Las investigaciones sobre las conexiones neuronales avanzan a paso lento pero seguro. Desde que Ramón y Cajal describiese a finales del siglo XIX su Teoría Neuronal -cómo fluye la información por el cerebro- los avances en este campo científico han permanecido casi inmutables durante el siglo pasado.
Ahora, científicos de la Universidad de Szeged (Hungría) han descubierto un conjunto neuronal que podría emplear su particular forma para controlar el flujo de información que viaja entre distintas regiones del cerebro. Sus dentritas -terminaciones nerviosas que posibilitan la conexión intraneuronal- se ramifican de una forma particularmente densa, que recordó al equipo del laboratorio Tamas a una rosas sin sus pétalos.
"Es especial por su forma, sus conexiones y también por los genes que contiene", explica Trygve Bakken, coautor de la investigación publicada en Nature Neuroscience. El equipo bautizó a estas nuevas neuronas rosehip, denominadas escaramujo o rosa canina en castellano.
Los investigadores aún no pueden confirmar sus hipótesis sobre las funciones de estas neuronas. Lo que sí se sabe es que se localizan en el neocórtex, la capa externa del cerebro que proporciona recuerdos, conocimientos, habilidades y experiencia acumulada. Básicamente se encarga de la conciencia humana, una característica exclusiva de nuestra especie y que presupone la importancia del descubrimiento.
"Es demasiado pronto para confirmar que estas neuronas son excusivamente humanas porque aún no hemos investigado en otras especies", admite Ed Lein, investigador en el Allen Institute de Neurociencia en Seattle.
Los circuitos de la corteza cerebral están formados por dos tipos de neuronas: excitadoras o piramidales e inhibidoras o interneuronas. Para el correcto funcionamiento de la corteza es necesario que se mantenga un equilibrio entre las actividades excitadora e inhibidora de estos tipos celulares. Las neuronas descubiertas pertenecerían a este segundo tipo.
El año pasado, miembros del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) demostraron la existencia de la Neuregulina-3, una molécula que controla la formación de estos circuitos inhibitorios en la corteza cerebral.