Una ola secciona la arteria carótida de una mujer de 60 años
- Dos semanas después del incidente, la mujer fue diagnosticada con el síndrome de Horner: un trastorno que afecta al ojo y al tejido facial causado por la parálisis de algunos nervios
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Una mujer de 60 años que se encontraba de vacaciones en la costa irlandesa sufrió este verano un hematoma severo en una de sus arterias carótidas. Situadas en ambos lados del cuello, la herida interna se produjo tras el impacto de una ola en dicha zona.
Así lo recoge este estudio publicado en la revista BMJ Case Reports, donde se describen los extraños síntomas que experimentó la anciana durante las dos semanas posteriores al golpe marítimo. Los investigadores comenzaron a analizar el caso tras su ingreso en el hospital de Galway donde trabajan.
Los síntomas de la paciente incluían dolor en la parte derecha del cráneo y cuello. Una de sus pupilas, además, se encontraba algo más dilatada que la del otro ojo. También tenía los párapados más caídos de lo habitual, algo conocido como ptosis.
Tras el análisis pertienente mediante una angiografía -radiografías de los vasos sanguíneos no visibles a simple vista- se diagnosticó el síndrome de Horner. Los médicos llegaron a la conclusión de que el impacto de la ola había dañado una de las arterias de la paciente, causándole un malfuncionamiento de su sistema nervioso que derivó en los síntomas descritos.
Tras descubrir el hematoma en la arteria carótida, el tratamiento previo -aspirinas y medicamentos anticoagulantes- se interrumpió: existía un riesgo moderado de que la paciente sufriese un infarto. El síndrome de Horner no afecta de forma permanente a la visión o a la salud. Sin embargo, los daños derivados en el sistema nervioso pueden causar otros problemas potencialmente peligrosos.
La ola no llegó a causar problemas al conducto principal de la arteria, explican los autores del estudio. Quienes sí se vieron afectados fueron algunos vasos sanguíneos más pequeños. Esta ruptura desvió parcialmente el flujo de sangre que recibe el cerebro de forma constante.
La paciente sanó por completo a los seis meses, tras la ingesta periódica de medicamentos contra el dolor producido por los nervios afectados.