1995 fue un año de intensas emociones. Mientras desaparecían las Galerías Preciados engullidas por el Corte Inglés, los gerifaltes de la UE decidían en Madrid matar a la peseta para que naciera el euro. Arancha Sánchez Vicario quedaba primera en el ranking ATP, y Anabel Conde segunda en Eurovisión. Se inauguraba Port Aventura en Tarragona y el Metro de Bilbao. Y la gente descubría que podía tener orgasmos al bostezar, según advertía una nota publicada en New Scientist.
Según relataba la publicación especializada, 'el Internet' -como denominaban a la Red en la época de los módems chirriantes- estaba "enfervorecido" -hoy diríamos que 'ardiendo en Twitter'- por el contenido de un artículo publicado en The Canadian Journal of Psychiatry: 'Efectos secundarios inusuales de la clomipramina relacionados con el bostezo'. El fármaco mencionado es un antidepresivo del grupo tricíclico, y la inesperada consecuencia de su prescripción no es otra que la de provocar 'bosgasmos' (yawngasms), como otro medio los bautizó con humor.
Lo curioso es que el trabajo había sido publicado doce años antes, y habría pasado desapercibido fuera del ámbito académico de no ser por los foros, heroicos pioneros digitales. Fue en uno grupos de discusión especializado en escarbar en literatura científica en donde el dato comenzó a circular, llamando la atención de los periodistas especializados. Todo lo cual convierte a esta historia en un antepasado de los virales, una década antes de que este término comenzase a aplicarse a la información.
Y no es para menos, dado su contenido. Los investigadores canadienses relataban el caso de una paciente a la que se le había recetado clomipramina para tratar la depresión. Tres meses después, el psiquiatra constató que había mejorado y se disponía a retirarle el tratamiento, pero ella preguntó tímidamente si "no podría seguir tomando" el fármaco, a ser posible "a largo plazo". Terminó confesando que la medicación le provocaba orgasmos al bostezar. Fueron espontáneos al principio, pero había terminado por dominar la técnica para tenerlos a placer.
Otro de los cuatro casos descritos era el de un hombre, que había descubierto también sobre la marcha los gozosos efectos secundarios de su tratamiento. Pero si bien la anterior paciente podía disimular sus 'bosgasmos' en la vida diaria, en caso del varón se producían situaciones, en sus propias palabras, "embarazosas y violentas". Pero ni por esas quería dejar de tomar la clomipramina: había resuelto la incomodidad haciendo de necesidad virtud y llevando un preservativo de forma permanente.
¿Pero cómo se producen los 'bosgasmos'?
Si la clomipramina no ha provocado una revolución sexual en estas últimas décadas como sí lo hizo la Viagra, desarrollada originalmente para la hipertensión, es porque los cuatro casos descritos en el trabajo eran excepciones. 'Los ganadores de la Lotería', de hecho, según explicaban especialistas entonces, porque los principales efectos secundarios del fármaco sobre la sexualidad son inequívocamente negativos: incluyen la disfunción eréctil en un 20% de los pacientes y la anorgasmia o dificultad para eyacular hasta para el 40%.
Los antidepresivos tricíclicos actúan sobre los neurotransmisores para inhibir la recaptación de serotonina y noradrenalina, lo que permite que aumenten sus niveles en el cerebro. Eso ha probado su eficacia a la hora de tratar determinados cuadros depresivos, así como trastornos como la bipolaridad o el obsesivo-compulsivo (TOC). Pero la clomipramina, como explicaba Neurotic Physiology, tiene efectos colaterales sobre otros receptores como los adregénicos. Los adrenoreceptores tienen entre sus funciones activar procesos de vascularidad.
Y aquí es donde ocurría la magia, porque el receptor adrenérgico alfa 2 controla la vasoconstricción en los músculos genitales necesaria para provocar el orgasmo. "Magia" es en realidad el término adecuado, porque el mecanismo concreto del 'bosgasmo' sigue siendo un misterio para la ciencia, partiendo del hecho de que aún ignoramos qué función cumple realmente el bostezo para el organismo.
Una teoría es que supondría un "subidón" de oxígeno para estimular tanto el flujo sanguíneo como los procesos neurológicos. El cóctel del placer, efectivamente, para este 5% de afortunados consumidores de clomipramina.