Las autoridades neozelandesas están sumidas en una contrarreloj endemoniada para tratar de salvar a cientos de ballenas varadas que en las últimas horas se amontonan en la lengua de arena de Farewell Spit, al norte de la isla Sur de Nueva Zelanda.
Durante la noche del sábado al domingo, unas 240 ballenas piloto (también conocidas como calderones) quedaron atrapadas en esta remota restinga según el Departamento de Conservación. "Llegaron 240 ballenas ayer por la tarde y estábamos temerosos de que acababáramos teniendo 240 ballenas muertas esta mañana", dijo a Reuters Herb Christophers, portavoz del departamento. "Pero se rescataron a sí mismas, en otras palabras, la marea entró y pudieron flotar y nadar de vuelta hacia el mar".
El de este fin de semana es el segundo banco de calderones que se encalla en la zona de Golden Bay, el peor registro desde 1985. El pasado jueves 9 por la noche, un empleado del departamento descubrió unas 400 ballenas varadas en tierra. Desde entonces, cientos de voluntarios han acudido a derramando agua sobre las ballenas varadas para tratar de mantenerlas frescas mientras esperaban a que la marea subiera y pudiera arrastrarlas de nuevo al mar.
Sin embargo, la mayoría de ballenas en esta tanda, unas 350, falleció sobre la arena.
¿Por qué ha ocurrido esto?
Nueva Zelanda tiene uno de los mayores registros de encallamiento de ballenas y delfines del mundo, y aproximadamente unos 300 ejemplares de ambas especies fallecen cada año sobre sus playas. El de estos días ha sido el tercer mayor encallamiento desde que hay registros, tras el acaecido en 1918, cuando un millar de calderones salieron a flote en las islas Chatham, y en 1985, cuando 450 de estas ballenas encallaron en Auckland.
Que las ballenas acaben varadas es común cuando se trata de uno o pocos ejemplares, ya que por vejez o lesiones cometen más errores de navegación. Los encallamientos masivos, sin embargo, son mucho más infrecuentes y tienen que ver también con el desarrollado entramado social de esta especie, que suele seguir a sus individuos más débiles para protegerlos aunque esto a veces les cueste dirigirse al lugar equivocado.
Según la ONG neozelandesa Jonah Project, especializada en salvar a las ballenas que quedan atrapadas fuera del agua, la zona de Golden Bay suele ser una trampa dado que sus aguas, fangosas y superficiales, confunden el sonar de estos mamíferos, dejándolos al descubierto cuando la marea baja.
En las últimas horas, dos hipótesis han surgido para explicar este triste fenómeno. Por un lado, los voluntarios han encontrado en uno de los cadáveres lo que parecen ser mordiscos de tiburón. Por el otro, se sospechaba que la réplica de un terremoto, que ocurrió en Culverden (a unos 250 kilómetros de Golden Bay) y alcanzó 5,2 de magnitud, pudo haber asustado o confundido al banco de ballenas. Sin embargo, sismólogos locales han negado al New Zealand Herald que este último evento haya podido afectar al encallamiento.
Cuidado, ballenas explosivas
A lo largo del domingo, Herb Christophers ha declarado que espera que los encallamientos hayan finalizado, aunque no descarta que algunas ballenas puedan regresar a la playa. Actualmente, la zona ha sido acordonada ante el temor de que algunas de las ballenas fallecidas puedan explotar.
De acuerdo con el portavoz del Departamento de Conservación neozelandés, un tiempo caluroso está acelerando el proceso de descomposición y por tanto, provocando la explosión de los cadáveres. Esto sucede debido a los gases liberados en el proceso de putrefacción de los tejidos, principalmente metano y dióxido de carbono. En ocasiones, este fétido gas es liberado poco a poco a través del ano o la boca del animal, pero en otras, cuando el gas se ve atrapado, acaba hinchándose hasta reventar, liberando lo que algunos expertos en cetáceos definen como "el peor olor del mundo".