Las familias españolas despercian medio kilo de comida a la semana. De hecho, somos el séptimo país europeo que más alimentos en buen estado tira a la basura. En el Viejo Continente se llegan a derrochar alrededor de 89 millones de toneladas de alimentos valorados en 143.000 millones de euros. Todo un gasto económico y ecológico en un contexto en el que la desigualdad económica aumenta por todo el mundo. Un dato representativo: en España, el 10% de los más ricos acaparan el 57% de la riqueza del país, de acuerdo con el Informe sobre la Desigualdad Global del año pasado, elaborado por la Paris School of Economics. Para ese medio kilo de comida derrochada se habrán gastado recursos hídricos, terrenos... además de las consecuentes emisiones de carbono.
Conservar sobras es la solución idónea. La fecha de caducidad en los envases no indica el momento adecuado para tirar el producto, sino la fecha a partir de la cual deja de estar en sus condiciones de sabor óptimas. Sin embargo, es recomendable envasarlos y conservarlos en condiciones de refrigeración. Parece una obviedad, pero este nuevo estudio analiza precisamente la muerte de un ciudadano belga que ignoró estos consejos.
El caso se produjo en Bruselas durante 2008, y fue analizado años más tarde por el Journal of Clinial Microbiology. Su contenido se ha viralizado tras la publicación de un vídeo sobre el caso en un canal médico con cerca de un millón de suscriptores. El fallecido, de 20 años de edad, ingirió un plato de pasta con tomate cinco días después de su preparación y sin ningún tipo de refrigeración o conservación.
De acuerdo con el informe microbiológico, el joven metió la pasta en el microondas tras conservarla durante casi una semana a temperatura ambiente. Media hora después de ingerirla comenzó a experimentar dolor de cabeza, dolor abdominal y náuseas. Durante el resto del día vomitó y experimentó sucesivos episodios de diarrea durante la medianoche. Al día siguiente, sus padres fueron a levantarlo a las 11 de la mañana al ver que no se despertaba. Lamentablemente, el chico estaba muerto. La autopsia concluyó que la hora de su fallecimiento se habría producido a eso de las cuatro de la madrugada. Se cree que la causa exacta de su fallecimiento fue el parón de su hígado y páncreas.
El joven había sufrido una intoxicación alimentaria producida por Bacillus cereus, una bacteria productora de enterotoxinas cuyo ciclo vital en el organismo no se alarga más de 24 horas. Los científicos encontraron en los restos de comida altas cantidades de cereulide, una toxina que produce los mismos efectos inflamatorios que la mucosa intestinal. Los alimentos que suelen contaminarse por B. cereus y cereulide suelen ser aquellos ricos en almidón (patatas e hidratos como la pasta), aunque otros tipos de nutrientes también pueden verse afectados.
Las bacterias se mueren tras exponerse a temperaturas por debajo de los 4ºC, o tras calentarse a más de 100ºC. Bacillus c. produce bastantes intoxicaciones alimenticias a lo largo del año, aunque con una manipulación responsable de los alimentos no debe temerse en absoluto.