Si pronunciamos el apellido Mozart, todos pensaremos en Wolfgang Amadeus, el niño genial que asombró a Europa y cuya corta pero prolífica vida revolucionó la música. Pocos mencionaran a su hermana Maria Anna, Nannerl, tan prodigiosa en su infancia como para acompañarle en los conciertos pero que cayó posteriormente en el olvido. ¿Por qué de dos hermanos, con una trayectoria paralela y similares talentos, solo uno es considerado un auténtico genio? Estos son los dilemas que investiga Craig Wright, catedrático de la Universidad de Yale especializado en la genialidad.
Wright es musicólogo, y su curiosidad empezó con lo que otros considerarían un gran fracaso vital: él también tenía un talento musical temprano, pero con el paso del tiempo se dio cuenta de que nunca llegaría a brillar. Y al investigar a los 'niños prodigios' que surgen en su campo, pequeños 'nuevos mózart' que ya dominan piezas muy complejas con corta edad, se dio cuenta de que no era una excepción. Al llegar a la edad adulta, la gran mayoría se había convertido en un músico de talento, pero en ningún caso en un genio a la altura de Beethoven o Bach.
A partir de ahí, Wright buscó en las biografías de los considerados como genios en todos los campos -ciencia, arte, negocios, deportes- para tratar de identificar sus rasgos comunes. Sus hallazgos se plasman en un libro, Los hábitos secretos de los genios, y en la asignatura que imparte, Explorando la Naturaleza del Genio. Muchos de sus alumnos, explica, son jóvenes talentosos que quieren descubrir si ellos tienen realmente esa chispa de genialidad.
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Ningún genio auténtico se ha revelado en sus clases, afirma el profesor, pero muchos han adquirido hábitos que mejoran su creatividad y les ayudan a enfocarse en sus proyectos. Wright desmitifica muchos aspectos que asociamos a la genialidad: no tiene por qué ir de la mano, por ejemplo, de los problemas mentales o de socialización con los que a menudo la asociamos. Tampoco hay genios espontáneos: no hay ninguno que, en su respectivo campo, no fuera un enorme trabajador. Y da tres rasgos comunes que podemos encontrar en todos ellos.
1- Curiosidad ilimitada
Cuando hablamos de un hombre del Renacimiento, nos referimos a un polímata: alguien versado y prominente en múltiples artes. El referente es Leonardo da Vinci, 'el hombre más implacablemente curioso de la historia'. "Las inquietudes de Leonardo se extienden a muchos campos: urbanismo, hidráulica, dibujo, tiro con arco y artes militares, astronomía, matemáticas e incluso patinaje sobre hielo. ¿Cuántos de estos temas había estudiado en la escuela? Ninguno, porque Leonardo era hijo ilegítimo. Alguna vez se consideró a sí mismo un uomo senza lettere, un iletrado".
Los genios se caracterizan por una enorme curiosidad desde su infancia por aprender aunque parezca ser de forma caótica, leyendo libros durante horas o experimentando con materias completamente diversas como hacía Steve Jobs y asegura hacer Elon Musk. De ahí que Wright considere que "no es malo" que, como Leonardo, uno no cuente con una formación académica convencional. Un genio necesitaría abandonar los estudios para enfocarse en sus propios proyectos porque su modo de discurrir es necesariamente inconformista.
2- Pasión temprana
Ser un niño prodigio, como adelantábamos, no predispone forzosamente a ser un genio: significa que se ha alcanzado en un campo una aptitud que normalmente no llega hasta la edad adulta. El genio, en cambio, se prepara obsesivamente para revolucionar el mundo. Y más allá de proporcionarle los medios y el ambiente, la crianza influye poco: la genialidad no se puede contener pero tampoco dirigir al dictado, como le ocurría al joven Albert Einstein en la escuela con cualquier asignatura que no fueran las matemáticas.
"¿Pablo Picasso tuvo un mentor? Sí, uno que les cortaba las patas a las palomas, las clavaba a la pared y hacía que el joven Pablo las pintara para aprender el oficio. Como el Picasso adulto después bromeaba, 'Don José fue ejemplar en virtud de su ineptitud'", escribe Wright sobre la infancia del pintor malagueño. Él mismo explicaba como tuvo que deshacer su propio pasado como prodigio: "Cuando era niño, podía pintar como Rafael, pero me llevó toda la vida aprender a pintar como un niño".
3- El ambiente adecuado
De nada sirve la genialidad si las presiones sociales y culturales asfixian todas sus oportunidades. El caso de Nannerl Mozart es paradigmático del sesgo de género que explica la desproporción de hombres frente a mujeres en la lista de genios. Si ella también compartía la chispa de su hermano, nunca pudo escapar de las convenciones y de las tutelas masculinas que le habrían permitido desarrollarlo.
Dicho de otro modo, el genio necesita "suerte", en palabras de Wright, para eclosionar en el momento adecuado. "Para un genio, nacer rico no es lo mismo que nacer con suerte. Los genios casi nunca surgen en condiciones de extrema riqueza. En el caso de los genios, nacer con suerte es por lo general nacer en la clase media". Pero hay que entenderlo según esta cita de Louis Pasteur: "La suerte solo favorece a las mentes preparadas".