La extinción de los planetas es algo que interesa enormemente a la ciencia, por razones que atañen directamente a nuestra especie y a cualquier forma de vida conocida. En el caso de la Tierra, es imposible determinar que fenómeno causará la desaparición de su biodiversidad. Lo que sí se sabe es que dentro de aproximadamente 7.590 millones de años, el Sol engullirá por completo al planeta azul. Será durante su fase de gigante roja, la penúltima de su ciclo. En este momento ya habrá consumido todo el hidrógeno de su núcleo y su capa exterior entrará en una fase expansiva. Según las últimas estimaciones comprendidas en este estudio, tendrá una masa 260 veces mayor y será 2700 veces más luminoso.
Los científicos no se ponen de acuerdo en cómo será la muerte definitiva de nuestra estrella y seguro de vida. En cualquier caso, es un escenario halagüeño para la Tierra: hay planetas que se desintegran antes de que lo hagan las propias estrellas que orbitan. Esta inyección de optimismo existencial corre a cargo de investigadores de la Universidad Johns Hopkins. Su departamento de Astronomía ha seguido la desintegración de GJ 3470b, un planeta de masa similar a Neptuno que rota alrededor de una enana roja. Los científicos calculan que se encuentra a unos 96 años luz de la Tierra.
En este estudio, publicado por Astronomy & Astrophiscs, han querido averiguar las causas de por qué este planeta se extingue 100 veces más rápido que otro planeta de tamaño similar. GJ 436 se encuentra en la constelación de Leo, a solo 33 años luz de la Tierra. Tiene entre 4 y 8 billones de años, pero su desaparición tarda más en condiciones similares al nuevo descubrimiento, con solo 2 billones de aniversarios a sus espaldas.
"GJ 3470b pierde masa más rápido que cualquier otro planeta que hayamos estudiado hasta ahora", explica David Sing, líder del estudio. "En tan solo unos cuantos billones de años, la mitad del planeta habrá desaparecido". Estas conclusiones son parte de una macroinvestigación conducida por el propio Sing. El astrofísico pretende medir las atmósferas de 20 planetas extrasolares mediante el telescopio Hubble, perteneciente a a la NASA. Para ello emplea diversos tipos de luz: ultravioleta, óptica e inflarrojos. ¿El objetivo final? Determinar la pérdida de masa por causa de la evaporación que provocan las propias estrellas que orbitan.
Para los astrónomos, resulta complicado encontrar planetas del tamaño de GJ 3470b o Neptuno. El estudio de Sing puede dar luz a una nueva hipótesis: podría ser común para estos cuerpos celestes una pérdida de tamaño debido a los efectos de la evaporación. Hasta ahora, resultaba complicado encontrar muestras "cercanas": los telescopios actuales no alcanzan a analizar planetas localizados a más de 150 años luz.
El equipo de la Johns Hopkins calcula que GJ 3470b ha perdido un 35% de su masa total. Su masa gaseosa desaparecerá, y solo su base rocosa dejará testimonio de su previa existencia.
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