Los votantes conservadores poseen una región del cerebro, la amígdala, que es de tamaño ligeramente mayor a la de las personas de ideología progresista. Estos son los resultados de un estudio publicado en la revista iScience que ha confirmado que existen diferencias neurológicas en función de las preferencias políticas. Sin embargo, son minúsculas desde el punto de vista morfológico, precisan los autores, ya que la diferencia de volumen equivale a "un grano de sésamo".
Las diferencias entre las amígdalas de las personas y su relación con la ideología política ya había sido anticipada por estudios previos y más pequeños. Sin embargo, al usar una muestra de participantes diez veces mayor y más diversa, los investigadores han podido confirmar el fenómeno. Sin embargo, otra área vinculada a las elecciones políticas, la corteza anterior cingulada, no demostró tener variaciones significativas entre votantes. "Fue toda una sorpresa", explica Diamantis Petropoulos Petalas, del Colegio Americano de Grecia.
El nuevo trabajo utilizó 928 escáneres cerebrales de habitantes de Países Bajos entre los 19 y los 26 años, que fueron clasificados según sus preferencias dentro del espectro político multipartidista. Esto ha permitido obtener resultados más precisos que en los anteriores ensayos realizados en Reino Unido, argumenta Petropoulos, porque ahí el sistema es bipartidista y diluye los aspectos ideológicos. Las imágenes cerebrales se analizaron a partir de cuestionarios autoinformados en los que los voluntarios daban su opinión sobre distintas cuestiones políticas.
Los resultados confirman que existe una relación entre el volumen de materia gris de la amígdala y la ideología, pero es tres veces más débil de lo que el estudio británico realizado en 2011 apuntaba. "La amígdala controla la percepción y la evaluación de riesgos y amenazas, por lo que tiene todo el sentido que las personas que consideran más importantes las políticas enfocadas a la seguridad se inclinen por las posturas que tienden a alinearse tradicionalmente con el conservadurismo", dice el investigador.
Estas relaciones se comprobaron también dentro del mismo espectro político. Un votante del partido socialista holandés, que propugna medidas económicas de izquierdas pero tiene valores sociales más conservadores, tendría a tener una amígdala mayor que otro votante de izquierdas que prefiere partidos progresistas más radicales, explica Petropoulos. Por otra parte, aunque la corteza anterior cingulada regula el control emocional y los impulsos, no se pudieron relacionar sus diferencias morfológicas con ideologías concretas.
Sin embargo, sí se detectó una posible asociación entre la identidad política y la materia gris en el giro fusiforme derecho, una zona del lóbulo temporal imprescindible para realizar funciones cognitivas y visuales. "También las vinculamos a nuestro ejercicio político", prosigue el especialista, "porque identificamos a los políticos personalmente con las distintas posiciones ideológicas en cada asunto de actualidad". Así, basta recordar el rostro de una personalidad destacada en la administración, la economía o la sociedad para que esta región se active.
"En mi opinión, identificar las orientaciones políticas en función de la morfología del cerebro debe servir para permitirnos conocer mejor los mecanismos de conexión funcional", valora Petropoulos. "Esto nos ayudará a familiarizarnos con el fenómeno de sincronización neural: cómo los cerebros se organizan con respecto a cada individuo, y qué diferencias pueden explicar por qué interpretamos el contenido de forma diferente en función de nuestras ideologías y opciones políticas".