"Tú puedes ser lo que quieras", afirman los anuncios que cada Navidad interpelan a las niñas para que elijan su muñeca Barbie favorita. "Ella lo es todo", proclamaba la película protagonizada por Margot Robbie y Ryan Gosling que contagió la locura rosa al mundo. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos, el porcentaje de modelos que representan carreras médicas y STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas) es demasiado bajo y debe ser actualizado, según afirma un trabajo que publica la prestigiosa revista The BMJ.
Este estudio descriptivo y cuantitativo ha sido realizado por Katherine Klamer, una investigadora independiente que no solo ha logrado publicar en una de las revistas más prestigiosas del ámbito científico, sino que cuenta con el aval en un editorial de especialistas de la Escuela de Medicina de Harvard y el Departamento de Cirugía del Hospital General de Massachusetts. La autora principal es Sareh Parangi, endocrina y profesora de Cirugía. "Muchas recordamos que nuestra primera 'operación' fue con nuestro juguete favorito", apunta.
Puede que la pasión que las autoras comparten por la muñeca facilitara las cosas. Si Klamer ha diseñado una 'Barbie pulmonóloga' -que además sufre una discapacidad, la hipoacusia, por lo que debe usar un estetoscopio adaptado-, las expertas de Harvard le han correspondido con sus propias creaciones. Las cirujanas Sheila Partridge y Susana Wishnia han querido demostrar a la juguetera Mattel que pueden diseñar unas muñecas con ropa de trabajo realista sin desmerecer al icono.
Al desglose, 53 de las barbies eran doctoras, 10 de ellas investigadoras, 2 de ellas divulgadoras científicas, 15 de ellas enfermeras, 11 dentistas y una de ellas sanitaria de emergencias. Para las especialidades médicas, más allá de la pediatría, solo se encontraron barbies oftalmólogas. Ninguna tenía entre sus accesorios el equipo completo de seguridad propio de su profesión: la mascarilla del modelo de 1973 desaparece de las versiones posteriores. Las barbies científicas venían equipadas con batas y microscopios, pero no con gafas y guantes desechables.
"Como cirujanas en un campo decididamente dominado por los hombres, respaldamos a Klamer cuando revindica que las barbies representen campos más amplios de las profesiones científicas y médicas, y que la seguridad va antes que el estilo", se pronuncian las profesionales de Harvard en el editorial. Se ofrecen a asesorar para diseñar la Barbie neurocirujana o traumatóloga, con el equipo e instrumental correcto como accesorio. "Debería inspirar a las niñas a seguir estas carreras. ¿Y quién sino Barbie para ser la pionera como lo ha sido antes?".
La edición más disparatada
Si el propósito del artículo es encomiable, puede alegarse que no tiene el nivel de rigor ni la trascendencia que normalmente requieren tanto The BMJ como la Escuela de Medicina de Harvard para las publicaciones. Estas dudas se convierten en sorpresa al pasar al siguiente, que podría considerarse una 'inocentada' si no fuera porque el mundo anglosajón las celebra el 1 de abril.
Firmado por Richard D. Riley, del Instituto de Investigación Sanitaria Aplicada de la Universidad de Birmingham, afirma que los especiales navideños de Doctor Who, la longeva serie de ciencia-ficción producida por la BBC, contribuyen a reducir la mortalidad en Reino Unido. Para ello, asociando los datos de emisión de la serie desde 1963 y comparándolos con el registro de defunciones anuales británico.
Riley observa así que las navidades en las que hubo un especial de Doctor Who tuvieron cuatro muertes menos por 10.000 habitantes en todo el Reino Unido, e incluso seis muertes menos entre 2005 y 2019. Naturalmente, es un caso claro en el que "correlación no implica causalidad": la reducción de la mortalidad podría tener cualquier otra explicación. Pero el autor quiere creer que el altruismo y empatía que desprende el personaje puede llevar a las personas a cuidar mejor de sí mismos y los demás.
Y esta es, en definitiva, la 'magia' de la edición navideña de The BMJ: dar cabida a trabajos que divierten y hacen pensar, pero que serían rechazados por falta de rigor en cualquier otra circunstancia. En este caso, el editorial que acompaña al artículo admite que, pese al "hermoso" trabajo analítico, no hay vínculo posible entre un programa de televisión y la tasa de mortalidad poblacional. Pero cita al novelista Neil Gaiman, que también ha colaborado en la serie: "La ficción es una buena mentira que cuenta verdades".