Cuando se queda embarazada, la osa polar sabe que tiene que engordar la friolera de 200 kilogramos antes de que nazcan sus crías. Esta operación bikini a la inversa tiene su explicación: durante los tres o cuatro primeros meses de vida de sus oseznos, no podrá salir de su guarida en ningún momento, ni siquiera para alimentarse.
Lo habitual es que las gestaciones sean gemelares. Los recién nacidos llegan al mundo en pleno invierno, entre noviembre y enero. Para protegerlos de las gélidas temperaturas polares, las osas fabrican una pequeña guarida como aislamiento térmico, que cuenta con un orifico de ventilación en la parte superior.
Los cachorros son muy pequeños cuando llegan al mundo: pesan solo medio kilogramo y miden unos 30 centímetros. Nacen con los ojos cerrados y con una piel finísima que les da un aspecto lampiño.
Durante las primeras semanas de vida, son amamantados durante la mayor parte del tiempo y permanecen muy cerca de su madre para mantenerse calientes. A los dos meses empiezan a caminar, desarrollan un pelaje grueso y les nacen los primeros dientes.
Las ricas focas
Entre marzo y abril salen todos de su guarida. Las crías ya pesan alrededor de 10 kilogramos pero, para que se aclimaten poco a poco al nuevo clima, las primeras noches madre e hijos volverán a dormir a su antigua cueva.
Cuando la osa lo decide, se marchan rumbo a las placas de hielo y allí los oseznos empezarán a comer alimentos sólidos, cazados por la madre, de la que aprenderán cómo capturar sabrosas focas.
Esta grasa les hará crecer de forma espectacular. A los ochos meses ya pesan unos 45 kilogramos y cuando tienen 18 meses dejan de tomar leche materna. ¿Cuándo tendrá nuevos hermanos? Con 30 meses ya están listos para sobrevivir sin sus madres y es entonces cuando las osas vuelven a quedarse embarazadas.