Ya lo decía Lorca en boca de Adela, la protagonista de La Casa de Bernarda Alba: "¡Quisiera ser invisible, pasar por los pasillos sin que me preguntarais dónde voy!" ¿Quién no desea la invisibilidad? Pues bien, ya tenemos algo que envidiar a los pulpos: la capacidad para ver sin ser vistos.
Muchos son los animales que pueden camuflarse y ocultarse, pero la paradoja que suponen los cefalópodos (pulpos, calamares y sepias) en este aspecto ha sido siempre un interrogante para los biólogos: son capaces de cambiar el color de su piel aunque sólo ven en blanco y negro.
El ojo tiene la clave
Christopher Stubbs, profesor de Física y Astronomía en la Universidad de Harvard, y Alexander Stubbs, investigador en la Universidad de Berkley, padre e hijo respectivamente, han propuesto un mecanismo que podría explicar la utilización de colores por parte de organismos ciegos al color.
Según el estudio, estos moluscos perciben el color gracias a una pupila sin eje y un fenómeno conocido como aberración cromática, por el que captarían información espectral de su entorno (es decir, las longitudes de onda reflectadas por los objetos) mediante el ajuste de la distancia focal de sus ojos.
Esto significa que los cefalópodos sí que cuentan con un sistema para captar el color, explica Stubbs hijo pero "en un sentido que se había imaginado previamente, un sistema totalmente diferente al de los pigmentos visuales multicolor (común en los seres humanos), lo cual representa una evolución del ojo complejo totalmente diferente al de los vertebrados".
"Mi interés en esta campo comenzó en el instituto", cuenta Stubbs hijo a EL ESPAÑOL, "me parecía casi imposible que un organismo pudiera cambiar de color con precisión en hábitats tan complejos como los arrecifes de coral, sin tener ningún tipo de mecanismo para saber a qué color debían cambiar".
"Desde siempre", cuenta a este periódico Toni Quetglas, especialista en Ecología y Pesquería de Cefalópodos en el Instituto Español de Oceanografía,"ha sorprendido la capacidad que tienen los cefalópodos de utilizar elaboradas estrategias de comportamiento visual con su limitada capacidad de distinguir los colores", aunque no sólo por su habilidad para mimetizarse, sino también en la "utilización de coloraciones vistosas, como hacen muchos otros organismos, para llamar la atención de sus congéneres durante la reproducción".
Aplicación en el futuro
Según Quetglas, "el mecanismo propuesto por los autores podría ser aplicado a otras especies con un número limitado de tipos de fotorreceptores como algunas especies de delfines, arañas y peces de aguas profundas".
Para entender cómo funcionan los ojos de estos animales, Stubbs padre lo compara con una cámara digital, cuyo objetivo se mueve "hacia adelante y hacia detrás hasta encontrar la mejor imagen".
Incluso los autores ven una posible aplicación en el mundo de la fotografía: "Creemos que hay una oportunidad para utilizar nuestra propuesta en algunas cámaras de color que podrían se sensitivas en ambientes con la luz extremadamente baja".
Cromatóforos para una piel de colores
Pero, ¿dónde queda la piel en este sistema de camuflaje? El mecanismo del animal se completa mediante los cromatóforos, las células de la dermis que permiten al animal adoptar un patrón de color muy parecido al del fondo marino de su alrededor.
"Son responsables de la coloración de la piel y ojos de los animales" explica Quetglas, "pero en el caso de los cefalópodos los cromatóforos pueden considerarse verdaderos órganos, ya que se componen de varios tipos celulares especializados", como células musculares o el saco citoelástico, en el que se encuentran los pigmentos de color.
La contracción de las células musculares provoca que el saco citoelástico se expanda, dando lugar al efecto de coloración.
"No soy biólogo", concluye Stubbs padre, "pero se trata de un mecanismo tan elegante que sería una pena que la naturaleza no lo aprovechara". Por su parte, Stubbs hijo subraya: "Ojalá en el futuro consigamos crear una simulación que nos permita ver de manera similar a los cefalópodos".