-Tiempo que tarda en degradarse una bolsa de patatas fritas: entre 100 y 200 años
-Envoltorios de dulces y snacks recogidos en 2017 por miembros de Ocean Initiatives: 76.801
Uno de los productos plásticos más preocupantes de los que forman parte de nuestro día a día son los envoltorios de snacks, caramelos y otros dulces.
Su principal inconveniente radica en que la mayoría están compuestos de una estructura de multicapas, en la que varios materiales se fusionan entre sí, haciendo su reciclaje muy complicado.
Por ese motivo, acaban siendo incinerados o desechados en vertederos, desde dónde pueden ser arrastrados hasta todo tipo de ecosistemas, en los que acarrean los problemas que ya hemos ido viendo en artículos anteriores.
El peligro de los envoltorios multicapa
Por lo general, estos envases, típicos en embalajes de productos como las patatas fritas, están compuestos por hasta siete capas, en las que se intercalan sobre todo el aluminio y diferentes tipos de plástico, como el polipropileno (PP) o el tereftalato de polietileno (PET).
Esto facilita que los alimentos que encierran puedan conservarse en unas condiciones aptas su consumo durante más tiempo, pero también conlleva un gran quebradero de cabeza para las empresas de reciclaje; ya que, si bien los distintos materiales que las componen pueden reciclarse por separado, no es fácil despegarlos.
Uno de los productos multicapa más estudiados es el típico tetrabrik, que se utiliza para envasar productos líquidos, como la leche o el zumo. Concretamente, este envase consta de un 75% de cartón, un 20% de plástico y un 5% de aluminio.
Afortunadamente, al ser un producto muy consumido en prácticamente todos los hogares, en España contamos principalmente con dos plantas de reciclaje que se encargan de procesarlos siempre que sean desechados en el contenedor amarillo: Storaenso y Alier.
Así, según datos de 2008 de Ecoembes recogidos en El País, aproximadamente el 45% de los tetrabriks consumidos en España ya se reciclan. ¿Pero qué pasa con el resto de envases multicapa?
Según declaraciones a The Guardian de Lawrence Black, director de desarrollo de negocios globales en Waste Management, separar las capas sería muy costoso y no es rentable, ya que no hay mercado para el material por separado.
Alternativas:
Todo esto ha llevado a que ya se exploren alternativas a los envoltorios multicapa convencionales, que sean biodegradables.
Un ejemplo muy curioso sería el de los envoltorios comestibles para caramelos. Lo contaba a DW la investigadora Tatsiana Savitskaya, de la Universidad Estatal de Bielorrusia.
Para ello puede utilizarse una lámina fina de film comestible, que se compone principalmente de almidón, aunque se le pueden añadir aditivos como la pimienta, para darle un toque más de sabor.
Podría ser incluso una ventaja para los caramelos que tienden a pegarse al envoltorio, ya que podrían comerse directamente, sin tener que despegarlos.
Pero claro, los caramelos son un alimento que se conserva muy bien, por lo que no es necesario recurrir a materiales multicapa.
Un intento muy noble fue el de la empresa estadounidense Sun chips, que en 2009 se convirtió en la responsable de la fabricación de la primera bolsa de snacks 100% biodegradable.
Concretamente utilizaron un envase fabricado a base de una sustancia de origen vegetal, llamada ácido poliláctico. Era una opción perfecta, que se podía imprimir, no dejaba que la traspasara la humedad y, sobre todo, se degradaba totalmente 14 semanas después de ser desechada. Sin embargo, una vez que la pusieron en venta se toparon con un curioso efecto con el que no habían contado: el ruido que producía al arrugarla.
Al parecer, superaba los 100 decibelios, resultando bastante desagradable para los consumidores, que inmediatamente dejaron de adquirirla. Más allá de mofas como el grupo de Facebook "Lo siento, pero no te oigo con esta bolsa de Sunchips" o los vídeos de Youtube que se publicaron al respecto, lo que llevó a la marca a volver a las bolsas tradicionales solo un año después fue la caída de sus ventas, que podría haber dado a pique con su trabajo de no haber actuado.
Esto dio lugar también a un gran revuelo entre las personas que consideraban que la reacción de los consumidores había sido exagerada, ya que puede que no fuese la mejor bolsa para comer en el cine, pero el ruido tampoco era un mal tan terrible que soportar si la recompensa era salvar al medio ambiente.
De cualquier modo, se siguen explorando otras alternativas, como la lanzada en 2017 por la empresa española SP Group. En este caso se trataba de BIO FVSOL, un biopolímero 100% biodegradable, compostable y biobasado según la norma europea EN 13432. Es un film fabricado a base de ácido poliláctico y alcohol polivinílico, ambos fácilmente biodegradables y aptos para entrar en contacto con los alimentos.
Entre sus ventajas, cuenta con una gran rigidez y transparencia, que permite visualizar el alimento que encierra, a la vez que lo protege del deterioro físico. También cuenta con un espesor mínimo, que lo hace fácilmente manejable en las máquinas de envasado, aunque se debe tener en cuenta que, para que el producto final siga siendo respetuoso con el medio ambiente, las tintas empleadas en su impresión deben ser también biodegradables.
En cuanto al ruido, habrá que esperar a ver qué opinan los consumidores; pero, incluso si fuera más alto de lo normal, sería un precio muy bajo que pagar para ayudar a salvar el planeta.
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