Así se hizo la encíclica 'verde' del papa Francisco
Hace ahora un año, el pontífice se apoyó en prominentes científicos para crear la 'Laudato Si', un elemento clave en la consecución del Acuerdo de París contra el cambio climático.
23 junio, 2016 02:05Noticias relacionadas
A finales de junio del año pasado, el papa Francisco publicó su primera encíclica, titulada Laudato Si y que hizo temblar, literalmente, los cimientos del Vaticano. Por primera vez, el máximo representante de la Iglesia Católica Apostólica Romana, líder espiritual de más de 1.250 millones de personas, dejaba escrito que la ciencia sobre el clima era clara, y que la única actitud moralmente defendible ante los ojos de Dios era cuidar de nuestra "casa común".
Aún faltaban seis meses para el comienzo de las negociaciones que concluyeron en diciembre con la firma del llamado Acuerdo de París. Esta semana, la Convención Marco de Naciones Unidas para el Cambio Climático (UNFCCC) recibió el premio Princesa de Asturias en Cooperación Internacional por este logro histórico, un documento en el que 195 países marcaban el rumbo para solucionar la crisis climática a lo largo de este siglo. La secretaria ejecutiva de la UNFCCC, Christiana Figueres, reconocía hace unos días que la encíclica verde del papa Francisco fue "fundamental" para lograr este hito.
Sin embargo, tras este hito hay una historia no contada, la de varios científicos climáticos -algunos creyentes, otros no- que hicieron el trabajo sucio, antes y después de la publicación de Laudato Si, de proporcionar al Santo Padre los hechos científicos para alimentar su encíclica, y traducirlos, no sólo a un lenguaje que pudiera entender, sino a un lenguaje que pudiera transformar en un edicto papal.
"No estuve involucrado en la escritura de la encíclica, pero a buen seguro lo estuve en aportar los hechos en los que están basadas las partes del Laudato Si que tienen que ver con el cambio climático", dice a EL ESPAÑOL Thomas Stocker, climatólogo suizo que dirigió la parte científica, el llamado Grupo de Trabajo I, del último informe del Panel Intergubernamental de Cambio Climático de la ONU, el IPCC.
Recientemente, este investigador de la Universidad de Berna ha estado en Huesca para participar en el Seminario Internacional de Ciencia y Religiones por el Medio Ambiente. No está particularmente vinculado a una creencia concreta, pero reconoce estar "muy orgulloso de que nuestro asesoramiento científico fuese aceptado por el Santo Padre, esta encíclica, de alguna manera, hace justicia a nuestros hallazgos científicos".
Científicos en el Vaticano
Paralelamente, la historia en la que se ha contado el cambio climático fue madurando hasta llegar a un punto en que la encíclica pudo encajar en el relato como un guante. En los setenta y ochenta, el calentamiento global era sólo un tema de física atmosférica y química de gases. A principios de los 2000 la economía empezó a pesar, luego llegó Al Gore y el foco viró hacia los osos polares, y al fin, en los últimos años, el cambio climático se ha vuelto una tragedia fundamentalmente humana, generada por y contra nosotros.
Para redactar aquel texto, preciso y generoso en conceptos científicos, Bergoglio se apoyó en colaboradores suyos como el cardenal ghanés Peter Turkson, presidente del Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz. Turkson, a su vez, tiró de científicos como Stocker.
Al mismo tiempo, la Academia Pontificia de Ciencias también tuvo un papel crucial, especialmente tras la publicación de la encíclica y durante las negociaciones que condujeron al acuerdo en París. El indio Veerabhadran Ramanathan, uno de los climatólogos más respetados del mundo y reciente premio Fronteras del Conocimiento de la Fundación BBVA, estuvo en aquella cumbre. Sin embargo, su relación con el Vaticano empezó diez años antes.
"Fui seleccionado para la Academia Pontificia por Juan Pablo II", recuerda Ramanathan para EL ESPAÑOL. "Una de las reuniones que ayudé a organizar era sobre humanidad y naturaleza sostenible, tras la reunión, me pidieron que resumiera aquella reunión para el papa Francisco". Así fue como este climatólogo se encontró frente a frente con su santidad.
