Todas y cada una de las acciones que realizamos habitualmente tiene su efecto, inmediato o no, en el medioambiente. De ahí la importancia de conocer y reducir en la medida de lo posible nuestra huella ambiental, que no es otra cosa que un indicador del impacto que tiene nuestro día a día y actividades en el planeta.
Todos aquellos que tengan por objetivo reducir su huella ambiental para favorecer así el cuidado de la naturaleza pueden aplicar numerosos cambios. Para empezar, las formas más simples de reducir en buena parte nuestra huella pasan por usar menos el coche (o incluso nada, si tenemos alternativas) y recurrir de forma habitual al transporte público y a compartir trayectos.
Controlar bien el consumo de agua y electricidad y, en la medida de lo posible, alargar la vida útil de los productos que compramos también ayuda a reducir ese impacto medioambiental que producimos casi sin percatarnos de ello. Y aún hay mucho más.
¿Cuál es tu huella?
Para empezar, lo más útil de cara a reducir nuestra huella ambiental es conocerla. En internet hay muchas calculadoras con las que es posible comprobar la emisión de dióxido de carbono que supone cada uno de nuestros pasos. Desde viajar en coche o darnos un baño en vez de ducharnos hasta el tipo de alimentos que compramos o la forma de limpiar nuestros platos.
Por una parte, si no puedes renunciar al coche para moverte de un lado a otro, todavía hay algunos hábitos que puedes cambiar. Por ejemplo, evita llevar bultos en el techo: reducen la aerodinámica del vehículo y se consume más gasolina en el mismo trayecto. Además de un ahorro para el bolsillo, también reducirás la huella ambiental de tus viajes.
Al igual que dejar la baca en el olvido, dar algo de sosiego al acelerador también ayuda. No exceder los límites de velocidad y evitar los acelerones bruscos también consume menos combustible. El cambio definitivo lo pueden poner las aplicaciones que aportan información sobre el tráfico, como Google Maps: esquivando las carreteras saturadas y los atascos, el impacto será aún menor.
Sin embargo, no es el coche el vehículo que más importa de cara a la huella ambiental. Por la cantidad de combustible necesaria para cada uno de sus trayectos, los aviones son, en ese sentido, peores aliados del medio ambiente. Así, un solo vuelo para cruzar el charco supone un 25% de las emisiones anuales de un consumidor medio.
Como no siempre es posible elegir cómo se viaja, a la hora de volar lo mejor es recurrir a vuelos low cost: sus aviones no consumen menos combustible, pero al ir más llenos de pasajeros, la huella ambiental total se reparte y tu impacto será menor en proporción.
¿Qué podemos hacer en casa?
Lo que comemos también tiene que ver mucho con nuestro impacto ecológico. Para reducirlo, lo ideal es comprar productos locales. Así nos aseguramos de que para su transporte no se haya requerido un excesivo uso de combustible. Además, conviene recurrir a productos frescos, sin envasar, para reducir los residuos que generamos día a día.
En cuanto al gasto energético de cada hogar, todo pasa por apostar por la eficiencia. Comprar electrodomésticos con la etiqueta energética que asegure un menor consumo y evitar algunos aparatos inútiles (por ejemplo, es mejor secar la ropa al sol que utilizando una secadora) es un buen comienzo. Además, usar bombillas LED en todas las habitaciones también puede contribuir a reducir el consumo eléctrico.
Hay más que podemos hacer de puertas para adentro. De hecho, gracias a algunas soluciones útiles del internet de las cosas, podemos convertir nuestra vivienda en un hogar inteligente que haga el objetivo de disminución de la huella ambiental bastante más sencillo. Así, termostatos inteligentes como Nest sirven para controlar la temperatura del nuestra casa a través del móvil, evitando poner el aire acondicionado demasiado fuerte al llegar.
Además, dispositivos como Ôasys y Mirubee ayudan a controlar y comprender, a través de la pantalla del móvil, nuestro consumo de agua y luz, respectivamente. Una leve inversión en un dispositivo que, a cambio, puede ayudar a ahorrar en la factura todos los meses y reducir nuestro impacto en el planeta.
Pero más allá de lo que hagamos en nuestro día a día, la huella ambiental también se puede reducir en el trabajo. Empresas como el Banco Santander tienen como objetivo reducir el impacto ecológico en cada una de sus operaciones. En el último año, la entidad ya ha conseguido disminuir en más de un 8% su consumo energético, en cerca de un 7% sus emisiones de dióxido de carbono y, además, un 24% el gasto en papel.
Para lograrlo, entre otras muchas acciones, el Santander cambió sus bombillas por LEDs en Reino Unido, Polonia y en la Ciudad Grupo Santander de España. Además, sustituyó los equipos de aire acondicionado en sus instalaciones en México e instaló herramientas para el control de la climatización en muchas de sus oficinas por todo el mundo.
Santander también apoya por medio del patrocinio el sistema de bici compartida (bike sharing) de Londres, ofreciendo así una alternativa al uso del coche. Además, financia la compra de vehículos eficientes y lleva a cabo un programa de leasing y renting de vehículos para promover el uso de coches híbridos y eléctricos en los países en los que está presente.
A su vez, el banco contribuye al objetivo global en la lucha contra el cambio climático mediante la financiación proyectos de renovables y de eficiencia energética a nivel internacional. En 2016, el Santander participó en la financiación de 7.082 MW (megavatios) para el desarrollo de nuevos proyectos de energías limpias.
Cualquier empresa puede contribuir a este beneficio para toda la sociedad, reduciendo su huella ambiental y animando a sus trabajadores a hacer lo mismo.