Tres de cada cuatro niños entre los diez y los catorce años es "lector frecuente" en España, según el Barómetro de Hábitos de Lectura y Compra de Libros. Aquellos que desarrollen las mejores competencias lectoras habrán adquirido una capacidad para entender enunciados y procesar la información que se relaciona, sumada a otras como las destrezas matemáticas y las habilidades psicosociales, con mejores perspectivas salariales en la edad adulta y mejores indicadores de bienestar. Sin embargo, estas competencias deben mantenerse y actualizarse a lo largo de toda la vida, o perderán su eficacia y el éxito profesional que facilitan.
"Incluso cuando uno alcanza un determinado nivel de formación, si la competencia no se desarrolla, se fosiliza. 'Quien tuvo retuvo', pero eso no implica que las buenas competencias no deban actualizarse", explica Carmen Tovar, directora del Instituto Nacional de Evaluación Educativa (INEE), el organismo del Ministerio de Educación y Formación Profesional responsable de la evaluación del sistema educativo. "Y una de las competencias principales es la de aprender a aprender. Actualizarse no es solamente ir a un curso: muchas competencias no son curriculares, sino que tienen lugar en la vida cotidiana".
La etapa escolar es clave para desarrollar las ocho competencias clave que identifica la Comisión Europea, y que recoge la nueva norma, la LOMLOE. La lectura, los idiomas, la ciencia y las matemáticas, y las competencias digitales encabezan el listado. "Muchas de estas competencias están entrelazadas: algunas serán más apropiadas para carreras STEM, pero son transversales", detalla Tovar. "La competencia lectora se entrelaza con la digital: podemos saber buscar información, pero hay que saber discernir las fuentes de confianza".
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Las siguientes competencias en la lista, sin embargo, son las que más difieren del currículo tradicional: incluyen las habilidades interpersonales, la participación ciudadana, el emprendimiento o la expresión cultural. "El sistema educativo ha sido hasta ahora bastante memorístico y ha trabajado pocos aspectos socioemocionales y no cognitivos", valora la directora del INEE. "El programa PISA lo llama growth mindset: mentalidad de crecimiento. El mercado laboral ahora no solo busca a personas que saquen en todo un diez, sino que sean capaces de trabajar en equipo, tenga flexibilidad para adaptarse y seguir aprendiendo".
Educación contra las crisis
El informe PISA demuestra que un mayor nivel de formación se relaciona con mejores salarios -condicionados no obstante al sector de especialización- y menos desempleo. La pandemia de Covid-19 ha demostrado además que aumentan la resiliencia ante una crisis, explica Jaime Vaquero, consejero de Indicadores y responsable del Panorama de la Educación en el INEE. "El nivel de educación -secundaria superior, el bachillerato o grado medio, y sobre todo la educación universitaria o los ciclos formativos de grado superior- también ayuda a frenar el impacto de las crisis económicas, y hace que la recuperación sea más rápida".
Las competencias digitales han sido clave durante la pandemia, al tomar el teletrabajo y la educación a distancia papeles protagonistas. De nuevo, aquellas personas que han mantenido mejor las habilidades de aprendizaje en un entorno cambiante se han visto favorecidas: "Todos tenemos capacidades básicas, pero la actualización es más fácil cuando las competencias se han desarrollado", explica Vaquero. Además, subraya, PISA también valora una serie de beneficios sociales relacionados con un mayor nivel educativo, como la participación ciudadana o la percepción de la salud.
"Hay una serie de competencias básicas, como la lectora, la matemática o la digital, que permiten mayor integración social", explica Luis Sanz, responsable del Programa para la Valoración Internacional de Competencias de Adultos (PIAAC), el 'hermano mayor' de PISA. La competencia lectora es un ejemplo de trasversalidad, explica: "Quien no desarrolla la capacidad de interpretar adecuadamente la información, apenas apenas puede participar en actividades sociales o laborales". Así, el PIACC indica que, en todos los países de la OCDE, el segmento que no alcanza las competencias mínimas queda en riesgo de marginalización social.
"Está demostrado que la falta de uso de competencias básicas implican una pérdida de capacidad y de destrezas", advierte Sanz. Resulta por lo tanto indispensable involucrarse en procesos de "formación a lo largo de toda la vida", más allá incluso de los objetivos laborales. Aquellos que necesitan una intervención más urgente de las administraciones y de las propias empresas, con herramientas que abarcan de las escuelas de adultos a los procesos de formación en horario laboral, son los que "no alcanzaron la competencia mínima en la edad escolar".
Nuestra forma de leer cambia
"Es vital que se amplíe la base de personas que adquieren las competencias básicas, porque será más difícil que se actualicen y desarrollen más adelante", confirma por su parte Juan Antonio Carchano, también responsable de PIAAC. "Usar una competencia implica tener un conocimiento y saber aplicarlo para la consecución de distintos objetivos y en distintos contextos, personales o laborales. El mercado lo exige de forma permanente y muy dinámica: un nivel competencial alto se traduce en mejoras salariales y laborales".
El barómetro con el que abríamos el artículo señalaba que un tercio de los adultos ya no lee nunca libros en España, pero esa no es la fotografía completa, advierte Carchano. "El segundo ciclo de la PIACC muestra una evolución enorme en cuanto a la forma en la que leemos, jóvenes y adultos. Los dispositivos digitales modelan la forma en la que atacamos un texto", explica sobre el trabajo en curso. Y de nuevo, las competencias lectoras y digitales se entrelazan. "La capacidad de procesar la información es un nexo, un hilo conductor a la hora de resolver las situaciones del día a día y cuestionamos la procedencia de las fuentes".