En los últimos años, el musgo se ha utilizado como indicador para determinar los niveles de contaminación en zonas concretas. Numerosos estudios como el de la Universidad de la Prefectura de Fukui (Japón) determinaron que estas plantas reaccionan a la contaminación o a condiciones de sequía modificando su forma o densidad.
Los investigadores no tardaron en darse cuenta que el musgo tenía potencial para convertirse en un arma biológica contra la polución de las grandes ciudades. Esta planta briófita es capaz de retener dióxido de carbono y partículas en suspensión del aire. Estas últimas, una mezcla de aerosoles y sólidos microscópicos, son especialmente peligrosas. Las partículas ultrafinas (inferiores a 0,1 micras) pueden esquivar las barreras del sistema respiratorio y penetrar en los alvéolos pulmonares, donde se realiza el intercambio de gases y el paso del oxígeno al torrente sanguíneo.
De acuerdo con un informe de la revista científica británica The Lancet, las enfermedades provocadas por la contaminación fueron responsables de casi nueve millones de muertes prematuras en 2015. Se trata del 16% del total de fallecimientos a nivel mundial. El informe incide en que la contaminación afecta especialmente a aquellos hogares con ingresos bajos o medios, que representan el 92% de ese total de muertes. Además, el gasto en sanidad en países del primer mundo para paliar los efectos de estas enfermedades varía entre el 1.7 y el 7% del total.
En los últimos años se han instalado en las ciudades españolas estaciones de medición para determinar la calidad del aire que respiramos a diario. Según José Ángel Fernández, coordinador del proyecto europeo Mossclone, las estaciones son infraestructuras demasiado complejas para la medición de los diferentes químicos.
"El musgo simplemente retiene a la polución gracias a su estructura (...) No tiene un sistema de raíces, así que dependen de las disposiciones de la atmósfera para su nutrición mineral". Este biólogo de la Universidad de Santiago de Compostela considera que su mantenimiento en zonas urbanas requeriría un consumo de energía menor, así como una escasa aportación de agua.
No es el único científico que sigue el mismo razonamiento. El equipo berlinés de Green City Labs lleva años intentando implementar barreras de musgo en entornos urbanos. Se trata de jardines verticales biotecnológicos que mantienen a las plantas hidratadas y nutridas, y que ya se han instalado en más de 10 metrópolis europeas. Y en el ayuntamiento de Reykjavik se aprovecha el sustrato local (roca volcánica porosa) para construir la pared de musgo, constantemente humedecida con agua bombeada desde un estanque. Pero, ¿son realmente eficaces estos jardinesa la hora de reducir la contaminación?
"A día de hoy no existe ningún estudio científico en el que se estime cuánto musgo sería necesario para limpiar el aire de una zona. De todos modos, aunque no pudiese limpiar completamente el aire, la simple presencia del musgo retiraría parte de los contaminantes que de otra forma seguirían en el aire", explica el profesor Fernández.
En cualquier caso, el efecto de estas barreras naturales no puede ser similar en pleno Picadilly Circus, Londres, que en la ciudad de Módena. Son ejemplos de algunas de las ciudades europeas donde se ha implementado estos nuevos jardines. En cualquier caso, advierte Fernández, "las barreras de musgo, o incluso los tejados verdes (superficies cubiertas de musgos en terrazas y/o tejados), serían una ayuda en la mejora del aire pero dudo mucho que por si solas fuesen suficientes".
En los últimos años, el musgo no solamente se ha empleado como barrera contra la contaminación. De acuerdo con un estudio publicado en el Boletín de la Sociedad Española de Briología, los estudios de arquitectura, diseño urbano y jardinería emplean el musgo como protección frente a la radiación solar, aislamiento térmico y acústico, reducción del calor mediante el aumento de la humedad... Las razones por las que se emplea esta planta con tanta asiduidad es su adaptabilidad a varios terrenos o su carencia de raíces, que no dañan la estructura de los edificios.