Cuando los navegantes holandeses tocaron tierra en 1722 en Rapa Nui, a la que rebautizaron como Isla de Pascua, quedaron sobrecogidos por los moáis, los gigantes de piedra esculpidos en sus laderas. Sin embargo, la población nativa apenas sumaba unos 3.000 individuos. ¿Cómo siendo tan pocos, y con escasos recursos naturales, habían logrado erigir tal cantidad de colosos?
El tiempo fue dando forma a una hipótesis: un siglo antes de la llegada de los europeos, la isla albergaba una civilización de hasta 15.000 personas, pero la construcción de moáis llevó al colapso de su ecosistema, y a una enorme hambruna y mortandad.
Esta teoría del 'suicidio ecológico', salpicado de episodios de matanzas y canibalismo que fueron dando forma a la leyenda negra de la isla, ha sido cuestionado por la ciencia en los últimos años. El pasado junio, un estudio arqueológico publicado en la revista Science Advances revelaba que la agricultura de 'jardines de roca' de la isla nunca dio sustento a más de 4.000 personas.
Ahora, un estudio paleogenético a partir de restos de habitantes de Rapa Nui que abarca casi 300 años termina de desterrar el mito: no se han hallado indicios de "cuellos de botella" en la diversidad genética que indicarían un desplome drástico de la población. El estudio, publicado en la revista Nature, no niega por el contrario que la colonización por parte de pueblos polinesios a partir de la segunda mitad del siglo XIII cambiase el ecosistema de la isla.
Así, los palmerales que la cubrían habían desaparecido 500 años después cuando llegaron los holandeses, ya que sus troncos y lianas sirvieron para erigir y transportar las grandes rocas. Pero según explica Anna-Sapfo Malaspinas, de la Universidad de Lausana y jefa de grupo del Instituto Suizo de Bioinformática SIB, el impacto real de estos cambios sobre la población no había sido documentado hasta la fecha.
Para determinarlo, contaron con el genoma de 15 habitantes de Rapa Nui datados entre 1670 y 1950, y conservados en el Museo del Hombre de París. "Nuestro análisis genético muestra que la población fue creciendo de forma estable desde el siglo XIII hasta el contacto con los europeos en el XVIII. Esto contradice la dramática idea de un colapso previo", explica Bárbara Sousa da Mota, investigadora de la Facultad de Biología y Medicina de la Universidad de Lausana.
Al contrario, el estudio demostraría la resiliencia de la etnia rapanui, al mantenerse y proliferar incluso en circunstancias ambientales adversas. Además, pone fin a otra controversia: si los pueblos polinesios fueron capaces de atravesar el Pacífico y arribar a América. Aunque parte del genoma de los habitantes de la isla tiene origen indígena americano, tradicionalmente se ha supuesto que la mezcla entre los pueblos se produjo a partir del momento en el que los europeos rompieron el aislamiento marítimo de la isla.
Sin embargo, el nuevo análisis revela que el intercambio se produjo siglos antes, cuando Rapa Nui todavía tenía palmerales para construir las balsas con las que los polinesios recorrieron miles de kilómetros. "Podrían haber llegado a América siglos antes que Cristóbal Colón", valora Víctor Moreno-Mayar, profesor de la sección de Geogenética del Instituto Globe de la Universidad de Copenhage. "Creemos que los rapanui fueron capaces de realizar viajes aún más formidables a través del Pacífico de lo que asumimos hoy en día".
El investigador considera que el mito del ecocidio se desprende de una "narrativa colonial". Implicaría, afirma, "que estas personas teóricamente primitivas no fueron capaces de gestionar ni su cultura ni sus recursos, y casi los destruyen. Ahora podemos darle carpetazo", sentencia. Además, la identificación de los restos conservados en el Museo del Hombre permitirá que sean inhumados en la isla, con la intermediación de la Comunidad Rapanui y la Comisión Asesora de Monumentos Nacionales de Chile.