"Hace un mes nadie podía entender por qué Sánchez necesitaba 14 médicos personales. Hoy ya lo sabemos. Era por el coronavirus. Él ya sabía lo que iba a pasar". Mensajes así circularon en abundancia durante el confinamiento nacional, entre marzo y junio de 2020. Más de 530 diferentes, según las tres organizaciones verificadoras reconocidas por el International Fact-Checking Network (IFCN) en España: Maldita.es, Newtral y EFE Verifica. Ahora, el principal estudio sobre los bulos de la pandemia permite diseccionarlos: nos encontramos frente a un bulo por "descontextualización", ya que, como se explicó entonces, el equipo médico adscrito a Presidencia existe desde hace décadas.
La revista PLOS One publica ahora el resultado de dos años de trabajo dirigidos por Ramón Salaverría, catedrático de periodismo de la Universidad de Navarra e investigador principal del proyecto RRSSalud - La difusión de noticias falsas sobre salud en redes sociales. Realizado con una Ayuda a Equipos de Investigación Científica de la Fundación BBVA, ha contado con la colaboración de las tres organizaciones verificadoras, el apoyo de técnicas de Big data implantadas con el Barcelona Supercomputing Center – Centro Nacional de Supercomputación, y un equipo en el que también participa el catedrático de microbiología y popular divulgador, Ignacio López-Goñi.
"Nosotros distinguimos el bulo del error", explica Salaverría a EL ESPAÑOL sobre los mensajes desinformativos que circulan en redes sociales y chats de mensajería. "El bulo, en distinto nivel, siempre tiene intencionalidad de inocular la falsedad". Las cuatro categorías identificadas, en orden de gravedad creciente, arranca por la broma, que retuerce la realidad intencionadamente pero sin pretender un engaño masivo. A continuación, vendría la exageración, frecuente en el lenguaje político. La descontextualización y el engaño serían las dos más severas. "En los medios, en cambio, lo más habitual es que las falsedades se produzcan fruto del error", precisa.
Una vez se lanza el bulo, muchos ciudadanos podemos terminar funcionando como "colaboradores indeseados", difundiendo de buena fe contenidos falsos. Los investigadores han detectado mecanismos como la 'autoridad ampliada', cuando se da voz a un médico o científico que no es especialista en la materia. También han contribuido fenómenos que denominan 'ciencia apresurada', 'descontextualizada' o 'mal interpretada', y que se relaciona con el "auge de los preprints", las publicaciones provisionales que florecieron durante la pandemia. Así, indicios de una relación entre la nicotina y la recuperación de la Covid se tradujeron erróneamente en una recomendación para fumar en Twitter.
La colaboración indeseada no es el único vector de propagación. "Los contenidos desinformativos son mucho más poderosos si la percepción social es que son mayoritarios. Es mucho más difícil llevar la contraria a la mayoría", explica Salaverría. Entra aquí el fenómeno de la amplificación automática por usuarios reales o no. "Las campañas desinformativas buscan generar una sensación gregaria, incluso artificialmente a través de bots", ilustra. "Una de las líneas desinformativas por parte de Rusia durante la invasión de Ucrania pasa por crear toda una serie de perfiles que reproducen de forma sistemática y masiva las tesis prorrusas".
La relación entre ambas crisis es cercana: Maldita analizó los grupos de Telegram que estaban diseminando contenidos desinformativos durante la pandemia y durante la invasión de Ucrania, y descubrió que son los mismos. "Ya durante la pandemia, se percibía por parte de Rusia un propósito de desestabilización social. Se organizó una campaña para reforzar la vacuna Sputnik y desprestigiar a AstraZeneca, desarrollada en países occidentales", recuerda Salaverría."Cuando alguien tiene una intencionalidad desinformativa, si consigue que la mayoría de la ciudadanía cuestione cualquier tipo de información, eso en sí mismo es una victoria".
'Pinchazo' de los antivacunas
¿Por qué los bulos contra las vacunas no han arraigado en nuestro país de forma tan profunda y dañina como en el resto de Occidente? Todavía es materia de investigación, valora el académico, pero el hecho es que "los movimientos antivacunas han tenido un eco residual en España". Entre los factores que se pueden apuntar está el hecho de que el escepticismo frente a la vacunación era prácticamente inexistente en las familias españolas antes de la pandemia. Otros pueden ser más pintorescos: "Algunos episodios poco edificantes, cuando algunas personalidades se saltaron el turno de vacunación, han podido fomentar la percepción de que era "un lujo".
"En aquellos países en los que hay una percepción más acusada de la libertad individual y no tanto de la responsabilidad social, se olvida que la vacunación no solo te protege a ti, sino también a los demás", reflexiona Salaverría. "En España, la vertebración familiar es mucho más grande que en EEUU, y si convives con tus familiares cercanos, se genera un sentimiento de responsabilidad". Esa misma rendición de cuentas se extiende a las restricciones para no-vacunados. "Buscar procedimientos para que no perjudiquen a los demás los que libremente deciden no vacunarse, con un límite a su actividad social, me parece justificado".
El bulo de los políticos
La Universidad de Navarra colabora con el Reuters Digital Institute de la Universidad de Oxford para elabora el informe Digital News Report para nuestro país. "En la edición de 2021 se indicaba que la ciudadanía española identificaba a los políticos como fuente principal de la desinformación en España", apunta Salaverría.
De hecho, el análisis de los bulos revela que la exageración cuenta con una participación frecuente de cargos públicos: por ejemplo, cuando Sánchez proclamó que éramos "el único país" que notificaba "todos los positivos" por Covid-19. "Se combinan afirmaciones que son ciertas con otras tergiversadas. Esta forma de desinformación es frecuente en la clase política española", confirma el investigador.
¿Es correcta, finalmente, la estrategia de bloquear y expulsar a los productores de bulos a costa de generar un debate sobre la libertad de expresión? "Se nos ha vendido que las redes sociales son un ágora, cuando en realidad son un coliseo", valora Salaverría. "Cuando no propician un debate público, abierto y ponderado, y generan una polarización artificial con grupos organizados y bots para forzar trending topics, eso no es una deliberación. Si hay saboteadores de la información, me parece lícito que se les ponga coto".