El destino de los neumáticos usados no siempre es tan triste como el vertedero que hace pocos días acabó ardiendo en la localidad toledana de Seseña. Muchos también se queman, pero como combustible industrial, y otros acaban reciclados en todo tipo de productos, desde asfaltos que mejoran las propiedades de las carreteras hasta suelas de zapatos. Sin embargo, estos usos aún son minoritarios, así que algunos científicos trabajan para desarrollar nuevos mercados y aplicaciones, que incluyen la producción de energía eléctrica y combustibles.
España genera unas 300.000 toneladas de neumáticos usados al año y más de la mitad de esa cifra se gestiona gracias a Signus Ecovalor, una empresa sin ánimo de lucro que recoge las ruedas de talleres en todo el territorio nacional. No son la única ni llegan a todas partes, puesto que no pasan por los desguaces, pero realizan el servicio de forma gratuita y se financian gracias a que cobran a los fabricantes y distribuidores de neumáticos 1,33 euros por cada rueda de turismo que retiran de las respectivas marcas (menos si son de moto y más las de camiones).
Hasta ahora, una de las formas más conocidas de reciclar las ruedas ha sido triturarlas y agregar el polvo resultante a las mezclas bituminosas con las que se elabora el firme de las carreteras. "El caucho aporta una flexibilidad que retarda la aparición de grietas", explica a EL ESPAÑOL José María Bermejo, director de Desarrollo de Mercados de Signus Ecovalor y responsable de los proyectos de I+D de la empresa. A pesar de las ventajas, a día de hoy los restos de neumáticos usados sólo están presentes en el 1,2% de los nuevos asfaltos.
Las fábricas de cemento son otro de los grandes consumidores de este material, ya que tiene un gran poder calorífico. Porque los neumáticos también se usan como combustibles, pero en este caso bajo un estricto control. "La quema controlada de neumáticos no tiene tanto impacto medioambiental, su contenido en azufre es menor que el de los combustibles habituales", comenta el experto. Además, el caucho natural -también lo hay sintético- procede de los árboles y, por tanto, "no computa en las emisiones de CO2, se considera biomasa".
La crisis paró la innovación
La pista de los neumáticos usados también nos lleva a columpios y campos de fútbol de césped artificial. Sin embargo, todos estos escenarios tienen algo en común: la crisis económica hizo desaparecer las obras, dejaron de construirse carreteras, parques, instalaciones deportivas y, para colmo, ya no hacía falta el cemento.
Entonces, ¿los neumáticos están condenados a acumularse en los vertederos? Signus Ecovalor trata de evitarlo, pero es consciente de que necesita desarrollar nuevos mercados para el caucho reciclado. Para ello se aferran a la investigación básica: "Nos preguntamos qué propiedades puede conferir la goma a determinados productos con la ventaja de que no habría que utilizar caucho virgen, sino usado, de un precio menor", afirma Bermejo.
En los últimos años, los investigadores de la empresa han desarrollado un novedoso proceso de transformación y productos concretos, como suelas de calzados y pistas ecuestres. Asimismo, han conseguido una novedosa mezcla con hormigón para la fabricación de las llamadas barreras New Jersey, que habitualmente se ubican en las medianas de las autovías. "Introducir partículas de caucho en el hormigón hace que tenga una mayor propensión a resquebrajarse y, si hay un accidente, esto permitirá que el impacto sea menor", explica.
La apuesta del CSIC
No obstante, algunos expertos consideran que estos usos son meramente simbólicos y que difícilmente podrán canalizar una mínima parte de los neumáticos que se desechan. La única salida pasaría por encontrarles una utilidad a gran escala y, precisamente, España está desarrollando un proyecto puntero que fue seleccionado en 2013 en el Foro Económico de Astaná como una de las mejores tecnologías de la Unión Europea susceptibles de aplicación industrial. La iniciativa del Centro Nacional de Investigaciones Metalúrgicas del CSIC y la empresa catalana Enreco 2000 cuenta ya con una planta piloto en Barcelona que demuestra que a partir de los viejos neumáticos se puede producir energía eléctrica y combustible.
Una vez despojado el neumático de otros componentes, como el acero, el caucho se introduce en un reactor, donde se lleva a cabo un proceso termoquímico. Al degradarse, genera un gas que mueve una turbina para producir energía eléctrica, y líquidos que pueden utilizarse como combustible, al tener propiedades similares al diésel.
Sin embargo, aún queda un subproducto llamado negro de carbono, que tiene un gran valor añadido. "Puede transformarse en plásticos, en carbones activos y hasta en tinta para tóner", destaca el investigador del CSIC Félix López. De hecho, la gran aportación de este proyecto es darle una salida al negro de carbono y, de este modo, aprovechar los viejos neumáticos en su totalidad.
Incluso se podrían fabricar nuevos neumáticos a partir de este material, asegura López, algo imposible si se trata de hacer directamente con las ruedas usadas. "Una vez que has cocido un ladrillo no puedes volver a tener la arcilla original y con el caucho pasa igual, sus propiedades cambian irreversiblemente cuando se fabrica la rueda, pero estoy convencido de que todas las grandes marcas están investigando y quizá dentro de una década consigan reutilizar el neumático, aunque no creo que el caucho usado llegue a representar más de un 5% o un 10% de la mezcla", apunta José María Bermejo.
Ojo al mosquito del Zika
En cualquier caso, la tecnología desarrollada por el CSIC y Enreco 2000 está patentada y ha llamado la atención de empresas de varios países, en particular de Latinoamérica, lo cual tiene una clara explicación: si Europa tiene dificultades para darle una salida a sus neumáticos, la situación al otro lado del Atlántico es mucho más grave, no sólo por su volumen sino también por sus consecuencias.
Los vertederos de neumáticos que proliferan en muchos países son un paraíso para Aedes aegypti, el mosquito que transmite el Zika y el dengue. En un trabajo publicado en 2013 en PLOS ONE, científicos argentinos crearon un mapa de los lugares más propensos para que pusiera sus huevos y, precisamente, los vertederos de neumáticos se asociaron con una mayor actividad. En este caso, no hace falta que las ruedas ardan para que se conviertan en un grave problema de salud pública.
Sin alernativa
Lo que parece estar claro es que las ruedas seguirán fabricándose tal y como se hace en la actualidad. La mezcla del caucho y el aire que contiene hace que los neumáticos que conocemos tengan una elasticidad inigualable.
"Tienen la capacidad de deformarse lo justo para proporcionar confort y aguantar el peso. Las prestaciones que ofrecería cualquier otro material serían completamente distintas", asegura el experto de Signus Ecovalor. Hoy por hoy, no hay una alternativa imaginable, así que más vale encontrarle un buen camino al caucho después de su jubilación.
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