El tópico de un jubilado en España dibuja a un hombre apoyado en la valla de una obra criticando todo aquello que en realidad desconoce. Esta imagen no encaja en absoluto con la del bioquímico Jesús Ávila (Madrid, 1945), quien continúa dedicándose en cuerpo y alma a la investigación pese a haberse jubilado hace ya tres años. "No sé hacer otra cosa", se empeña en recalcar Ávila cuando se le pregunta por esta cuestión. Pero, ¿tan importante es su objeto de estudio como para que este hombre de 77 años no pueda disfrutar del retiro que se merece tras más de 40 años dedicados a la investigación?
Pues bien, lo cierto es que importancia no le falta. O al menos, para aquellos interesados en "rejuvenecer el cerebro con una píldora", como es el caso de Ávila. Junto a su grupo de investigación en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa (CBMSO), ya han sido capaces de rejuvenecer el cerebro en ratones. Sin embargo, por cuestiones éticas el tratamiento en humanos deberá realizarse mediante otro tipo de tratamiento. "Hay un dicho en medicina que dice que lo primero es no hacer daño" (primum non nocere, en latín).
En este sentido, Ávila denuncia que en la actualidad haya quienes se opongan a llevar a cabo experimentos con ratones o cualquier otra especie animal. La alternativa que se ha propuesto —la inteligencia artificial— no la considera digna sustituta, ya que los resultados depende en definitiva de las variables que se hayan introducido previamente. "Lo bonito de la ciencia es que no sabes lo que va a pasar. E incluso puedes descubrir algo que ni siquiera sabías que existía".
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La tecnología, eso sí, le salvó durante el período de confinamiento. En esta época, mientras otros aprendieron a hacer pan de forma casera, Ávila se inició en el trabajo telemático puesto que las horas en el laboratorio estaban restringidas para los investigadores.
Sin salir del laboratorio
Fue hace ya tiempo cuando este bioquímico perdió la cuenta de cuántas horas lleva dentro de un laboratorio. Por fortuna, no sólo ha sido en España. También ha pisado centros de investigación en Alemania, Suecia o Estados Unidos.
La etapa estadounidense, a la que se refiere como "mi prehistoria", duró casi cinco años. Aunque si le dijeran que aquel laboratorio se encontraba en cualquier otro punto del mundo, se lo creería. "De allí me vine con ciertos ahorros. Pero no porque ganase mucho, sino porque estaba todo el día en el laboratorio".
De hecho, le ofrecieron permanecer más tiempo en este país, pero decidió regresar a casa debido a la calidad de vida. "Si me oye mi familia… Me dirán que no tengo calidad de vida porque no salgo nunca del laboratorio". Al igual que él con la investigación, sus familiares no se han dado por vencidos a la hora de pedirle que pare. "Lo siguen intentando, pero no lo logran", comenta entre risas.
Pese a lo que pueda parecer por su pasión desmedida, Ávila no tuvo claro desde un primer momento a lo que quería dedicarse. Bromea incluso con que se matriculó donde menos cola se encontró, en Química. Tras finalizar la carrera, obtuvo su primer trabajo en el extinto Instituto de Estudios Nucleares.
Aunque no tenía nada que ver con lo que finalmente acabaría haciendo, le gustaba "un montón" aquella labor. Sin embargo, tenía una jornada particularmente reducida: "A eso de las cuatro o las cinco de la tarde venía la Guardia Civil para decirnos 'aquí no se trabaja más, a la calle'".
Como era de esperar, Ávila no podía tener entonces la tarde libre y disfrutar del Madrid de los 60. Para ocuparla se apuntó a un seminario donde conoció a "la bella Margarita [Salas]". De su etapa junto a la bioquímica española recuerda a "una persona que juntaba su valía con la humildad". Ávila fue el primer becario de Salas, de quien indirectamente aprendió a no saber parar nunca. "Su última publicación data de octubre de 2019, un mes antes de que falleciera".
