer los recuerdos y poder transferirlos a un cuerpo sano o a un nuevo cuerpo que sería mecánico", plantea Olga. Esa idea no es nueva. Constituye, de hecho, uno los escenarios preferidos de muchos transhumanos.
Esa es una de las grandes ilusiones que tiene puesta en la tecnología gente como Olga, o transhumanos que creen en la utilidad de la criónica. Es decir, la preservación a bajas temperaturas de seres humanos con la esperanza de que, en el futuro, puedan ser revividos y, así dar con un mundo cuya tecnología haga posible, por ejemplo, el tratamiento de enfermedades hoy incurables.
Olga está marcada por la idea de superar la muerte. Tras sus intenciones hay un drama personal. "Cuando tenía cuatro años, mi padre, que era astronauta, murió en un accidente", recuerda. "Entonces decidí ser doctora, quería superar los límites de la medicina. Pero sabía que tenía que desarrollar nuevos equipos. Por eso me dediqué a la biología y a la bio-ingeniería. Quiero superar problemas de la gente como el envejecimiento y alcanzar la inmortalidad en mi vida. Me da igual lo cueste", sostiene Olga.
12.000 euros para probar los trajes
El coste de sus trajes, todos aún prototipos, es elevado. "No estamos vendiéndolos todavía. Estamos ofreciendo la posibilidad de hacer que la gente participe en el uso de los trajes. La idea es investigar el sistema neuronal del cerebro de los humanos mientras lo llevan. Participar cuesta 12.000 euros", aclara la responsable de Cyber-Myonics. La idea, en ese proyecto, es que, durante 30 días, los participantes en la prueba vistan el traje. Sólo después se lo podrían quedar en propiedad.
"Ahora tenemos la posibilidad de hacer una prueba. Probaremos 30 trajes en varias personas", dice Olga. Ella misma afirma que habla a este periódico mientras lleva un 'cibertraje'. “El Cyber-Suit hace que sientas felicidad y pierdas peso. Por eso yo lo llevo ya todos los días y por eso lo llevo ahora mismo, mientras hablamos", revela. Sobre sus trajes, Olga se limita a afirmar que presentan una "composición muy complicada". "Los componen una docena de materiales diferentes. Están integrados, conectan nervios y partes del cuerpo para que trabajen", apunta.
Ella, que no duda en ser la propia modelo femenina de Cyber-Myonics, aparece en prácticamente todas las fotos de los productos de su empresa. En buena medida, ella se presenta como el ejemplo de lo mucho que sirven sus trajes. Aunque cabe ser escéptico sobre si acercarán esos modelos a la versión futura del ser humano, los 'cibertrajes' sí que parecen contribuir a perder peso a las personas que los prueban. "A mí me permitió perder 30 kilos en dos meses", asegura Olga.
Esta empresaria y científica de cuerpo escultural no siempre tuvo un físico tan propio del mundo de la moda. Una lesión en la mano, sin embargo, fue decisiva para que cambiara de aspecto. No se puso a régimen. Osó empezar a desarrollar la tecnología de los que hoy son sus cibertrajes.
"Hace un tiempo, sufrí una grave lesión en el brazo. Entonces estaba estudiando música, tocaba el saxofón y la guitarra. La lesión me causó una gran decepción, porque mi sueño era tocar un contrabajo. Por eso pregunté en el hospital si después de recuperarme de la lesión podría tocar el contrabajo. Me respondieron que no era posible", cuenta Olga.
Su respuesta fue crear ella misma una solución. "Desarrollé un prototipo para poder tocar el contrabajo. Fue un guante de electroestimulación de la zona afectada por la lesión. Tardé seis meses en desarrollarlo. Después de crearlo, lo usé un mes y, tras ese tiempo, ya estaba tocando el contrabajo en una orquesta sinfónica", dice. "Probé mi tecnología en mí misma", abunda.
Los transhumanos que quieren matar a la muerte
Eso fue hace algo más de dos años. Su empresa quiere desarrollar investigaciones sobre una treintena de personas y producir varias generaciones de 'cibertrajes'. "Hay uno para llevar todos los días, para hacerse más fuerte e inteligente y hay otra versión para astronautas, para gente que va a pasar largo tiempo en el espacio, porque allí están sin gravedad y esto físicamente es un problema", expone Olga.
Seguramente el modelo más extraño de los que ha confeccionado hasta ahora es el que más bien parece un disfraz de sirena. "Me visto como una sirena para investigar cómo se conecta el cuerpo humano con partes artificiales del cuerpo, como una cola de pez" - subraya Olga.
Independientemente de si sus investigaciones tendrán o no éxito, CyberMyonics y sus trajes pasan por ser unos de los atractivos de la escena transhumanista internacional. Tanto es así que la prestigiosa publicación estadounidense The National Geographic ilustraba con un retrato de Olga un artículo sobre el transhumanismo en Russia. "Esta gente cree que la muerte sólo es algo temporal", rezaba el texto.
En realidad, el transhumanismo está lejos de ser una corriente típicamente rusa. Bien lo sabe Olga. "Tenemos una red de amigos y compañías que también están trabajando en la misma dirección que nosotros. Los hay en Estados Unidos, pero también en Moscú y San Petersburgo. A veces nos reunimos, en think tanks, para lanzar investigaciones", explica Olga.
En EEUU se encuentra, por ejemplo, el Instituto de la Extropía, un think tank interesado en aquellas investigaciones dedicadas a la mejora de la condición humana. Humanity+, una organización antes llamada Asociación Mundial Transhumanista y otro referente para Olga y compañía, celebró el pasado mes de marzo en nuestro país unas jornadas bajo el título 'España y el Transhumanismo'.