24 horas después de retener por los hombros a Soraya Sáenz de Santamaría para hacerle saber que se alegraba de su marcha tras la moción de censura, Juan Carlos Monedero pedía disculpas. La escena había concitado críticas casi unánimes en las redes, aunque el fundador de Podemos prácticamente achacaba la controversia al ángulo del objetivo de la cámara. "No me gusta la foto pareciendo el fuerte. Vayan mis disculpas" - tuiteaba.
Monedero abundaba en sus motivos un día después en un extenso post en su blog de Público. Reiteraba sus excusas ya que había recibido reproches incluso de parte de simpatizantes de su propio partido, y admitía que podía haber cometido un 'micromachismo' por falta de sensibilidad. Al mismo tiempo, insistía en su batería argumental: que ese gesto es común en él también para hombres - añade de hecho una pintoresca galería de fotos para probarlo - y que en cualquier caso la invasión del espacio personal de la exvicepresidenta estaría justificada por el enorme poder que incluso entonces ella atesoraba.
Pero Monedero está equivocado en ambos casos, y en ello reside el rechazo casi universal que ha provocado el gesto. Así lo interpreta Juan Manuel García López, cuya especialidad es la sinergología, el estudio de los gestos de los que no somos plenamente conscientes en las interacciones humanas. "La escena está cargada de beligerancia y de desprecio hacia Soraya Sáenz de Santamaría" - describe a EL ESPAÑOL. Y aunque mantengan las formas dentro de la corrección política, el efecto de las neuronas espejo (neuronas cubelli) provoca que sintamos la tensión como propia de manera inconsciente.
Es evidente que no estaba en mi voluntad y que hubiera hecho lo mismo si el que salía en ese momento hubiera sido Montoro o Rajoy (aunque a ellos no los conozco personalmente y a Sáenz de Santamaría sí) - escribe Monedero. García López no pone en duda esto: el polítologo sin duda habría intentado la misma maniobra con un hombre. Pero como suele suceder, esgrimir que la Igualdad es extrapolar cualquier interacción entre hombres a las mujeres es un argumento falso: "De tratarse de Rajoy, el desprecio y la altivez no habrían quedado tan marcados" - explica el experto.
1) Brazos sobre los hombros. Hice un gesto que, aunque lo repito con hombres y mujeres, ha sido leído por personas a las que respeto como un gesto machista - escribe Monedero. Agarro por los hombros a Sáenz de Santamaría y ella pone su mano sobre mi brazo después de darnos un par de besos.
Técnicamente, la descripción es correcta. Pero hay una diferencia entre posar amistosamente la mano en el hombro y lo que observamos en las imágenes. "Se trata de una postura pronadora" - explica García López. "Aplica fuerza sobre el interlocutor e impone el control mediante las manos". Un ejemplo brillante de una situación equivalente fue el famoso estruje de manos entre Donald Trump y Emmanuel Macron. Pero con los hombros apresados, la exvicepresidenta estaba cautiva.
2) Expresión de desprecio. No hubo en mis palabras a Sáenz De Santamaría gritos ni insultos, sino afabilidad en las formas y un gesto en la cara sonriente y sin crispación - prosigue el relato del politólogo. Efectivamente, hay una sonrisa "social" y un intercambio de besos, pero la cordialidad está ausente. Una curiosidad que nos regala el sinergólogo: los besos de izquierda a derecha son por compromiso, los de derecha a izquierda implican verdadero cariño.
Observemos el rostro de Monedero, insta García López. "Tiene un gesto muy característico, la elevación de las cejas unida a la caída de los párpados. Prueba a hacerlo tú mismo frente al espejo: es la expresión por excelencia del desprecio".
3) Barbilla alta. En su post, el fundador de Podemos sigue echándole la culpa al efecto la diferencia de talla entre ambos. La composición, que reconozco que no es amable, no se debe a que la Vicepresidenta sea débil, sino a que, aunque yo no haya sido agraciado por una estatura notable, es evidente la diferencia.
Pero cuando conversamos con alguien, explica el sinergólogo, inconscientemente buscamos el modo de situarnos cara a cara al mismo nivel. "Si Monedero se hubiera encorvado siquiera ligeramente, sería una postura que favorecería el diálogo. Lo que hace es todo lo contrario, mantener el cuello en tensión y la barbilla alta. Lo conocemos como elevarquía, imponer la jerarquía por altura, aprovechando un factor sistémico, la talla menor de Sáenz de Santamaría".
4) Dominancia. Lamento sinceramente que haya parecido un gesto de fuerza porque hay que erradicarlos -y reitero mis disculpas- pero Soraya Sáenz de Santamaría nunca ha sido débil frente a mí. Ahí reside el quid de la cuestión para Juan Carlos Monedero: era el momento de interpretar ante las cámaras el cambio de paradigma que ha supuesto la caída del Gobierno de Mariano Rajoy.
El politólogo tenía sin embargo recursos válidos para conseguir el mismo efecto sin resultar avasallador. Sin deseaba que la exvicepresidenta no se escabullera, bastaba un firme apretón de manos. "Es lo que hace Trump: ofrece una mano en supinación, subordinada, pero la cierra y atrae hacia él a la persona a la que saluda" - ilustra García López. O, si quería algo más cercano pero igual de efectivo, podría haberla tomado por la parte inferior del brazo. "Hubiera resultado menos violento".
5) Palmetazos defensivos. Otro de los argumentos de Monedero para negar los excesos es el hecho de que la exvicepresidenta no tratase de zafarse. No es persona Sáenz de Santamaría que tolere ninguna falta de respeto. Sin olvidar que estaba rodeada de guardaespaldas que me hubieran roto un brazo de identificar la mínima violencia.
Lo cierto es que en los breves segundos que dura el encuentro, Sáenz de Santamaría palmea los antebrazos del fundador de Podemos con más fuerza de lo que la cordialidad recomienda. "Está a la defensiva" - corrobora el sinergólogo, pero le resta importancia: "No está tratando de liberarse, sino de marcar distancias. Es un gesto para crear una barrera".
6) Control de la situación. Si Juan Carlos Monedero deja traslucir lo que realmente siente por su interlocutora, la actitud de Soraya Sáenz de Santamaría es radicalmente opuesta. "Lo que vemos en la expresión de su rostro es lo que denominamos boca en ostra", en referencia a la particular 'mueca' de este bivalvo, explica García López. "Es la prueba de la retención de ideas, del control de las emociones".
7) Humillación. Con todo, mientras conversa con el periodista, el sinergólogo hace un último hallazgo. "Lo acabo de ver al final, cuando se separan y la tensión se deshace. Al girarse, se observa una contracción de su hemicara izquierda mientras la derecha sí que reacciona. Es la señal de la activación de una intensa emoción negativa, porque la distinta sensibilidad de los dos hemisferios cerebrales a las emociones se traduce en la disparidad del rostro".
"Hay que entender que se trataría de la suma de todos los acontecimientos recientes" - concluye García López. "Pero en aquél momento, Soraya Sáenz de Santamaría estaba profundamente afectada".