Un artículo científico publicado en la revista Nature describe el descubrimiento de un sistema de seis planetas que orbitan a una estrella cercana, HD 110067, en la constelación Coma Berenices ('Cabellera de Berenices'). Los planetas tienen radios en rangos que abarcan desde el de la Tierra al de Neptuno. Esta clase de astros se encuentran en más de la mitad de las estrellas similares al Sol, pero ninguno había ofrecido hasta ahora tantas posibilidades para estudiar su formación y la composición de su atmósfera.
HD 110067 se encuentra a 100 años luza de la Tierra, y es visible desde el hemisferio norte. Las nuevas observaciones realizadas con el satélite CHEOPS ('CHaracterising ExOPlanets Satellite') han podido detectar a los seis planetas cuando pasan por delante de su estrella. También ha permitido calcular su masa y densidad, que ha resultado sorprendentemente baja, quizás por la presencia de atmósferas ricas en hidrógeno.
Las órbitas de estos exoplanetas van de los nueve días para el más cercano a la estrella a los 54 días para el más lejano. Todos ellos poseen 'órbitas resonantes', es decir, que se retroalimentan de forma continua. Eso indica a los astrónomos que el nuevo sistema se ha mantenido básicamente intacto desde su nacimiento hace al menos 4.000 millones de años.
Una estrella supermasiva
Por otro lado, un equipo internacional de astrónomos ha realizado la primera observación de una estructura cósmica en forma de disco que rodea a una estrella supermasiva en formación en una galaxia más allá de nuestra Vía Láctea. Este anillo se encuentra a 163.000 años luz de la Tierra, lo que lo convierte en el hallazgo de un objeto estelar de este tipo más lejano realizado nunca.
El disco y la estrella a la que rodea se encuentran en 'N180', una 'guardería de estrellas' en formación situada en el interior de una galaxia enana, la Gran Nube de Magallanes. Encabezada por investigadores de la Universidad de Durham y del Centro de Tecnología Astronómica del Reino Unido, la observación se ha realizado a través del observatorio ALMA (Atacama Large Millimeter/submillimeter Array) de Chile.
En colaboración con el Observatorio Europeo Austral, a cargo de las operaciones en el ALMA, los investigadores pudieron apreciar movimientos en el gas acumulado alrededor de un joven objeto interestelar en la Gran Nube de Magallanes. Este fenómeno resultó ser consistente con la hipótesis de un disco de acreción kepleriano, la variedad que alimenta el crecimiento de las estrellas nacientes mediante la extracción de materia.
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La gravedad de la estrella atrae a la materia, pero esta es incapaz de caer en su interior directamente. Al contrario, termina por aplanarse, formando un anillo que orbita y gira a su alrededor. Cuánto más se acerca al centro, más rápido rota, y esta diferencia de velocidades es lo que ha permitido a los astrónomos demostrar la presencia del disco. Sus conclusiones se publican en la revista Nature.
"Cuando vi por primera vez evidencias de una estructura rotatoria en los datos provenientes del ALMA, no podía creerme que hubiéramos detectado el primer disco de acreción extragaláctico. Fue un momento especial", confiesa Anna McLeod, del Centro de Astronomía Extragaláctica de Durham. "Sabemos que estos discos son vitales para la formación de estrellas y planetas en nuestra galaxia, y por primera vez estamos observando lo mismo en otra más allá".
Las estrellas supermasivas se forman mucho más deprisa que las de baja masa como nuestro Sol, y tienen vidas mucho más cortas. Son muy difíciles de detectar en nuestra propia galaxia, ya que el polvo a partir del que nacen las oculta a la observación mediante radiotelescopios. Sin embargo, este sistema extragaláctico es más fácil de ver por la menor acumulación de metales y minerales, lo que permite a los astrónomos observar lo que ocurre tras el velo gaseoso.
Se estima que esta estrella naciente tiene una masa equivalente a la de quince veces la del Sol, y se alimenta de la materia que extrae de la región interna kepleriana del anillo que la rodea. A diferencia de los discos de la Vía Láctea, la baja concentración de metal haría a este objeto extragaláctico más estable y menos propenso a fragmentarse. Los investigadores esperan poder repetir ahora el descubrimiento con la observación de nuevos sistemas.