En el historial de Ávila también aparece el nombre del segundo español en recibir el Premio Nobel de Fisiología y Medicina, el médico y científico Severo Ochoa. Coincidió con "don Severo", como él lo llama, precisamente cuando dirigía el CBMSO: "Yo era más joven que él y me daba apuro". Se encontró con una persona muy directa y con la que se podía hablar de todo pese a tener discrepancias.
Ávila recuerda que esta situación, en la que ambos no terminaban de coincidir, sucedería en un par de ocasiones. Por su parte, decidió "seguir adelante", sin darle mucha importancia. Su sorpresa llegaría al abrir un día el periódico: "Una vez me mencionó en una columna del ABC porque decía que iba demasiado rápido en muchas cosas". Como suele decirse, ya sea bien o mal, pero que hablen de uno. "Y más, si es un Premio Nobel", añade Ávila.
"Ése sí que es mi héroe". Así de entusiasta se muestra este investigador en relación al primer Premio Nobel de Fisiología y Medicina con sello español, el médico y científico Santiago Ramón y Cajal. Al volver de su estancia en Estados Unidos, Ávila comenzó en el campo de la neurociencia y, en paralelo a aprender de Cajal. Un conocimiento del que no pueden presumir muchos investigadores españoles. Ávila, en cambio, sitúa al Nobel español a la altura de Isaac Newton o de Charles Darwin debido a su carácter profetizador.
La llamada de Bezos
En su caso, no se atreve a profetizar la fecha en la que estará disponible el 'Santo Grial' del rejuvenecimiento humano. "Yo espero verlo y eso que ya soy mayor". Aun así, como si se tratara de un seleccionador español de fútbol, entiende que la cuestión estará en "trabajar, trabajar y trabajar". Él es un buen ejemplo de ello, aunque no es el único.
El multimillonario estadounidense Jeff Bezos ha decidido, entre las excentricidades propias de una persona que no se preocupa por tener que llegar a final de mes, invertir parte de su patrimonio en Altos Labs, la compañía fundada única y exclusivamente para conseguir el elixir de la eterna juventud a través de la reprogramación celular.
Ávila no entiende que Bezos, a quien considera un individuo inteligente, vaya a destinar tantos recursos "para nada". De hecho, todo apunta a que quiere convertir esta nueva compañía en el PSG del rejuvenecimiento humano, contratando a los mejores autores que puedan existir en este ámbito. Como ya ha demostrado con las contrataciones de investigadores españoles como Juan Carlos Izpisua, Manuel Serrano o Pura Muñoz.
"Afortunadamente estoy en contacto con los tres". Con estas palabras Ávila destaca un detalle positivo en su profesión, y es que existe comunicación entre investigadores. "A veces más o menos fluida, depende de si te llevas mejor o peor", comenta con cierta sorna.
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Este bioquímico no espera recibir la llamada de Bezos para trabajar en Altos Labs, puesto que él se considera nuevo en el campo del rejuvenecimiento celular, pese a sus 77 años y su experiencia previa estudiando la enfermedad de Alzheimer. "A mí no se me ocurriría irme a ningún lado ahora. A mi edad ya no me muevo", sentencia.
Aun así, Ávila continuará investigando para intentar dar con una píldora que consiga el rejuvenecimiento celular que ya se ha obtenido en ratones. Para ello, no sólo deberá cumplir con la ética sino que también tendrá que evitar los posibles efectos secundarios que podría causar un medicamento de este tipo: "Muchas veces cuando se intenta rejuvenecer se pueden crear cánceres".
Mientras tanto, este bioquímico se sigue "haciendo el tonto", como hizo cuando por edad le tocaba jubilarse. Y es que su agenda no parece haberse reducido desde entonces, como demuestra que tenga obligaciones antes y después de su encuentro con EL ESPAÑOL. "Por lo menos, no me aburro".