La frecuencia y magnitud de los huracanes guarda, según diversos estudios, un vínculo estrecho con el cambio climático. Algunos apuntan a que en océanos como el Atlántico habrá menos, pero más intensos, otros apuntan a un repunte en el número de tormentas debido a un aumento en la temperatura media de la superficie del mar. Uno de los principales registros es el del Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos, que comenzó a anotar estos fenómenos a partir de 1850, fecha en la que se sitúa también el inicio de la era industrial.
Sin embargo, cabían dudas sobre cómo de frecuentes o intensos eran los huracanes en los siglos anteriores al XIX. Ahora, un nuevo estudio publicado en PNAS emplea un enfoque novedoso como indicador -lo que en ciencia climática se conoce como proxy- del pasado: los naufragios.
"Cuando comenzamos con la investigación no sabíamos lo que íbamos a encontrar", dice a EL ESPAÑOL Marta Domínguez Delmás, investigadora en la Universidad de Santiago de Compostela y una de las autoras del estudio. "Queríamos evaluar si el registro documental de naufragios podría ser utilizado como proxy para inferir ciclones tropicales, ya que las tormentas eran la principal causa de naufragios en el Caribe".
En colaboración con científicos de las universidades de Arizona y Southern Mississippi, compararon la serie histórica de naufragios con los pinos de los Cayos de Florida. Los anillos de los árboles son uno de los indicadores más utilizados para medir la temperatura o los niveles de CO2 de hace cientos o miles de años, ya que dependiendo de las condiciones climatológicas suelen ser más o menos delgados.
Domínguez Delmás y sus compañeros descubrieron que también "refleja la actividad de huracanes, como pudimos comprobar, y descubrimos que existía gran sincronía entre la serie de naufragios y las reducciones de crecimiento".
Es decir, los años en los que hubo un huracán cercano a las costas de Florida, los anillos de los pinos eran más finos. Esto validaba el registro de naufragios como proxy de ciclones tropicales. "La mejor contribución de nuestro estudio es que aportamos un registro anual que permite el análisis de la actividad de los huracanes a nivel de décadas, que es la escala más indicada para poder estudiar y entender la variabilidad de este tipo de fenómenos meteorológicos", dice la investigadora de la USC.
Gracias a este nuevo método, lograron ampliar el registro de huracanes casi 400 años. Además de usar un registro histórico de naufragios de barcos españoles en los Cayos de Florida, se valieron del volumen Shipwrecks in the Americas, de Robert Marx. Para asegurarse de que los datos eran fiables, sólo enumeraron los naufragios causados por tormentas o causas desconocidas y que tuvieron lugar en la estación de huracanes, de julio a noviembre, entre 1495 y 1825.
El mayor hallazgo del estudio en relación con el cambio climático es que el número de huracanes pareció descender en un 75% entre 1645 y 1715, un periodo conocido como el Mínimo de Maunder y caracterizado por un descenso súbito en el número de manchas solares, de 45.000 a apenas 50. Este margen coincidió con la época más cruda de la Pequeña Edad de Hielo, en la que las temperaturas globales descendieron bruscamente.
"Fue un periodo en el que la actividad de las manchas solares sufrió la mayor reducción documentada desde que empezaron a registrarse en 1610", explica Domínguez Delmás, "dado que las tormentas eran la principal causa de naufragios, y que nuestra serie de naufragios ha sido validada, el hecho de que encontremos una reducción de naufragios en ese periodo implica que hubo una reducción de la actividad de ciclones tropicales". La investigadora sostiene que, en ese periodo, la reducción en la radiación solar "creó condiciones que favorecieron una reducción en la actividad de los ciclones tropicales".