"Hablé con él sobre cómo la mayor parte de la contaminación procede de los mil millones de personas más ricas del planeta, y de cómo las más afectadas iban a ser los tres mil millones más pobres", rememora. "Él fue muy receptivo hacia esas ideas, y me preguntó en español qué podía hacer al respecto". Desde entonces, Bergoglio ha hablado continuamente sobre el cambio climático y los pobres, pero el investigador indio, director del Centro de Ciencias Atmosféricas de la Universidad de California recalca: "No quiero ponerme medallas por esto, fue todo iniciativa suya".
Francisco vino un día y los biólogos le explicaron cómo entendían ellos la evolución humana.. y él dijo una frase espectacular: 'Dios no es un mago'
En la década que Ramanathan lleva como académico vaticano, destaca que le ha llamado la atención lo abiertos que el papa tiene los oídos hacia la ciencia, una idea, en principio, algo contraintuitiva. "Vino un día y los biólogos le explicaron cómo entendían ellos la evolución humana.. y él dijo una frase espectacular: 'Dios no es un mago', creo que el Vaticano en general es muy receptivo a la ciencia, al menos, yo diría, en lo que concierne al medio ambiente".
Toda esta espiral de ciencia y religión acabó cristalizando en los 246 epígrafes de la encíclica, publicada estratégicamente a finales de junio. "El momento en que saldrá la encíclica es significativo", resumía el cardenal Turkson antes de la publicación. "En julio, las naciones se reúnen en Addis Abeba para la 3ª Conferencia Internacional en Financiación del Desarrollo, en septiembre, la Asamblea General de Naciones Unidas debe decidir nuevos objetivos de desarrollo sostenible hasta 2030, y en diciembre está la Conferencia de Cambio Climático de París". Nada es casual, todo es geopolítica.
"Fue un documento extremadamente valioso", añade Stocker, "tiene una dimensión histórica porque, por primera vez, el papa utilizaba el instrumento de la encíclica, con un nivel de importancia altísimo en cuanto a edictos, para el problema del cambio climático". El científico está de acuerdo en que el documento papal "hizo una contribución sustancial para alcanzar el consenso en París, eso era evidente, y condujo al acuerdo que hoy tenemos sobre la mesa".
Las negociaciones en la cumbre fueron extremadamente complejas porque los países se agrupaban en bloques irregulares, compuestos en anteriores cumbres y con intereses diversos. Países con altos ingresos, como Arabia Saudí, o altas emisiones, como China, iban por ejemplo en el grupo negociador de los pobres. En aquel contexto, la encíclica surgió como una especie de pegamento para consensuar la postura de distintos países de base católica, especialmente en África y Sudamérica.
"Fui parte de la delegación de la Santa Sede en París, era su asesor científico", dice Ramanathan. "Muchas, muchas naciones vinieron a nuestra delegación para hablar de poblaciones vulnerables, tuvimos un impacto enorme en aquel diálogo".
La delegación filipina, donde un 80% de la población es católica, comenzó a liderar un grupo de unos 50 países llamad la Alianza de Pequeños Estados Insulares. Fueron a hablar con la delegación vaticana. "Querían que el texto dijera que había que mantener el aumento de temperaturas por debajo de los 1,5 grados", dice el climatólogo indio. "La delegación de la Santa Sede lo estaba contemplando, pero mi consejo fue que los 1,5ºC estaban ya ahí, ya estamos emitiendo suficientes gases contaminantes como para calentar el planeta más allá del grado y medio, pasaremos esa cifra en 15 años y la gente pensará que es un fracaso, así que les dije que había que ir a por los 2ºC pero mencionando el 1,5ºC, que es lo que al final salió".
Aquella alianza seminal, caracterizada por su ambición, fue creciendo con países europeos y Estados Unidos hasta desarmar al bloque más conservador, liderado por China, India y Arabia Saudí.
La encíclica verde del papa Francisco fue vital para lograr un acuerdo, pero, por primera vez, la religión reconoce también el papel crucial de la ciencia para lograr una encíclica.